Fidel Castro se paseaba por las pasarelas de todos los continentes y se convirtió en una vedette para satisfacer la frivolidad de unos cuantos que se desesperaban por fotografiarse con semejante personaje. Las ruedas de prensa eran maratónicas y siempre tenía respuestas para todos los temas. Eran palabras que iba reciclando de escenario en escenario, partiendo de esa narrativa construida para secundar la verdadera intención que siempre tuvieron: atrapar el poder y no soltarlo jamás. A estas alturas lo que se evidencia es que los influjos de la verborrea fidelista se esfumaron con su muerte.
Las contundentes manifestaciones protagonizadas en los últimos dias por la ciudadanía cubana, dejan ver que ese pueblo está hastiado de pasar trabajo, de vivir o más bien sobrevivir a la hambruna impuesta por esas élites que se comen el lomito gordo, mientras la gente se arriesga a ser devorados por los tiburones, al tratar de escapar de esa tragedia, usando unas artesanales balsas. Los cuentos idílicos de las batallas de Playa Girón, o de Bahía de Cochinos, ya no le sirven a los mandamás castristas para engatusar a mujeres y hombres que se han decidido a dar la vida para ver si comienzan a vivir con algo de dignidad.
Los ojos del mundo están posados sobre esa tierra. Pero estemos claros en qué no es suficiente que miren desde lejos, con quietud, porque muy bien advirtió el poeta cubano José Martí que “cuando alguien ve con calma cometer un asesinato, termina siendo culpable”. Y eso es lo que le gritamos al mundo aún libre. Es hora de ser solidarios, pero con eficacia. En cuba están matando de hambre o de palazos a decenas de seres humanos. Los castristas, expertos en excusas, apelan al principio de soberanía para mantener a raya la necesaria intervención Humanitaria, son unos cínicos porque bien consta de las reiteradas invasiones que han promovido a lo largo de estas 6 décadas de tiranía.
@alcaldeledezma