Las investigaciones siguen sacando a la luz las horrorosas revelaciones en el sótano de la casa de Andrés Filomeno, un hombre de 72 años calificado de “tranquilo” por sus vecinos que escondía casi 4.000 restos humanos, evidencias de que podría haber matado y desmembrado a más de 30 mujeres en los últimos 20 años, ante la impunidad del sistema de justicia mexicano.
Por 20minutos.es
Las siguientes son las claves del más reciente asesino en serie detenido en el Estado de México, que se revela como una de las regiones más inseguras del país. No hace mucho, en 2018, fue detenido en esta misma zona mexicana el llamado Monstruo de Ecatepec, el criminal que vendía los huesos de sus víctimas.
“Un hombre tranquilo”
Andrés Filomeno vivía desde hace al menos tres décadas en la calle Margaritas del barrio de Lomas de San Miguel, en el municipio de Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México, una región localizada en el centro del país.
Aunque algunos recelaban de él, Andrés Filomeno pasaba por un vecino tranquilo y ejemplar. Nunca se le conoció pareja, pero aparentemente era propietario del inmueble en el que vivía, donde incluso alquilaba una habitación a una pareja con niños.
Había llegado a ser presidente de la asociación vecinal, y como representante del Comité de Participación Ciudadana gestionaba el trámite de ayudas y despensas a los vecinos que lo necesitaban.
Al menos una vez por semana se pasaba por el bar del barrio a tomarse unas copas. “Lo conocíamos como un hombre ya de avanzada edad, respetuoso, tranquilo y noble que no se metía con nadie y que llegaba al bar para tomarse unas copas, relejarse y convivir con chicas”, ha declarado uno de los trabajadores del local al diario El Sol de México.
“Eso sí, ya cuando terminaba su noche de copas, siempre se llevaba a una chica y la mayoría de ellas no ponía objeción, primero porque siempre traía dinero y les pagaba muy bien, y luego porque sabían que era un hombre tranquilo con el que no corrían peligro porque lo conocían muy bien”, agregó el camarero, que aclaró que las mujeres que se iban con Andrés siempre regresaban al día siguiente.
Los fiscales lo interrogaron hace 5 años
Nada despertaba sospechas sobre Andrés Filomeno, e incluso fue interrogado en 2016 sobre la desaparición de una persona.
Los agentes del Ministerio Público (Fiscalía) le hicieron varias preguntas por la desaparición de María Noé Mares y su hijo Edgard. Había sido la última persona que los había visto antes de que se perdiera el rastro de madre e hijo, y la misma hermana de la víctima lo llevó ante las autoridades por las posibles pistas que pudiera aportar.
Andrés respondió a las preguntas y se fue. Nadie comprobó sus declaraciones ni lo siguió investigando.
Su último crimen
Todo hubiera seguido igual de no ser por las circunstancias de su último crimen: mató a una vecina. A mediados de mayo, su vecino Bruno acudió a su casa para preguntar si no había visto a su esposa, Reyna González, de 34 años. La mujer regenteaba una tienda de teléfonos móviles y ella y su marido mantenían cierta amistad con Andrés Filomeno. Habían celebrado comidas, y el hombre pasaba varias horas cada día en la tienda de Reyna.
Además, Bruno y Reyna habían ayudado económicamente a Andrés, “por lástima” al ver su difícil situación.
Andrés le respondió a Bruno que no había visto a su mujer. Bruno se dirigió a la Policía para levantar la denuncia, pero las autoridades, como es normal en México, no hicieron nada.
Pero Bruno trabaja como policía y no se quedó de brazos cruzados. Con ayuda de sus herramientas pudo ubicar la última posición del móvil de su mujer antes de apagarse, y la situaba en las inmediaciones de la casa de Andrés Filomeno.
Al día siguiente solicitó de favor el apoyo de otros dos compañeros y se dirigió de nuevo a la casa de Andrés. Éste, al verse encarado, trato de escabullirse casa adentro, momento que Bruno aprovechó para entrar y buscar alguna pista.
En esta pesquisa dio con la puerta de un sótano, en donde halló algo más que evidencias: ahí estaba escondido el cuerpo sin vida de Reyna, desmembrado. En esa misma habitación la investigación posterior ha encontrado casi 4.000 restos óseos, que podrían pertenecer al menos a 30 víctimas que el carnicero de Atizapán pudo haber destazado a lo largo de dos décadas.
“Yo lo hice, ya ni modo”
Tras ser detenido, Andrés Filomeno fue llevado ante el juez, donde admitió sin tapujos la muerte de Reyna y de otras mujeres. “Yo lo único que quiero es decir la verdad, lo he hecho, ya ni modo”, señaló.
El detenido comenzó a desgranar los detalles de la muerte de Reyna y de otras mujeres. En la casa de Atizapán las autoridades han encontrado un listado con unos 30 nombres que comienza en 1994, y que podría tratarse del macabro registro de mujeres a las que el asesino el serie ha dado muerte.
Aunque los restos óseos encontrados en el sótano no han podido ser identificados, las autoridades han encontrado innumerables evidencias: credenciales, grabaciones, fotos Polaroid, llaves, teléfonos móviles… Artículos que los forenses están analizando para identificar a las víctimas.
La Fiscalía cree que en esas fotos y grabaciones (algunas hechas en formato VHS) hay imágenes en las que Andrés Filomeno se registraba desmembrando a sus víctimas, para que el documento quedara como recuerdo.
Se comía a sus víctimas
De acuerdo con la declaración del detenido, el modus operandi y el móvil parecer repetirse en todas sus víctimas: casi siempre se trataba de mujeres jóvenes, de entre 20 y 35 años, a las que cortejaba y quienes lo rechazaban.
Las elegía “porque eran bonitas”, según ha confesado. Tras el desaire, el asesino buscaba el momento de atraerlas a su domicilio y matarlas ahí, de una puñalada en el corazón. Como tenía experiencia en el uso de cuchillos (había trabajado como carnicero hace años) las desmembraba con cortes expertos, y desollaba su rostro para conservarlo.
La investigación ha encontrado varias de estas máscaras humanas en el sótano de la calle Margaritas. Además, Andrés Filomeno ha admitido que se llegó a comer restos mortales de algunas de sus víctimas y que las conservaba en sal. De acuerdo con los investigadores, parte del cuerpo de su última víctima ya había sido troceado en filetes en el momento en que lo encontraron.
Un historial de impunidad
El caso del Carnicero de Atizapán ha causado revuelo en México, además de por sus horribles detalles, porque ha dejado en evidencia la apatía de las autoridades a la hora de actuar ante las desapariciones de mujeres, lo que ha devenido en una gran impunidad de los criminales.
La desaparición de muchas de las víctimas de Andrés Filomeno había sido denunciada ante las autoridades, que no hicieron nada por siquiera investigar el caso. Infobae ha relatado el caso de la hermana de Rubicela, estudiante de 32 años y madre de un niño, una de las posibles víctimas del carnicero (su identificación ha aparecido también en el sótano).
La hermana ha relatado que Rubicela desapareció en julio de 2019 tras trasladarse desde Monterrey (al norte del país) hasta Tlanepantla, Estado de México. La familia denunció su desaparición, y la Policía le dijo que investigarían.
En abril pasado la madre de esta mujer acudió de nuevo ante las autoridades para ver cómo marchaban las investigaciones. Se dio cuenta de que la denuncia había sido ya enviada al archivo muerto de las dependencias sin hacer ninguna indagación.
En una entrevista concedida a Infobae, la organización civil Impunidad Cero ha puesto cifras a la impunidad en México.
De acuerdo con un estudio propio, solo en un 1.14% de los delitos se llega a una sentencia. El restante 98,86% se queda en el camino de la impunidad.