Jet privado, una mansión de 5,7 millones de dólares en uno de los barrios más exclusivos de Hollywood, con su propia sala de cine, gimnasio y hasta una bodega de vino con más de mil botellas. La vida de lujo de Zachary Horwitz no coincidía con su brevísima trayectoria como actor, que había llegado en 2012 a la mítica ciudad del cine y apenas ostentaba un puñado de papeles menores.
Todo se explicaba a partir de una mega estafa bajo el esquema Ponzi que en muy poco tiempo lo convirtió en un hombre rico. Aunque su buen pasar se derrumbó la madrugada del pasado 6 de abril, cuando los agentes del FBI irrumpieron en su hogar para detenerlo por haber estafado a más de 250 inversores, entre los que se incluían sus propios amigos de la universidad y sus familias.
Aquella vida inventada se terminó de un día al otro, su esposa lo dejó y ya no pudo volver los asientos VIP en el estadio de los Lakers, donde seguía la NBA pegadito al campo de juego. Tampoco hubo más intentos de seducir camareras con una exagerada propina de $ 5.000 dólares. Ahora llegó el momento de asumir sus errores y encarar la condena que le deparen las próximas audiencias judiciales.
El actor de películas de ciencia ficción y terror de bajo presupuesto, que se hacía llamar Zach Avery, acordó declararse culpable de dirigir un enorme esquema de estafa piramidal. Admitió, en una declaración judicial, haber engañado a distintos inversores para que le dieran más de 650 millones de dólares con la promesa de hacerse con los derechos de películas que luego se exhibirían en las plataformas HBO y Netflix.
Aseguró que daría unas ganancias cercanas al 45%, se aprovechó de la confianza de quienes lo consideraban su amigo, o un familiar cercano y se mostró como un exitoso miembro de la comunidad de actores con vínculos con los mejores productores. Presentó también contratos firmados con los gigantes del streaming, pero todo era falso.