Algunos autores, ya desde el siglo pasado, empezaron a plantearse, la reforma del Estado liberal y la superación del Estado comunista. Se empezó a hablar de post-modernidad y post-marxismo y una crisis general de representación de la sociedad, que implicó un cuestionamiento a fondo de los partidos políticos. Se desarrolla el concepto de sociedad civil y movimientos alternativos y reforma de los partidos tradicionales o surgimiento de nuevos partidos y grupos organizados. Esto explica de alguna manera los diversos sacudones de las últimas décadas en casi todos los países. El mayo francés del 68, la contracultura de los 60 y 70, los procesos de descolonización, la caída de la Unión Soviética y del comunismo europeo, la reconversión de China a un modelo comunista-capitalista, la primavera árabe, los movimientos de los indignados en Europa y, en América Latina, el descontento creciente con los políticos y la política.
Redefinir el Estado es una exigencia global de cara a las nuevas realidades y exigencias del siglo 21 que no sacrifique al ciudadano y sus derechos, que fortalezca el Estado de Derecho y que asuma, plenamente y en la práctica, los Derechos Humanos. En el siglo 21 la superación dialéctica del Estado del siglo 19 y 20 es el Estado democrático como garante de la libertad de todos y el respeto absoluto a los DDHH sin ningún tipo de restricción o distinción (el Otro diferente). Si no se respetan estos dos principios fundamentales, no importa la ideología, el sistema político, no pasa de ser una dictadura y una tiranía. En cuanto a la economía, sin dogmas, basta observar, qué ha funcionado y sus resultados y qué ha fracasado. En cuanto a la libertad e igualdad, en su dimensión histórica progresiva, deben ser asumidos en la perspectiva post-moderna de las responsabilidades personales, privadas y públicas en función de la solidaridad, nacionales y globales, y la fraternidad, el tercer principio olvidado de la Revolución Francesa de 1789.