Betzabeth Jaramillo: Afganistán, la ruta de la seda y el inicio de la hegemonía China

Betzabeth Jaramillo: Afganistán, la ruta de la seda y el inicio de la hegemonía China

Años atrás, se vaticinaba que China alcanzaría su poderío en 2026, la pandemia mundial del COVID-19, el Cambio de Gobierno en los Estados Unidos de América  y el más reciente hecho de la evacuación de las tropas norteamericanas de Afganistán y el retorno de los talibanes al poder, luego de 20 años de intervención y que ha traído como consecuencias las que hemos observado en los últimos días caracterizadas por el retorno de los talibanes, la terrible situación de mujeres y niñas, atentados y la huida de civiles en búsqueda de seguridad para sus hijos y familias, han acelerado el inicio de un nuevo periodo mundial o cambio de época, ante una hegemonía americana herida y en declive, ante lo cual un nuevo orden mundial comienza a dibujarse con el gigante asiático como orquestador y pilar fundamental. 

La toma de Afganistán por parte de los talibanes centra la preocupación inmediata en el rescate de decenas de miles de estadounidenses, aliados y afganos varados en todo el país. Su rescate debe ser nuestra prioridad urgente. Sin embargo, la preocupación más fundamental es cómo Estados Unidos se vio obligado a retirarse en una decisión tomada sin mucho aviso o consulta con los aliados o la gente más directamente involucrada en 20 años de sacrificio. Así lo manifestó Henry Kissinger.

Sobre Afganistán a manera general vale la pena recordar que la historia es cíclica, tiende a repetirse e incluso volver a cosas que quizás tuvimos en el pasado, si no aprendemos de ella estamos destinados a cometer los mismos errores o si la aprendemos podemos utilizar este insumo para planes a grandes rasgos, en el caso afgano varios imperios que han perecido luego de intentar controlar su territorio. EE. UU es el caso más reciente de un Imperio o hegemonía que ha cedido ante los talibanes, ante el Castro- Chavismo, una potencia sin rumbo y quizás en su ocaso, lo que ha abierto la posibilidad a una china aun dormida pero bien planificada en su política exterior y objetivos.





El tablero internacional comienza a sugerir un nuevo orden mundial y una reconfiguración de sus variables. ante la caída de la hegemonía de Estados Unidos y su “fallida” política de intervención con la que han querido ser “los salvadores del mundo” y bajo su teoría de la Pax americana. Considerando que la salida de Washington de Afganistán ha servido a la propaganda china para avivar el sentimiento nacionalista a ultranza, y que recuerda que China está llamada a ser la potencia hegemónica en el mundo en 2049 cuando, dicen, se cumpla el centenario de la fundación de la República Popular China, así está plasmado en su política exterior, sus planes quinquenales y como la dicho incluso su líder XI Jinping, el estadista que ha devuelto la idea de grandeza al gigante asiático.

Lo que estamos presenciando en este momento se caracteriza por el Mundo tripolar en declive ante la pérdida hegemónica de los estados unidos, para dar paso a un nuevo sistema donde habría que esperar su devenir, pero en el que podemos ver un triunfo de china, donde además se evidencia el traslado de las acciones o la prioridad en el océano atlántico para re direccionarlo al pacifico. Vemos un cambio entre lo que fue la guerra fría por un conflicto de ideologías para dar paso a una nueva dinámica centrada en la lucha entre democracias vs autoritarismos y donde lo económico pareciera que definirá las agendas políticas y se convertirá en la punta de lanza del nuevo sistema.

Afganistán nos ha recordado de nuevo que estamos ante un nuevo ciclo y que, en esta década y en las próximas, China puede marcar la senda con sus avances definitivos con la tecnología 5G, la inteligencia artificial, la nueva ruta de la seda y su expansión en el mundo por medio del comercio o la diplomacia de las vacunas. Pero lo que diferenciaría al caso asiático del americano es que esta no tendrá valores morales que exportar, ni principios éticos como Occidente, pero estarán presentes en todo el mundo, y solo dependerá de los otros estados, cómo y hasta donde pueden llegar.

La nueva ruta de la seda, el plan de expansión

China basado en sus intereses en la paz y las negociaciones, llegará a nuevos aliados ofreciéndoles desarrollo, inversión y mucho más importante hacer infraestructuras de comunicación dentro de su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. El fuerte de los chinos son negociaciones comerciales, pero también se caracterizan por su paciencia e inteligencia, todas sus acciones las hacen con cálculos previos. Por tal razón fueron los primeros en reconocer al régimen talibán en Afganistán ya que pueden convertirse en el comprador principal de minerales, negocios y adicionar un nuevo país a su nueva ruta de la seda intercontinental que conectara a todo el mundo. recordando que La Ruta de la Seda fue una red de rutas comerciales organizadas a partir del negocio de la seda china desde el Siglo I a. C, que se extendía por todo el continente asiático, conectando a China con Mongolia, el subcontinente indio, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Sus diversas rutas comenzaban en la ciudad de Chang’an (actualmente Xi’an) en China, pasando entre otras por Karakórum (Mongolia), el Paso de Khunjerab (China/Pakistán), Susa (Persia), el Valle de Fergana (Tayikistán), Samarcanda (Uzbekistán), Taxila (Pakistán), Antioquía en Turquía, Alejandría (Egipto), Kazán (Rusia) y Constantinopla (actualmente Estambul, Turquía) a las puertas de Europa, llegando hasta los reinos hispánicos en el siglo XV, en los confines de Europa y a Somalia y Etiopía en el África oriental.

En junio de 2014, la Unesco eligió un tramo de la Ruta de la Seda como Patrimonio de la Humanidad con la denominación Rutas de la Seda: “Red viaria de la ruta del corredor Chang’an-Tian-shan”. Se trata de un tramo de 5000 kilómetros de la gran red viaria de las Rutas de la Seda que va desde la zona central de China hasta la región de Zhetysu, situada en el Asia Central, incluyendo 33 nuevos sitios en China, Kazajistán y Kirguistán. El renacer de esta ruta permitirá mayor control e interconexión un mundo cuyas fronteras se vuelven más porosas.

La Nueva Ruta de la Seda es el megaproyecto de China constituido como una red comercial entre Asia, África y Europa a la que se integrará Latinoamérica por los intereses chinos y los últimos acercamientos con países en la región entre ellos Ecuador. Actualmente más de 70 países ya forman parte de esta nueva iniciativa que podría cambiar el viejo orden mundial.

Para el año 2020, China fue le mayor inversionista del mundo y el segundo receptor de inversión extranjera directa. El avance de China como potencia mundial se hace patente en América Latina y el Caribe. Además de los vínculos comerciales, la economía asiática reclama mayor presencia como inversionista y proveedor de contratos de construcción. El año pasado las fusiones y adquisiciones chinas disminuyeron en Europa, América del Norte, Asia y el Pacífico, pero aumentaron en las economías latinoamericanas, al grado de representar una quinta parte de la inversión extranjera directa (IED) que llegó a la región.

El proceso de recuperación de América Latina y el Caribe de la pandemia de Covid-19 es una oportunidad de iniciar una nueva etapa en las relaciones económicas con China y de elaborar políticas que aseguren que las inversiones de ese país contribuyan a construir capacidades productivas en los países receptores, a establecer vínculos con proveedores locales, a generar empleo y a promover el desarrollo sostenible”, expone la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En medio de la disputa con Estados Unidos por el liderazgo en el despliegue de tecnologías digitales, el año pasado China fue el mayor inversionista en el mundo y el segundo receptor de IED. Además, genera 18 % del producto interno bruto (PIB) mundial y 22 % de las exportaciones de manufacturas en el mundo, la economía asiática pasó de representar 1.3 por ciento de las salidas de IED en 1990 a 31.8 % en 2020.

En América Latina y el Caribe, la participación de China en la IED vía fusiones y adquisiciones pasó de 1.7 % del total, entre 2005 a 2009, a 22.9 %, en 2020. Mientras sus anuncios de inversión en los mismos periodos de comparación pasaron de 3.5 a 4.7 %, respectivamente, detalla la (CEPAL).

En la actualidad, China busca invertir en tecnología a través del proyecto la Ruta de la Seda Digital, con proyectos en cables de fibra óptica y redes de telecomunicaciones, en comercio electrónico y sistemas de pagos móviles, proyectos relacionados con la industria espacial, centros de datos, investigación y ciudades inteligentes. Sin embargo, sus fusiones y adquisiciones en los sectores tecnológicos de América Latina y el Caribe son muy escasas.

China está invirtiendo en puentes, puertos, líneas de ferrocarril y carreteras en todo el mundo. El sueño de la Nueva Ruta de la Seda le cuesta al estado chino cientos de miles de millones de euros. El presidente chino Xi Jinping promete desarrollo y riqueza no solo para China, sino para el mundo entero. Sin embargo, la mayoría de los proyectos de infraestructura son ejecutados por chinos todo esto previamente pensado.

El interés geográfico principal sigue siendo Asia. Sin embargo, de acuerdo con las comunicaciones oficiales chinas, todos los países y continentes pueden incluirse, desde el Ártico a América Latina además está ya no solo incluye carreteras, rutas ferroviarias, puertos, aeropuertos e infraestructuras de transporte. También incluye normas y estándares, aduanas, tributos, comercio electrónico y todo un abanico de proyectos que suena atractivo para los países que quieran desarrollarse, están incluso en las periferias o tienen intereses comerciales.

Años atrás, esta idea fue desestimada por mucho en sus comienzos por algunos como un plan imposible, la Nueva Ruta de la Seda, o como también se le conoce “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (“yi dai yi lu” en mandarín, BRI por sus siglas en inglés) ha cambiado realidades sobre el terreno y que parece que se asentará durante décadas. Curiosamente este proyecto estrella, contempla el Corredor Económico China-Pakistán (por tal razón el interés de china en negociar con el nuevo régimen imperante en Afganistán), tendrá acceso desde su oeste a través del puerto pakistaní de Gwadar al mar. 

De igual modo, es menester considerar que China lidera estructuras como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) junto con Rusia, lo cual les ha servido para apoyar proyectos a escala global en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (ruta de la seda) y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Convirtiéndose en un socio atractivo y que en menos de 20 años ha modificado su mapa de influencia en los diferentes mercados mundiales y continentes.

Inicio de la hegemonía china en el mundo

El Partido Comunista Chino (PCC) celebró el pasado 1 de julio los 100 años de su nacimiento, con un despliegue de propaganda en alabanza a una China que en 40 años se convirtió en la segunda potencia económica mundial y actualmente en la primera.

La República Popular China se ha visto transformada durante cuatro décadas de reformas económicas, la China actual dista mucho de la China de Mao, aunque persigue los mismos objetivos expansionistas, bajo otra estrategia basada en el dulce comercio.

El Partido Comunista se parece a una dinastía como las otras por muchos aspectos. Actualmente, el presidente Xi Jinping se comporta como un emperador chino clásico, excepto que ahora China dispone de una potencia a nivel internacional que le permite sostener sus reivindicaciones territoriales, las cuales, una vez más, no son nada nuevas y están presentes en el pasado de China. Las incursiones del Ejército Popular de Liberación (EPL) en el Mar Meridional son una muestra del proceso expansionista de Xi Jinping, acelerado en la primera mitad de 2020, aprovechando la distracción que generó la pandemia por COVID-19 en la mayoría de los gobiernos y silenciando a otros con sus generosos aportes bajo la diplomacia de las vacunas. 

El dominio global de los Estados Unidos de América, máximo representante del capitalismo, está mostrando signos de agotamiento. China, con su particular modo de organización, exhibe potentes condiciones para el crecimiento económico y para gestionar con eficiencia las crisis económicas y la pandemia. El desplazamiento de la hegemonía hacia Asia se observa desde Occidente con mezcla de preocupación y admiración.  para entender esto, hay que analizar el crecimiento de Pekín. China ha alcanzado la posición de ser la potencia mundial en ascenso en los últimos años. Detrás de esta situación hay una preparación que se viene desarrollando desde hace años y una estrategia global para lograrlo. Considerando esto el gigante asiático al asegurar su desarrollo económico, creó un modelo a su manera al cual puede controlar y dirigir sin las presiones ideológicas o imponiendo algún dogma.

Para el gigante por su devenir histórico se ha asociado la palabra “conquista” con imposición, derramamiento de sangre para ocupar un territorio, pero su política es totalmente opuesta. Primero porque no quieren exportar valores (es lo que han manifestado hasta ahora y no hemos visto una expansión de los mismos), ni siquiera su propio sistema político el cual se profesa como unos de los mejores, de que a ellos les funciona, el ejemplo más reciente es cómo han controlado la COVID-19 con la política de cero contagios.

Ellos proclaman que nunca intervendrá en cuestiones internas políticas de otros países. su filosofía sería totalmente opuesta al intervencionismo y con la que siempre ha marcado su diferencia principal con Estados Unidos. Ellos mismos proclaman que el objetivo de estar presentes en otros países es el de aportar riqueza. No hace falta explicar mucho que esto es una forma de definir “inversión económica”. 

Por su parte, los líderes chinos tienen el mandato histórico de recuperar para su país la cumbre jerárquica global que, de acuerdo con la tradición china, ocupó en el pasado, y con ella el orgullo nacional y la autoestima. China está pensando en 2049, cuando se cumplan 100 años de la revolución comunista y la implantación de la República Popular, como el año en que se convertirá por completo en una potencia hegemónica.

Además, China se esfuerza por participar activamente en la política exterior y por aumentar rápidamente su capacidad económica. Estados Unidos no logra evitar las actividades de China y Rusia que afectan la estabilidad global; EEUU no ha logrado controlar el poder de decisión de Irán y Corea del Norte y está lejos de poder incidir en los procesos políticos de Venezuela y Cuba de acuerdo con sus propios intereses.

En efecto, se le atribuyen a Napoleón Bonaparte ciertas palabras dichas en 1816, si bien nunca han podido demostrarse en forma fehaciente: “China es un león durmiente. Cuando despierte, el mundo se echará a temblar”. pues, cómo no preocuparse por un país que cuenta con unos 1.400 millones de habitantes, en torno al 18% de la población mundial, y cuyo ejército figura en el año 2019, según el Global Firepower Index, en el tercer lugar, apenas precedido por los ejércitos estadounidense y ruso (Global Firepower, 2019). No es para menos, puesto que es difícil saber con certeza cómo empleará China su enorme poder militar.

El auge de China es el asunto más importante de esta década en el plano político, tecnológico y económico. Se corre el riesgo de convertirse en un aglutinador con influencia geopolítica al tratar de seducir a países individuales con inversiones o planes de ayuda.

China llegará con sus propuestas de desarrollo común, ejercer una hegemonía benevolente, generando quizás una multipolarización mundial. China busca establecer un orden político económico de respeto sin imponer su propia voluntad sin crear la dicotomía de ricos y pobres, hablando de multiculturalidad, sin incluir elemento bélico para expandirse, a excepción de sus reclamos históricos, pero el elemento económico si es su herramienta para expandirse y que además nos remonta al debate del triunfo de lo económico sobre lo político.

Además, esta estrategia es mucho más rentable que los costos de la guerra por territorio y su mantenimiento, mientras que llegar a los países por el intercambio, las relaciones comerciales y las embajadas, dan cuenta que el fin último de generar influencia es posible y sin un costo tan elevado como una intervención (hemos visto años de conflicto con miles de bajas humanas y un gasto militar sin precedentes).

¿Estaremos en el inicio de una hegemonía China? A todas luces, esta parece ser una respuesta positiva cuando analizamos el tablero global, el declive de los Estados Unidos, su nueva ruta de la seda y una política exterior sólida que no se frena en debates ideológicos.

Politóloga Betzabeth Jaramillo

@betzaj