Carlos Cabrera Perez: Fanfarronería tardocastrista y embargo norteamericano

Un año más, el tardocastrismo se apresta a su puesta en escena en Naciones Unidas, donde el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla llorará y llorará con casi doscientos votos de apoyo a la resolución de condena al embargo norteamericano, que solo sirve para la propaganda de La Habana, aliados, agentes de influencia disfrazados de académicos y gusañeros empeñados en chantajear a Joe Biden.

Este martes, el gobierno cubano apuntaba directamente al mandatario norteamericano, diciendo vía Prensa Latina, que Biden tiene la “obligación moral” de revertir el estatus Trump y levantar el embargo, atribuyendo el desafío a analistas dentro y fuera de Estados Unidos.

Cuando el tardocastrismo se pone solemne resulta más divertido y toda esa palabrería hueca de obligación moral, siempre atribuida a terceros, es otra muestra de su decadencia y agotamiento de la narrativa de David contra Goliath, que tantas simpatías geopolíticas granjeó a Fidel Castro, subvencionado por la URSS y Venezuela.





Solo un desquiciado político comete la torpeza de endilgar supuestas obligaciones morales, mientras incumple el código ético de cualquier gobierno que es proveer libertad y prosperidad a los ciudadanos.

¿Qué moral tiene el gobierno cubano para exigir nada a Estados Unidos, cuando diariamente agrede a los ciudadanos con el incremento de la represión, la pobreza y la desigualdad?

El principal responsable de la escasez de alimentos, medicinas y de la prolongación de un régimen liberticida es el gobierno cubano que incumple el catálogo moral de la A a la Z, incluida la explotación de los médicos y sanitarios que alquila a países extranjeros, teniendo la desfachatez de armar una campaña mundial por el Premio Nobel, que obligaría a la entidad sueca a crear el capitulo de Explotación del hombre por el estado.

Sería decente que el gobierno cubano renuncie a su pedagogía mentirosa de calcular cuánta insulina no se puede comprar por culpa del embargo, cuya excepción en medicamentos y útiles sanitarios es clara; y si sigue empeñado en la matemática politizada, solo tiene que calcular cuantos diabéticos podrían tener su medicina, si se desmontan el aparato represivo, se reduce el ejército, y los aparatos políticos y gubernamentales, incluidas las llamadas organizaciones de masas que forman parte del esquema totalitario.

El alivio de las sanciones de Trump, que fueron la respuesta a los ataques sónicos y la negativa de La Habana a cooperar en una negociación en Venezuela que ponga fin al hambre y el genocidio en uno de los países más ricos de América Latina, solo será posible si el gobierno cubano acepta que las remesas de la generosa emigración cubana se entreguen en dólares a sus familiares-rehenes del régimen, y avance claramente en materia de derechos humanos y libertades.

Europa acaba de condenar duramente las prácticas totalitarias del gobierno cubano, el Club de París ha dicho basta y echado cuentas de los impagos y Francia se encamina a un cambio de ciclo político, con el avance de la derecha que, de confirmarse en las siguientes presidenciales, pondría muy difícil las cosas a la dictadura más antigua de Occidente, que también ha deshonrado sus compromisos con Bouygues, un empeño personal de Raúl Castro y Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.

El tardocastrismo está azuzando al ala izquierda del Partido Demócrata para que presione a Biden en la dirección más conveniente para La Habana, en otro error de cálculo político y de Inteligencia porque el presidente y sus huestes deben afrontar el Mid Term y los políticos cubanoamericanos y la Democracia Cristiana ya se adelantaron y trazaron el esquema de que la política estadounidense hacia Cuba debe ser de estado, bipartidista y no motivo de disputa interna, como desea la dictadura anticubana que okupa el Palacio de la Revolución.

Como bien saben, el gobierno cubano y sus adláteres internos y externos, el levantamiento del embargo requiere mecanismos legislativos, que no están al alcance del poder ejecutivo de un presidente democrático, a diferencia de Cuba, donde la Constitución y las leyes están sometidas a la voluntad del mandamás de turno.

La casta verde oliva y enguayaberada pretenderá, a partir de este miércoles en Nueva York, alborotar el gallinero multilateral y sacar pecho del amplio rechazo al embargo que cosechará en Naciones Unidas, en otro ejercicio de desmemoria oportunista habitual, porque Barack Obama fue en extremo generoso con la dictadura, se abstuvo y promovió la abstención de Israel en la votación sobre el embargo y como un acobardado Raúl Castro lanzó una bofetada, que aun duele en la mejilla de Joe Biden y muchos otros norteamericanos que creyeron que el castrismo es corregible, reformable.

El gobierno cubano vive instalado en el olvido orwelliano, según su conveniencia; pero la Casa Blanca, el Partido Demócrata, la oposición anticastrista y la emigración tienen memoria y saben que La Habana es experta en fanfarronear públicamente, mientras en privado suplica Pío Tai y mueve a sus peones para intentar generar un clima proclive al enésimo engaño de que si Biden afloja, ellos aflojarán; lo que no han hecho en casi 63 años.

La Cuba heroica y carismática murió hace años, y los votos contra el embargo norteamericano en ONU son pura simbología multilateral, que no influyen en las sanciones económicas de Estados Unidos.

La Habana tiene una oportunidad de oro para conseguir el restablecimiento de remesas en dólares, vuelos regulares a provincias y algo de turismo, solo tiene que liberar a los 127 presos políticos, incluidos Denis Solís, Luis Robles Elizástegui y Mykel Osorbo, anular los decretos leyes 349 y 370, y dejar de hostigar, entre otros, a Tania Bruguera y Luis Manuel Otero Alcántara; eliminar el destierro de ocho años a médicos que renunciaron a ser mano de obra cualificada y barata, promover el emprendimiento privado y dejar de acosar a los cuentapropistas.

En el plano externo, puede contribuir a una solución negociada a la crisis de Venezuela, dejar de desestabilizar a Colombia y Chile y abstenerse de manipular a Pedro Castillo, en Perú, y cortar el flujo migratorio de cubanos hacia Estados Unidos, que impulsa a través de terceros países y tolera vía marítima, donde los emigrantes arriesgan vida y gastan dinero que muchas veces ni tienen.

Nada de esto tiene que ver con el socialismo próspero y sostenible que pregonaba Díaz-Canel en sus inicios de mandato, aunque hace poco admitió que no estaba gobernando bien, empleando el plural para socializar derrotas e individualizar éxitos, insana costumbre castrista.

Este artículo se publicó originalmente en CiberCuba el 23 de unio de 2021