Carlos Ochoa: La rebelión cubana a ritmo de rap

La inédita protesta del 11 de julio en Cuba, nos enseña que no importa cuánto control ejerza una dictadura sobre un pueblo, en algún momento por mucho que se haya demorado, se produce un canto colectivo que hace despertar las ansias de libertad. Es importante precisar que la gota de agua que derramó el vaso fue la represión del régimen a varios artistas, periodistas e intelectuales, que valientemente se organizaron para exigir la derogación de una nueva ley que prohíbe la libre asociación e incrementa la censura ya de por si impuesta desde hace décadas. El 27N y el Movimiento San Isidro están desmontando una narrativa caduca y obsoleta de una revolución fracasada y suman respaldos en Cuba y en todo el mundo.

 Con lo que está ocurriendo en Cuba podemos constatar que las exigencias de democracia y libertades no necesariamente se canalizan a través de los partidos políticos, en muchas partes los partidos como mecanismos de organización de los ciudadanos para expresarse políticamente están en crisis, esto se hace visible con el manejo  de la pandemia en Europa y los Estados Unidos, existe en casi todo el mundo un distanciamiento creciente entre las organizaciones políticas y los ciudadanos, esto se da principalmente por las diferencias discursivas entre orden y necesidades, la mayoría de los partidos no están interpretando correctamente lo que las personas están entendiendo por necesidades, a diversas escalas de desarrollo socioeconómico que abarca desde el llamado primer mundo al subdesarrollo, la propuesta de relatos va desde el estado de bienestar de las sociedades desarrolladas, hasta el populismo de derechas e izquierdas pasando por dictaduras como la cubana y países secuestrados por el autoritarismo como Venezuela y Nicaragua. Entre ambos extremos está surgiendo un populismo de necesidades que intenta abrirse espacio en un campo de batalla desilusionado de las ideologías, este populismo Covid intenta enamorar saciando la necesidad dionisiaca de placer que tiene buena parte de la población mundial  después de un largo confinamiento, no pretende organizar la sociedad ni planear su futuro, ofrece la liberación dionisiaca del espíritu sometido por el estado apolíneo, eso es lo que vemos en buena parte de  Europa y en otros países, una celebración colectiva a Dionisio Baco como respuesta al Gran Hermano Estado que aspira controlar todo los espacios de la vida con el pasaporte Covid y otras regulaciones,  que se interpretan por una parte de la población como una pérdida de libertades.  

Entiendo que los partidos cumplen un papel insustituible en las democracias y que estos mantienen su vigencia si su relato responde a los momentos histórico políticos, este no es el caso de Cuba en donde no hay libertades y por supuesto no existen partidos políticos, existe un único partido que por más de 60 años ha dictado ferozmente las normas, es al poder del Gran Hermano Camarada que el pueblo cubano está retando en la calles, la respuesta es la de siempre, detenciones, torturas, asesinatos, desaparecidos, pero esta vez la protesta tiene música, las canciones de los raperos que viven fuera y dentro de Cuba dicen más, conectan más y han llegado a más personas en todo el mundo que los discursos de muchos políticos, es la otra cara de Dionisio, la que no niega la política a pesar que la sociedad cubana está despolitizada y sin derechos. El canto de esperanza que sueña con una “Patria y Vida” ha sido tan poderoso porque derrumba el “Patria o Muerte” del totalitarismo, es un canto con una narrativa de cambio para un pueblo cansado de tanto sufrir.





Nadie puede predecir cuándo ocurrirá el  derrumbe de la dictadura cubana, pero las señales de purga interna de los altos mandos militares y el amago de liberalización de la economía son señales evidentes de fractura y agotamiento. Lo que ocurra en Cuba tendrá consecuencias políticas en el continente, si  una rebelión dionisiaca liberal porque no puede ser de otro modo acelera la salida del régimen con un liderazgo horizontal, puede influir mucho en el patriarcado político de la isla, dándole una oportunidad a las utopías democráticas para formar partidos políticos interpretativos de las necesidades sin el relato del populismo tutelar. Creo que este es el reto de replantearse la política y los partidos, en un tiempo en donde los patriarcados están siendo cuestionados y  acosados por los “bárbaros” que no se someten al nuevo orden mundial ni a los totalitarismos.