León Sarcos: Barco a la deriva

Winston Churchill, líder político inglés, uno de los artífices de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, despreciaba las encuestas y se hizo, por su inteligencia, coraje y don de oportunidad, un emblema para superar dificultades. El señor Churchill, también premio Nobel de literatura 1953 por su brillante pluma, fue uno de los pocos políticos de su tiempo que advirtieron sobre los peligros que representaban Hitler y el nacionalsocialismo para la paz de Europa y del mundo.

Entre todas las adversidades que padecía Inglaterra para el momento en que los nazis se anotaban las victorias más resonantes en los inicios de la guerra, dijo con denodado entusiasmo, propio de un auténtico líder: Aunque mantenga mi absoluta confianza en la victoria final, no creo que la gente de este país se haya dado cuenta aún del alcance o de la amenaza que se nos viene encima. Guardando las distancias con los alcances de las magnitudes de aquel desastre si los aliados hubiesen perdido la guerra, no deja de tener los signos de una catástrofe para la nación de consolidarse lo que aun solo gracias al respaldo de una cúpula militar corrupta amenaza con llevarnos a un verdadero infierno.

No es posible que una decisión que tiene que ver con el destino de un país de tanta significación para la geopolítica latinoamericana y mundial, como Venezuela, donde está en juego el esqueleto o lo que queda del naufragio de la democracia ante el último de una serie de montajes electorales, de los cuales se han rechazado con vehemencia los dos últimos, hoy se invoque la activación de la participación y la disputa de espacios que ya la dictadura tiene previamente repartidos y consolidados, como si esta fuera la única opción que le queda a la ciudadanía para terminar de entregar una plaza sitiada.





 Los dos últimos llevaron a elegir a Nicolás Maduro Presidente de manera fraudulenta y a una Asamblea Nacional también fraudulenta, esta de gobernadores y alcaldes sería la estocada para definitivamente avalar la consolidación de la dictadura y ganarnos la perdida de respeto y de solidaridad para que el mundo nos abandone a un destino siniestro similar al pretendido paraíso del cual pretende librarse al costo que sea necesario el pueblo cubano. 

Lo más grave es que aparte de las posiciones claramente definidas de María Corina Machado, Andrés Velázquez, David Smolansky, Juan Pablo Guanipa, Delza Solórzano, íntegros en la política como lo han demostrado hasta ahora, el asunto de participar o no queda a discreción de los partidos y organizaciones no gubernamentales, como si fuera la elección de una reina de carnaval o alguna fiesta patronal que solo interesa a quien va a disfrutarla. Creo que empiezo a entender la crisis de la dirigencia política de la oposición de este país, a los Alacranes y también a sus aliados, los Falcón, los Zambrano, los Ochoa Antich, los Fermín, y los Felipillo de pillo, como lo bautizaría ese insigne venezolano llamado Teodoro Petkoff, a Felipe Mujica, que siempre da la impresión de estar en todo y nunca ha estado en nada.

El camino que lleva la vida política venezolana no es nada promisorio. Hay un total abandono de la ciudadanía y pérdida total de conexión con el sentir de la gente. Vamos rumbo a una emboscada que reafirma en el terreno el secuestro de una sociedad, la supremacía de los más ineptos en el ejercicio de gobierno y la perdida casi total de la moral republicana. La cultura de la corrupción ha permeado a todos los estratos sociales y los niveles de percepción de las nuevas generaciones son de escepticismo e incertidumbre después de más de 20 años de caos, saqueo y malversación de la riqueza nacional. La siembra de antivalores y la pérdida total de escrúpulos para gobernar y mentir crean una situación de desamparo total material y espiritual ante la cual una parte de esta dirigencia no está a la altura para revertir.

Se comienza a sentir el vacío en la jefatura cuando al final se imponen los nuevos líderes tarifados de las encuestadoras, el «filósofo» Luis Vicente León y el eminente «politólogo» Félix Seijas; imagínense cómo será la crisis de direccionalidad de nuestra oposición que la voz cantante y la inducción de la opinión ciudadana la marcan los dueños o socios de las encuestadoras. Es decir, el Gobierno pone la fiesta y las encuestadoras la música. Alacranes y otros bichos bailan y beben gratis toda la noche.

Señores, aquí está en juego el futuro de Venezuela, pues la participación de las fuerzas democráticas lleva implícito el reconocimiento de los poderes constituidos, todos elegidos e impuestos de manera inconstitucional y fraudulenta, y lo que es peor, lleva a la pérdida progresiva del respaldo internacional a la lucha por devolver una vida digna a los venezolanos, muchos de los cuales se encuentran hoy sin patria, dispersos por el mundo, y a las nuevas generaciones que reclaman un futuro mejor.

El espectáculo está montado con toda precisión; ha habido ensayos de todos los escenarios para noviembre de 2021 en la mesa situacional donde tienen analistas permanentes que estudian con detalles pormenorizados cómo terminar de atornillarse para siempre, al igual que la dictadura cubana. Por eso aflojan las tuercas y aceptan dos «representantes» de la oposición en el CNE, dicen que van a México y encarcelan a Guevara y Tarazona, dos de los activistas más destacados en defensa de la democracia en la actualidad. 

Detrás de todo el gran show electoral, independiente de los resultados, está la aprobación, después de las elecciones de gobernadores y alcaldes, de la Ley del Estado Comunal, que de seguro creará el sustituto del antiguo protector, que funcionará directamente con las ZODI y las REDI, dependientes directamente del comandante en jefe. Esta es la esencia de la flexibilización. Entonces él dirá con el clásico, bruto cinismo que crispa: «Yo dije que no más protectores, pero la nueva la Ley del Estado Comunal ahora me ordena una versión llamada presidentes comunales, producto de una nueva división administrativa.

Se le hace la venia a Nicolás Maduro y al militarismo siniestro y se ignora que en una dictadura de matones no hay adversarios como en democracia: hay solo enemigos. Su proyecto para este país constituye la aniquilación del modelo de vida por el que luchó y murió una parte representativa de valiosas generaciones. Cuando se actúa en política, se piensa en todos nuestros muertos y en todos los tiempos.

Hay luchas de gran aliento, la nuestra es de esa naturaleza, para la cual necesitamos grandes hombres. Los fundadores de la democracia, comenzando por ese gran líder llamado Rómulo Betancourt, que pasó más de veinte años entre el exilio y la clandestinidad –corriendo todo tipo de riesgos y pasando toda clase de privaciones–, y ello nunca evitó que escribiera sus artículos semanales y redactara cartas donde intercambiaba ideas e instruía directrices a sus colaboradores, pero su voz era un mandato, su ejemplo una conducta a seguir, porque solo el líder enseña con su talante, con su aliento, con su credo, con su manera de hacer política. 

 Las nuevas generaciones tienen entre ellos jóvenes de la misma cepa para el combate, con una química, una preparación y una disciplina que podría ser inspiración de ese gran líder. Ya hemos visto la resistencia de Guaido, el temple de Ecarri, el coraje y la entereza de Guevara, Smolansky, Caro y Tarazona, es el momento de dar un paso adelante.

Tenemos que refundar las organizaciones políticas; tenemos que trabajar conjuntamente con la sociedad civil, tenemos que sustituir a los traidores y a los que están cansados. Tenemos que crear una organización hermética, ingeniosa, novedosa. De cara a la gente, fresca, transparente, de ideas renovadas y adaptadas a los tiempos que corren de la revolución digital y el imperio de la ciencia, que rescate la esperanza y el sueño venezolano, como un ideal modelo de vida al que todos los nacidos en este bendito territorio tenemos derecho. Manos a la obra. Hay los recursos y sobran los talentos.! ¡Viva la Venezuela Democrática!                                                                                                    

León Sarcos, julio 2021