Manuel Barreto Hernaiz: ¿Y si Sísifo se arrecha?

“Los dioses habían condenado a Sísifo a transportar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con algún fundamento, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. “

Albert Camus

Albert Camus recurre a la mitología griega para ilustrar su concepto de filosofía del absurdo. En el “Mito de Sísifo” enfoca las ideas asociadas con el concepto de lo absurdo y lo inútil de la vida. Camus nos presenta a Sísifo como un héroe del absurdo, que vive la vida a plenitud, no le importa la muerte, luego es condenado a realizar, una y otra vez, una labor inútil. Nos muestra la interminable e inservible tarea de Sísifo, como una metáfora presente en los tiempos actuales.





Para Camus el “hombre absurdo”, es aquel que se muestra perpetuamente consciente de la completa inutilidad de su vida. También considera absurdo a ese ser que, por su incapacidad de entender el mundo, o el tiempo que le tocó vivir, se confronta en todo momento a esta incomprensión.

Por supuesto, nuestra intención no es referirnos hoy al extraordinario ensayo de Albert Camus sobre el suicidio y el valor de la vida. Ya con la pandemia y lo peligroso que resulta la supervivencia bajo este régimen, es más que suficiente. El enfoque que pretendemos estriba en la imperativa necesidad de luchar contra el absurdo.

Considerar seriamente el absurdo, para el escritor francés, significa aceptar la permanente contradicción entre el deseo y la razón, en lo irracional que puede resultar el mundo que vivimos. De allí su racionamiento para rechazar el suicidio, pues el absurdo no existe sin el hombre y lo absurdo nunca debe ser aceptado, todo lo contrario, debe ser confrontado con perseverante y comprometida rebeldía, única manera de lograr la libertad.

Al analizar el mito de Sísifo, Camus destaca como lo absurdo y la dicha son inseparables y forman parte de la condición humana. Absurda resulta la dicha de quien se solaza luego de 27 horas de cola para poner gasolina; como absurdo resulta aceptar pasivamente que se juegue con la vida de millones de venezolanos por el atraso en los programas de vacunación contra el COVID.

Así como los dioses habían condenado a Sísifo a rodar para siempre una roca hasta la cima de una montaña desde donde volvía a caer por su propio peso, así nos condena este régimen a sobrevivir con la incontrolada hiperinflación, con un caos en todos los servicios, lo que representa la perfecta analogía de subir una y otra vez la pesada roca. Sin duda, el absurdo es la más desgarradora de las pasiones; y así lo escribía Camus, en plena ocupación de Francia, hace 79 años: “…Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando… Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil.”

Cuando Sísifo es capaz de reconocer lo inútil que resulta su tarea, y tiene la certeza de cuál es su destino, se libera para notar lo absurdo de su condición. Así llega al estado de aceptación. Camus finaliza diciendo que en este punto “todo está bien y hay que imaginarse a Sísifo feliz”. La alegría ciega y silenciosa de Sísifo es porque su destino le pertenece. Lo importante es el esfuerzo por llegar a la cima. Lo importante es la lucha. En esa lucha vence a los dioses.

Pero… ¿Qué tal si, cansado de las colas, de no encontrar lo que anhelaba para cubrir una inmediata necesidad hogareña o de percatarse que ya con la bolsa Clap le vieron cara de bolsa, pues tal sustento no le alcanza, Sísifo más que indignarse se arrecha?

Esa es la respuesta que da Camus a estas situaciones absurdas cuando en su obra L’homme revolté (1951) señala que resulta inútil empeñarnos en superar lo absurdo mediante las ilusiones de una invasión salvadora, unas elecciones a la medida del régimen, el suicidio o la desesperación, pues pretender evadir lo absurdo de esta realidad por estas vías es rechazar la verdad en la cual hoy nos encontramos entrampados. Para Camus la rebelión debe transformarse en acción, comprometida, colectiva y solidaria, donde el hombre debe estar plenamente consciente de su condición de extraño frente a la ignorancia de un mundo que lo ha acompañado siempre, pero del cual él ignora casi todo. La conciencia surge con la rebelión, que supone la afirmación del hombre como dignidad, como principio fundamental que nada ni nadie puede despojar.
¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no, anotaba Camus en su obra. El primer paso que permite desafiar ese desconocimiento de lo que rodea al ser humano es aceptar su condición de inutilidad frente a esta realidad, y no huir de ella, sino afrontar de manera rebelde ese determinismo impositivo. Así es como esa rebelión se define porque se centra en una especie de crítica hacia la invalidez de su condición, hacia el estado sin razón de su vida.
El Sisifo venezolano vive matándose poco a poco, ya se acistumbro a su roca, y para subirla ingirie diariamente fuertes dosis de paranoia, rabia, desconfianza, impaciencia, ansiedad y temor ante la próxima rodada; el Sisifo venezolano no vive, padece…
Ya llegará ese momento en el cual Sísifo, cansado de la pesada roca que sube y baja, como su esperanza, empiece a aplicar serias exigencias cívicas, que le permitan recuperar de su dignidad y podrá iniciar el camino, por empinado que sea, que le conduzca a un porvenir de mayor respeto, seguridad y progreso.

Siguiendo con Camus, éste anotaba: “El extravío revolucionario se explica, ante todo, por la ignorancia o el desconocimiento sistemático de ese límite que parece inseparable de la naturaleza humana y que la rebelión descubre precisamente… La revolución sin más límites que la eficacia histórica significa la servidumbre sin límites”.