Julio César Arreaza B.: El sentido de la lucha

Julio César Arreaza B.: El sentido de la lucha

El sentido de la lucha es la libertad, siempre será la libertad. Desde hace 211 años esta fue nuestra determinación histórica irrevocable, que nos libró del poder del enemigo. Esfuerzos y sacrificios empeñaron nuestros antepasados, su sangre derramada no fue en vano, nos legaron un régimen de libertades públicas, que estamos obligados a recuperar, preservar y perfeccionar. Son las tareas impostergables que nos exige el devenir histórico, en medio de este compás de 22 años de oscurantismo, miseria, corrupción insaciable, degradación y muerte.

Represar la libertad es un despropósito y un imposible. La corporación criminal, como Chacumbele, ha comprado para sí, por sus acciones, tiempos finales existenciales terribles de desprecio, como parias, desprestigiado y en soledad. Ellos se lo han labrado con la persistencia obstinada en el mal. El régimen forajido es ontológicamente malo en extremo y nunca va a responder por la vida. El que hace el mal aborrece la luz y huye de sus rayos luminosos para que sus obras no se descubran.

El Estado, convertido en fallido para beneficio propio, se maneja en términos criminales y se mantiene, con saña, girando alrededor de la violencia, completamente alejado del marco constitucional e institucional. Sin instituciones un país se hace inviable, sin un conjunto de reglas de juego, simbólicas y socialmente disponibles que resuelvan sus problemas. Se trata de los acuerdos básicos de la política, bien entendida, para garantizar vida, libertad y propiedad.





Además de la guerrilla colombiana y mafias de todo pelaje ocupando nuestro territorio, tenemos los subproductos propios del ecosistema criminal de dominación, a elementos como el Coqui, el Galvis y el Wilexis. Carecemos de soberanía nacional porque no hay control del territorio, el usurpador se ha convertido en un mago equilibrista de esos factores irregulares que asolan a la población trabajadora y decente, que aspira a una vida con significado y propósito.

La vacuna es otro guiso. Somos el único país del mundo que protesta para que ingresen las vacunas. El sistema de salud pública, dolosamente destruido, es excluyente, sus vestigios son utilizados para someter y dominar.

Exigir el carnet de la patria es infame. Es una vileza aplicar el esquema de las diferencias políticas, y mantener a una población al margen, discriminada de la atención oportuna de la vacuna que previene del virus mortal.

Hay que ver la vida que le ha tocado a nuestros ancianos, en su “edad dorada”, privados de una pensión digna y una vejez tranquila, su delgadez salta a la vista. Qué clase de maltrato se ha infligido contra quienes, con su sabiduría y experiencia, nos han dado tanto.

Este sistema perverso ha configurado una pizca del infierno en esta tierra de gracia. El narcorrégimen es ajeno a los demás, incluso a la ideología, y terminó en esclavo de su propia dominación.

Es un crimen de lesa humanidad no dejar pasar las vacunas. La vida no forma parte de las posibilidades del sistema, lo ha demostrado de sobra, recordemos el caso de la importación de la leche podrida y cuando ordenaron disparar a la cabeza de los estudiantes que protestaban pacíficamente por los derechos humanos de todos. Eso sí, sueltan los dólares, abyectamente, para la defensa del criminal Saab.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!