Columbo: El genial detective que casi derriba la dictadura en Rumania

Columbo: El genial detective que casi derriba la dictadura en Rumania

El detective Columbo, inspirador del método

 

En los primeros minutos se conocía el crimen y a su autor. El resto estaba a cargo de un detective torpe, desgreñado, con una tendencia para las preguntas inocuas.

Por: Infobae





Su ropa siempre necesitaba pasar por la tintorería. Masticaba un cigarro a medio fumar y hablaba de costado, ladeada la cabeza, parecía pensar con lentitud. Pero al final, cuando nadie lo esperaba (en realidad los malos: nosotros, los espectadores, sabíamos que él ganaría), se detenía: Ah, una sola cosa más. Con una pregunta realizada en el momento en el que parecía retirarse de la escena, atrapaba al criminal. Columbo fue uno de los personajes más queribles y sorprendentes creados por la televisión. Una idea ingeniosa que encontró al actor ideal para encarnarla.

Richard Levinson y William Link crearon a Columbo como un personaje más de un programa especial que escribieron a principios de los sesenta. Al año siguiente, ese guión lo convirtieron en pieza teatral. Seis años después, en 1968, escribieron un especial televisivo -una especie de La Película de la Semana- en la que Columbo era el protagonista. Repitieron la experiencia en 1971. Fue tal el éxito de la emisión de Prescription: Murder que los contrataron para convertirlo en serie.

 

La banda de sonido de Columbo fue compuesta por Henry Mancini, el mismo de La Pantera Rosa

 

Unos meses después, Columbo comenzaba como una serie regular dentro del ciclo The NBC Mistery Movie en el que alternaba con otras dos series: Mc Cloud con Dennis Weaver y McMillan y Sra con Rock Hudson. El canal quería que Columbo fuera semanal pero los compromisos en el cine y el teatro de Falk lo impidieron. Desde el mismo momento de su estreno, el público quedó prendado con ese detective particular. El rating fue muy alto durante toda su estadía en el aire. La serie tuvo 7 temporadas. En 1989 retornó con especiales anuales que se emitieron hasta el 2003. Fueron en total 69 capítulos que generaron un fanatismo poco usual en los espectadores.

Los creadores de la serie querían una figura importante para el papel principal. Tenían el perfil definido. Debía ser un detective en retirada, alguien mayor, cerca de la jubilación. Contactaron a Bing Crosby pero este se negó de salir de su retiro para protagonizar un show televisivo. El proyecto le parecía interesante pero lo iba a mantener alejado demasiado tiempo de las canchas de golf, dijo.

Peter Falk se enteró de que buscaban a alguien para el papel principal y le pidió a los productores una oportunidad. Estos ni siquiera consideraron su oferta. Era demasiado joven para el papel, tenía veinte años menos de los que ellos habían imaginado. Sin embargo su segunda posibilidad, el actor Lee J. Cobb también rechazó la oferta. Fue recién entonces cuando se volvieron a acordar de Falk. No era una mala opción. Era un actor prestigioso y versátil. Además, para qué negarlo, siempre pareció viejo. Cuando lo fueron a buscar, Peter Falk puso algunas condiciones. Tendría participación en el armado del personaje, dirigiría al menos un episodio por temporada y las temporadas serían de pocos capítulos.

 

El primer Columbo de 1970. (Photo by FilmPublicityArchive/United Archives via Getty Images)

 

 Todas fueron aceptadas. Aunque los motivó la urgencia y la orfandad de no tener actor protagónico, todas esas decisiones se demostraron absolutamente acertadas. Falk dirigió un sólo capítulo de la primera temporada. El proceso fue trabado y doloroso para él. Tanto, que le sacó las ganas de estar detrás de cámara para el resto de los capítulos. Su gran aporte fue en cómo moldeó a su detective. El piloto ajado lo trajo de su casa, eligió el auto de un depósito de autos semi abandonados que tenía el estudio al fondo de sus terrenos, ese Peugeot 403 del que no se podía decir cuál era su color. La morosidad y el desalineo también fueron aportes de Falk. Ya la diferencia de edad con aquello que habían imaginado sus creadores no era problema.

Detengámonos en el piloto. El uso del mismo es una clave, un eslabón con Bogart, con los detectives duros del Hollywood clásico, del Cine Negro. Un básico en el kit del detective. Pero el estado de ese piloto nos dice otra cosa. Está sucio y estrujado. El aseo personal no es el fuerte de Columbo. El cigarro atrapado por su labios tampoco juega como factor de seducción, como implemento viril. Está mordido, tira cenizas por todos lados, uno sabe que no es un exclusivo habano cubano.

Esa imagen se complementaba con su desidia y su aparente falta de cuidado con la escena del crimen. Utilizaba elementos involucrado en el homicidio para abrir algo para comer porque no había podido desayunar, o cualquier recipiente le servía de cenicero, cuando no tiraba la ceniza en el piso o sobre una evidencia. Era torpe y parecía siempre distraído; recurría a los demás constantemente porque nunca tenía una lapicera para anotar una dirección importante o encendedor para sus cigarros baratos.

 

Peter Falk como Columbo en 1976 (Original Caption)

 

Era el Teniente Columbo. Sin nombre propio. Aunque los buceadores de archivos encontraron que en el quinto capítulo de la primera temporada se ve en la chapa policial que se llama Frank Columbo. Probablemente eso haya sido una licencia que se tomó quien grabó la chapa obligado a poner un nombre. Tenía una esposa a la que citaba constantemente pero que los espectadores nunca veíamos y un perro llamado Perro.

Los sospechosos solían ser de clase alta, millonarios, personajes influyentes. Subestimaban su habilidad. Columbo nunca quería parecer inteligente, pretendía pasar desapercibido, que no lo creyeran una amenaza para su impunidad. Nadie esperaba demasiado de él, esa era su ventaja. Preguntaba nimiedades y cuando el culpable creía que había salido indemne, con el detective ya de camino a la puerta, giraba miraba a su interlocutor y decía: “Ah, sólo una cosa más…”. Ahí venía la pregunta demoledora, la que demostraba que el cerco se había cerrado sobre el homicida que hasta ese momento creía haber cometido el crimen perfecto.

Esa frase, según Levinson y Link, surgió de casualidad. En la obra teatral que habían escrito a principios de los sesenta, ya en los ensayos finales, descubrieron una laguna lógica en el texto. En vez de reescribir la escena, decidieron hacer regresar a su detective a escena con ese latiguillo.

Columbo era un detective único. No respondía a ningún modelo hasta ese momento. Lejos del galán o del playboy a lo James Bond, pero tampoco con puntos de contacto con Marlowe o Sam Spade, los detectives prototípicos de la novela negra. Ni siquiera se lo puede asociar a Sherlock Holmes. Él no va recolectando pruebas, acumulando pequeños indicios que los demás no ven haciendo gala de su ingenio y erudición. Columbo estudia a la gente, la lee. Escruta las conductas. Sigue sus instintos y los acorrala hasta que encuentra la verdad.

 

 

El personaje surgió de varias fuentes. Es un pequeño Frankestein que tiene algo del Padre Brown de Chesterton, algo de Petrovic de Crimen y Castigo, y un poco del inspector de Las Diabólicas y una pizca de Festín Diabólico de Hitchcock. Pero la verdadera personalidad del personaje fue aportada por Peter Falk. A Steven Bochco, guionista del primer episodio, le pidieron que se centrara en la trama, que del personaje se encargaba el actor principal.

En el primer acto, en la mismísima primera escena, conocíamos el crimen y al criminal. Esa intriga estaba resuelta, ese misterio estaba desechado desde el principio. Un recurso, el misterio invertido, que fue muy novedoso para la época. Los relatos policiales en su mayoría se basaban en el Whodunnit, es decir determinar quién había sido el asesino. En Columbo regía el Howcatchem: los espectadores acompañamos el camino del detective hacia el descubrimiento, hacia la revelación final, hacia el apresamiento del verdadero culpable.

Es una serie que hoy exigiría una profunda reestructuración. Estaba creada y escrita para otro tipo de televidente. Uno que se sentaba frente al televisor unos minutos antes de que empezara su programa favorito para no perderse nada. Que lo hacía con su familia y que sabía que la narración se estructuraba a partir de las pausas publicitarias. Eran relatos que estaban pensados para ser vistos con interrupciones. Lo otro que hoy podría sorprender es que el esqueleto de cada episodio es muy similar; hay una estructura que se repite capítulo a capítulo. Eso es lo que deseaba su público. No quería sorpresas (el mejor ejemplo de estas repeticiones eran los programas cómicos en los que los sketches eran siempre los mismos con pequeñas variaciones). Además ese espectador no tenía la posibilidad del Binge Watching. Esa repetición, esas estructuras siempre iguales, daban seguridad y fidelizaban a alguien que se sentaba cada quince días a ver su programa favorito (como las temporadas eran cortas, Columbo se emitía quincenalmente o cada tres semanas).

Otro de los ganchos de la serie fueron las figuras invitadas. Los asesinos de cada capítulo eran personajes muy reconocidos. Pasaron Johnny Cash, Leonard Nimoy, John Cassavetes (convocado por Flak que actuó para él en Maridos y Una mujer Bajo Influencia), Faye Dunaway, George Hamilton, Martin Landau, Janet Leigh, Ray Milland, Vera Miles, William Shatner y Dick Van Dyke entre otros.

Sin embargo el más célebre de los que participaron sin pertenecer al equipo estable era ignoto en esos días y no aparecía delante de cámara. El primer capítulo de la primera temporada (cuando ya Columbo pasó a ser un programa estable, la tercera entrega desde su inicio), emitido en septiembre de 1971, fue dirigido por Steven Spielberg. El director había dirigido algún capítulo de The Psychiatrist, serie escrita por Richard Levinson y William Link, los creadores de Columbo, que no dudaron en llamarlo para este nuevo proyecto. El canal respetó la decisión de los productores que llevaban varios éxitos consecutivos. El que no se mostró tan dócil fue Peter Falk. Le habían dicho que el director era muy bueno técnicamente pero que su trato con los actores era deficiente y la dirección de actores nula. Falk tenía muy claro cómo quería interpretar a Columbo y deseaba evitar problemas en el primer episodio. Levinson y Link le mostraron algunos de los capítulos televisivos que Spielberg había comandado en los últimos meses y Peter Falk sólo tuvo que reconocer su talento. Años después el actor contó que tras ver esos episodios le dijo a los productores: “Este chico no puede dirigir Columbo. Está para mucho más”. Ese primer capítulo estuvo escrito por Steven Bochco, creador de Hill Street Blues y de NYPD Blue. La dupla Spielberg- Bochco debe ser la combinación más promisoria para un primer capítulo de la historia de la televisión.

Tres episodios sirven para dimensionar la popularidad de la serie en el mundo. Cuando a mediados de los setenta el emperador japonés Hiroito visitó Estados Unidos, le preguntaron a quien deseaba conocer personalmente. Hiroito contestó que sólo a dos personas: a John Wayne y a Columbo (en Japón ponían a la serie para competir contra los partidos de béisbol más importantes que transmitía el canal rival)

Peter Falk contó que una vez de vacaciones por Brasil escuchó un estruendo y corridas. Antes de que pudiera reaccionar, en una playa perdida, se habían juntado cientos de personas que lo habían descubierto y lo rodearon durante horas al grito de : ¡Co-lum-bo! ¡Co-lum-bo!

Pero el caso más extraordinario sucedió en Rumania. El programa era un éxito colosal. El nivel de encendido batía récords cada vez que lo pasaban. Cuando la temporada de 1974 finalizó, la población rumana expresó su malestar. Tanto se tensó la situación, que el gobierno de Nicolae Ceausescu temió una revuelta. Ante la evidente falta de libertades individuales, los rumanos creyeron que el gobierno había censurado Columbo y que por eso no la pasaban más. Lo cierto es que las temporadas eran cortas pero ellos no lo sabían (como tantas otras cosas) y no le creyeron a sus funcionarios cuando alegaron eso. El gobierno rumano, preocupado, recurrió al Departamento de Estado de Estados Unidos. Pidió que le hicieran grabar un mensaje a Peter Falk para tranquilizar a los rumanos. Falk dijo unas palabras, agradeció el cariño y les explicó que nuevos capítulos llegarían el año siguiente. Pero Ceausescu rechazó la grabación. Pocos de sus compatriotas sabían inglés: el resto no iba a creer ni a los subtítulos ni al doblaje. Así fue que Peter Falk grabó un mensaje en rumano. Se aprendió palabra por palabra por fonética. Agradeció al pueblo rumano, prometió una visita que nuca haría y explicó que por el momento no habría nuevos episodios para ver. Después del mensaje los ánimos de los rumanos se aquietaron. Tuvieron que conformarse con las repeticiones que pasaban cada sábado y domingo por la noche.

Peter Falk era ya un actor reconocido cuando encarnó a Columbo. Había recibido dos nominaciones al Oscar como mejor actor secundario a principios de los sesenta y el trabajo no le faltaba. Actuó también para Cassavetes y Win Wenders entre otros. Cuando Columbo explotó se convirtió en una celebridad a su pesar. No tenía el physique du rol del galán. A los tres años, a raíz de un tumor, le tuvieron que extirpar un ojo. Desde ese momento utilizaba uno de vidrio que según el ángulo de cámara podía parecer estrábico. Fue tapa de las revistas de espectáculos pero también de la Time, de Life y de Rolling Stone. Por su actuación en Columbo, Falk ganó 4 Emmys y un Globo de Oro. Los directores que trabajaron con él quedaron deslumbrados con su rango actoral. William Friedkin dijo que “Pocas veces vi alguien que en una escena puede hacerte morir de risa y en la siguiente romperte el corazón”.

Peter Falk era un personaje afable, gran contador de anécdotas y cada uno de los discursos en los que aceptaba premios era una gema humorística. Acá un ejemplo, el de los Emmys de 1976:” Hace un par de años estuve en una ceremonia parecida a esta. Allí intenté hablar de una serie de televisión con cientos de personas involucradas: actores, productores, guionistas. ¡Todo el equipo! Camarógrafos, sonidistas. Pero no hay una serie con éxito en la que los focos no se centren en una sola persona, dejando a todas las demás en la penumbra, y esa persona es el actor principal. Lo que estoy intentando decir es que creo que es un sistema muy sensato y que no me gustaría que lo cambiasen”.

Falk murió el 23 de junio de 2011, hace diez años. En los últimos tiempos padecía de Alzheimer.