Carlos Ochoa: El discurso político

Carlos Ochoa: El discurso político

Algunos lectores me han pedido que explique en qué consiste un discurso político, porque se lee con insistencia en los medios que hace falta un nuevo discurso que produzca adhesiones, que la narrativa está agotada y requiere renovación para que emocione o movilice a una población que  según algunas encuestadoras no tiene mucho  interés por lo político en este momento, bien  porque no se conecta con una historia, con un narrador o con ambas cosas.

Para intentar explicar brevemente el punto voy a ilustrarlo con ejemplos, vale decir con alguna semblanza biográfica de un personaje conocido que haya tenido éxito en desarrollar un discurso político en su tiempo y realidad. Para no entrar en definiciones académicas o técnicas que puedan convertir esta nota en un ladrillo aburrido, diré que un discurso político es un relato o un conjunto de relatos que generan fundamentalmente esperanza, a través de la creación de imágenes profundas que abordan las necesidades de distintos sectores sociales,  a partir de propuestas concretas que orienten hacia donde debe marchar un país en la construcción pacifica de su convivencia. Por supuesto que me refiero al discurso político de la democracia liberal, porque en los totalitarismos de izquierda y derecha, el discurso político descarta la construcción pacifica, la convivencia y la tolerancia. 

A Rómulo Betancourt se le ha llamado el padre de la democracia venezolana, esa definición no es del todo exacta porque hubieron varios venezolanos que en el mismo tiempo que Don Rómulo hicieron méritos, sin embargo el reconocimiento de paternidad de la democracia después de 1958 se debe a un acuerdo de gobernabilidad que hizo posible, no sin superar obstáculos y vencer dificultades, vivir el período de 40 años de democracia pacifica, en donde Venezuela alcanzó su madurez política. Tenemos entonces una fecha de partida en 1958, con el acuerdo de gobernabilidad que le dio estabilidad al país por muchos años conocido también como “Pacto de Punto Fijo”, por ser ese el nombre de la casa familiar de Rafael Caldera, en donde se reunieron los principales líderes democráticos del momento una vez superada la dictadura militar, para ponerse de acuerdo en un  discurso político superior que reuniera los distintos relatos con sus diferencias narrativas, para exponerlos en una competencia de relatos, es decir en una contienda electoral, la cual se realizó y salió vencedor Betancourt. Esto no quiere decir que los demás relatos fracasaron, de una u otra forma unos relatos fueron más exitosos que los otros y con la alternabilidad como principio en las elecciones de 1968, en la que  resultó ganador por escaso margen Rafael Caldera, se definió al  sistema político venezolano como un ejemplo para la democracia y un faro de esperanza para una América Latina plagada de dictaduras militares y experimentos comunistas fracasados como el de Cuba.  





Al principio de esta nota mencioné que el discurso político crea imágenes profundas que abordan las necesidades de la gente, Acción Democrática resumió esas aspiraciones en tres palabras que no han perdido vigencia, “Pan, Tierra y Trabajo”, además creó un destinatario de esas imágenes surgido de la mente del poeta Andrés Eloy Blanco, el “Juan Bimba”, que representa a toda la población humilde venezolana. Con la democracia, Juan Bimba tuvo escuelas, hospitales, alimentación, carreteras y trabajo, pero sobre todo el derecho a elegir cada cinco años a un nuevo presidente porque la Constitución de 1961  no contempló la reelección por un período, ni por dos, ni eternamente como la que se hizo a la medida Hugo Chávez. 

El conjunto de relatos que se fueron acumulando durante 40 años de democracia empiezan a decaer no por el discurso político de democracia liberal que buscó su renovación con la COPRE (Comisión Presidencial Para La Reforma del Estado) y la elección directa de gobernadores y alcaldes, sino  por la incapacidad de los narradores para contar las historias y mantener la audiencia. Con honrosas excepciones como la de Henrique Salas Römer en Carabobo que construyó un discurso moderno propio, con una estructura simbólica  profunda que renovó los relatos y la manera de contarlos en ese importante estado, cambiando la impronta desgastada de los relatos de las regiones, anclados a las siglas de los partidos nacionales que no tomaron en cuenta, más bien desatendieron  las lecciones de Betancourt, Villalba y Caldera el joven, en la importancia y el deber que tiene el narrador  de saber contar historias, buenas historias, que produzcan motivaciones electorales como las de 1958.

 El paisaje, el espacio político después del intento de golpe militar en 1992 quedó vacío de discurso  porque no hubo quien lo encarnara nacionalmente, es en ese escenario en donde hace su segundo debut presidencial Rafael Caldera y el cuenta cuentos del Museo Militar, que se percató  que contando episodios épicos del siglo XIX y haciendo uso del culto bolivariano para su interés, tenía el camino allanado para llegar a Miraflores, contando que Caldera no tenía ya fuerza discursiva ni vital. Inventando y tergiversando la historia para sacarle el máximo provecho se hizo con el apoyo de los principales grupos económicos del país, los medios con más tradición y un grupo de políticos con muchas ambiciones, la candidatura de Irene Sáez fue un desatino de la anti política, cuando Salas Römer en una breve campaña comienza a hacer valer  su discurso que es el de la democracia liberal progresista y las encuestas dan un virtual empate, los factores de poder se inclinan por Chávez en un giro inesperado, pues el discurso arcaico y primitivo no podía de ninguna manera llevarnos al futuro, Venezuela ha retrocedido en todos los sentidos, pero no ha perdido la voluntad de levantarse de las ruinas y está construyendo su discurso político con el abanico de relatos que tienen todos los sectores, porque las necesidades son muchas y el “Patria Socialista o Muerte” no es una opción para la vida. El discurso, el conjunto de relatos están allí, en la puerta de los hospitales, en las neveras vacías, en la violencia sin freno que se lleva vidas inocentes, en el saqueo del país, en la pérdida de soberanía, en las cárceles, allí están los relatos que están siendo contados por quienes los sufren y por los políticos de la oposición dentro y fuera de Venezuela, que están haciendo el esfuerzo de unirse y remar en una sola dirección, como en 1958 cuando la realidad exigió deponer las diferencias para construir una unidad superior, que apunta más temprano que tarde a una confrontación de relatos en una elección libre, democrática y plural.