María Inés Morán: Arrogancia y paranoia, dos factores de riesgo al dirigir un negocio

María Inés Morán @coachmimoran

“Si usted no se serena, su temperamento terminará convirtiéndose en locura, pues ese es el primer síntoma”. Benjamín Franklin.

Esta frase fue escrita por el presidente Benjamín Franklin a un diplomático norteamericano en el fragor de la guerra de la independencia norteamericana, y muestra uno de los peores errores que los seres humanos podemos cometer y que pueden terminar arruinando grandes proyectos.

Un ejemplo tristemente célebre lo protagonizó el 37° presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, quien estuvo tras uno de los más grandes escándalos que removió los cimientos del Gobierno de esta potencia mundial y que toda persona en un cargo de responsabilidad debe tratar de evitar cometer.





Richard Milhous Nixon fue el presidente de los Estados Unidos entre 1969 y 1974, período en el cual se convirtió el primer y único presidente en dimitir del cargo, al ser señalado por el Gran Jurado federal como copartícipe en una conspiración para obstruir la acción de la justicia en la investigación del escándalo Watergate. El 8 de agosto, Nixon anunció su abdicación.

Analistas políticos coinciden en señalar que la caída de Nixon y el final de su presidencia se debieron a su personalidad, a sus fantasías, a su forma de ser, de pensar y de actuar. Pensar que sus oponentes o enemigos sabían algo sobre él, se convirtió en una verdadera obsesión.

Fue un hombre que perdió el control, vivía en su propia burbuja. No atendía a la opinión de sus subordinados y rechazaba cualquier crítica, viniera de donde viniera. No aceptaba un NO por respuesta, incluso de su propia conciencia. Se creyó inalcanzable e intocable, e incurrió en estos errores:

Gestión antiética. Para Richard Nixon, el fin justificaba los medios, de allí que se empeñó en hacer legal lo ilegal. Persiguió, acosó y se empeñó en conocer los secretos, no solo de sus enemigos, incluso de su equipo y hombres cercanos. Gestionó, con base en el miedo y el terror. Su obsesión por el poder lo llevó a torcer y manipular hasta la voluntad del electorado y la justicia.

Cuando manejas tu negocio basándote en la ética, aumentas la retención de empleados, clientes y consumidores.

Sembró la discordia. Nixon —en la Casa Blanca— se ocupó de debilitar la confianza y sembrar la discordia y la desconfianza. La deslealtad y el miedo dominaban la relación con sus equipos, obviando que un líder que inspira confianza en su equipo logrará que este le sea leal, motivado y comprometido.

Fue incongruente. Se ocupó de increpar dura y abiertamente a expresidentes, líderes partidistas y altos funcionarios, y resulta que término involucrado en uno de los escándalos más grandes de la historia de Estados Unidos. Para no incurrir en este error, demuestra con tus actos lo que predicas con tus palabras, conviértete en modelo de tu visión y misión y nunca hagas promesas que no puedas cumplir.

Perdió su foco. Nixon priorizó la política exterior y dio la espalda a la realidad que pasaba en el propio territorio estadounidense. Mientras el país era sacudido por protestas, actos de desobediencia civil y división política, Nixon concentraba sus esfuerzos en la Guerra Fría, la Unión Soviética, los acuerdos de Paz de París, Cuba y la Guerra del Yom Kippur, que si bien hubo aciertos en esos esfuerzos, no es menos cierto que el país se le escapó de las manos.

La enseñanza es siempre tener claras las prioridades de tu negocio y a mantener el foco en ellas.

Sufrió de delirios de control y paranoia. La obsesión por tener el control de todo y de todos llevó a Nixon a cometer un sinnúmero de errores, entre ellos delegar asuntos importantes en personas poco idóneas y de ocuparse personalmente se asuntos no trascendentales y delegables.

Su paranoia y sus delirios de persecución lo llevaron a desconfiar de todos y aislarse.

Todos estos errores minaron su liderazgo y su confianza. De allí, mi interés en ahondar sobre cada una de estas actitudes e invitarte a reflexionar y a observarte en ellas.

Si estos delirios, esta desconfianza, este excesivo control y la búsqueda del fin por encima de todo, se han adueñado de ti en algún momento, pues detente y corrige a tiempo y evita terminar como Richard Nixon, dimitiendo de sus sueños y lanzando por la borda todos sus logros.