¿Necesarias o no? Vuelve el debate sobre el uso de mascarillas al aire libre

Personas usando mascarillas. Foto archivo: REUTERS/Ciro De Luca/Archivo

 

Llevar puesta la mascarilla al aire libre y metérsela en el bolsillo al entrar en un restaurante a comer es como llevar puesto el casco para caminar y quitárselo para montar en moto. Sin embargo, esa paradoja es habitual en países como España, con normativas que imponen el barbijo al aire libre, pero hacen excepciones en los interiores de restaurantes y oficinas.

Por La Nación





Cada vez son más los expertos de primera línea que cuestionan estas medidas contradictorias, como el epidemiólogo Marc Lipsitch, director del Centro de Dinámicas de las Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Harvard (EEUU). “Generalmente soy muy radical en la defensa de las normas con un beneficio claro, pero ponerse el barbijo al aire libre tiene costos importantes y realmente no hay evidencias de sus beneficios”, advirtió Lipsitch.

Los datos son contundentes desde hace ya un año. Un estudio de 318 brotes de Covid-19 en China al inicio de la pandemia mostró que 317 ocurrieron en interiores, frente a un único caso en exteriores: el de un hombre de 27 años que, presuntamente, se contagió en un pueblo hablando a la intemperie con un recién llegado de Wuhan. La agencia europea dedicada al control de las enfermedades infecciosas, el ECDC, solo recomienda utilizar mascarilla en el interior de los locales públicos y sugiere que “se puede considerar su uso en entornos al aire libre con mucha gente”. Sin embargo, en España es obligatoria incluso para una persona que camina sola por un parque. La Asociación Madrileña de Salud Pública pidió el 6 de abril la anulación de esta “absurda” obligatoriedad de los barbijos al aire libre.

El coronavirus se transmite de manera predominante por el aire, a través de aerosoles que se acumulan como un humo invisible al hablar o toser, según expuso un equipo científico hace una semana en la revista médica The Lancet. Los autores -encabezados por la médica Trish Greenhalgh, de la Universidad de Oxford (Reino Unido)- insistían en las soluciones: evitar los interiores compartidos con personas no convivientes, aumentar la ventilación, utilizar barbijos bien ajustados dentro de los locales y reducir los aforos.

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