William Anseume: Minas, drones y hasta ovnis

¿Realismo mágico? ¿Alucinaciones producto de alguna droga colectiva? No. Es la vida que nos ha impuesto a los venezolanos el régimen del terror. En Apure quedó plenamente demostrado el control de grupos guerrilleros de varias zonas del país, especialmente las fronterizas. Esta idea se manejaba muy calladito, como escondiendo un chisme familiar, si uno visitaba San Cristóbal hace varios años, por ejemplo. Los guerrilleros, decían, controlan casi todo. Hasta a los taxistas. Igual sorprendía, en Ciudad Bolívar, el dominio casi absoluto del pran, de los pranes, en la sociedad. A veces en connivencia con los propios militares.

Aquí hubo una especie de abandono de funciones en el control de las armas, del territorio, de la autoridad del Estado. O, más posible, se propició la entrega de parte del territorio, se propició la toma y ampliación posterior de zonas que ahora lucen como ficción. Y, como era de esperarse, le estallan en la cara tanto al régimen que creyó dominarlos, como a los desprevenidos ciudadanos que manejaban la información con la dolencia de quien pierde algo suyo con una marca candente de impotencia.

Así que nos sorprende ver ataques de diferentes grupos guerrilleros en Apure. Su presencia allí no es nueva. Como no lo es la de la guerrilla colombiana protegida en el país. Así lo han denunciado vecinos, los miembros del gobierno colombiano, nuestros representantes opositores en el exilio, como Iván Simonovis. Denuncias que en cualquier gobierno decente, con decente Fuerza Armada Nacional, se hubiera tomado con preocupación, con cautela y se hubiera procedido a investigar, dilucidar y extirpar a sus agentes. Pero no. Aquí hay una mezcla de toma consciente con entrega consciente de partes del territorio, de armas, de sorprendente tecnificación. Aquí tampoco hay una Asamblea Nacional en funciones que busque solución a la toma y entrega.





Lo de El Coqui en la Cota 905 suma a esta historia de desintegración territorial y de entrega de espacios y protección de grupos irregulares; en este caso, de delincuentes; en otros de terroristas. Todo es lo mismo Como ocurre en Petare. Como ocurre en el 23 de enero con los colectivos. Armados, apertrechados, dominando a su alrededor. ¿O se nos olvida que en el 23 sacaron hasta su propia moneda de uso único en los bloques? Pues sí. Y también con drones prestos a la vigilancia y control en lugares a veces denominados “zonas de paz”, donde no entra fuerza del Estado, por órdenes superiores e inferiores.

La degradación de la Fuerza Armada resulta más que evidente, desmoralizada; usada para menesteres vacuos, para desintegrarla y horadar hasta su imagen en el país, para lo cual basta asomarse a medianamente ver lo que ocurre con ese componente denominado la milicia, una suerte de elementos en procura de alimentación para lo cual se ponen a la orden en pos de ejecutar cualquier labor pequeña por exigente que sea. El país en su protección y defensa también se ha visto desmembrado. Queda la demostración con minas para personas, con drones en los barrios protegiendo la autoridad de malandros y con el avistamiento de ovnis. Con la penetración de aviones militares de otros países, que es anunciada como acto misterioso. Una ridiculización completa del poder del Estado para controlar armas y territorio. La extirpación de esos males solo se logra de un modo. La ONU vuelve a estudiarlo.