León Sarcos: ¿Y el anillo pa cuándo?

León Sarcos: ¿Y el anillo pa cuándo?

No hay palabra más volátil que la de un tirano ni discurso más arrogante e insolente que el de sus secuaces. Todos, desde el más simplón hasta el más cogotudo, hablan como si cargaran una pistola montada para darle un tiro al primer pendejo que se ponga en el camino. No miden ni controlan sus ímpetus. Desde los patancitos uniformados en motocicleta hasta el más representativo en la jerarquía, que ahora, con pose de estadista al estilo Douglas Mac Arthur o Charles de Gaulle, pretende moderación, ufano y —después de unas declaraciones de Elliot Abrams que privilegian la negociación— ceja alzada: «Menos mal que abandonaron la estupidez y volvieron a la política».

Hay los de otra catadura, los filósofos, menos inteligentes que cínicos, que constantemente, en alardes de frialdad escobariana, pretenden encarar todos los desafíos de la política al estilo de Vito Corleone: «En primer lugar, sr Jimmy, cálmese. Lo noto ofuscado…agarre a sus perritos falderos, Duque y Uribe… y tómese un tecito de valeriana». Lo que más sorprende de este personaje es que tiene una mueca en el rostro que da la impresión de que siempre estuviera sonriendo y eso es imposible. Desluce la satisfacción que simula: todo el mundo sabe que es fingida; nadie puede vivir así. Ya lo dice el mismo Eclesiastés 3:

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se haga bajo el cielo; un tiempo para nacer / y un tiempo para morir / un tiempo para plantar / y un tiempo para cosechar / un tiempo para llorar / y un tiempo para reír/ un tiempo para estar de luto / y otro para saltar de gusto…





Los hay lengua suelta, de esos que no pueden tener el yoyo enrollado. Son los que se pretenden adivinos, ostentosos de la guapetoneria, desafiantes, invencibles, son los hércules de la revolución: «Ya acabé contigo, Miguel Enrique. Ahora voy por ti, Ravell. La paliza que les vamos a dar el 21es tremenda. Estoy seguro: la oposición va a cantar fraude». Algo inverosímil se está tramando, que este opulento palabrero, útil para nuestra raza wayúu, ya se está adelantando. 

Hasta la arrogancia que da el valor la administran quienes tienen cultura de poder. En democracia siempre hay que andar con mucha humildad, porque todos los ciudadanos no solo tienen los mismos derechos y son iguales ante la ley, sino que también, siempre en esa gran concurrencia de multitudes, hay más guapos, más cínicos, más inteligentes, de más méritos académicos y personales, y siempre hay muchos más seguros y suficientes y no lo andan gritando a voz en cuello.

Quienes saben que todo en la vida es temporal y en la política más aun, saben que deben cuidar la pulcritud de los manejos, el trato con los ciudadanos, intentando no maltratar ni moral ni intelectual ni físicamente a ninguno, porque en la vida, como decía Marco Aurelio, hay cosas que les están prohibidas a los hombres: «No obres como si fueras a vivir mil años; obra como si el fin estuviera cerca… Si no es justo, no lo hagas. Si no es verdad, no lo digas».

Todo el poder que se tiene en la vida está estigmatizado por el método con el que se obtiene, al igual que el dinero. Castro logró el poder en una larga y cruenta aventura conquistada a sangre y fuego en la década del cincuenta del siglo pasado, contra un ejército más parecido a una montonera que a una fuerza armada moderna: débil, de policías cotizudos. Los cubanos no conocieron antes la democracia; venían de otra dictadura menos cruel y más liberal, y Castro y su hermano, tan psicópata y sanguinario como él, hoy moribundo, sobrevivieron encadenando a los cubanos y fusilando en el paredón a toda voz disidente, incluyendo a sus compañeros de lucha. 

Francisco Franco, caudillo de España (1939-1975) después de haber derrocado al Gobierno de la Segunda República Española, presidido por Manuel Azaña, se mantuvo por más de 35 años ininterrumpidos en el poder, con mano de hierro, asistido de la terrible Guardia civil. No podía ser de otra manera; España viviría en el oscurantismo político por más de tres décadas, gobernada a capricho por un solo hombre.

En el caso de los más conspicuos representantes del chavismo, Uds. intentaron el arribo al poder por la vía de la violencia y fueron derrotados por lo mejor de las Fuerza Armada Nacional. Solo humillados y vencidos, la democracia, gracias a sus bondades, les concedió la libertad y los persuadió de que el único camino civilizado para dirimir las diferencias entre los hombres es el camino electoral: el del estado de derecho, la propiedad, el libre intercambio, el mérito, la libertad. Llegaron electoralmente bajo los efectos narcotizantes de un veneno que suelen tomar los pueblos equivocadamente, los más cultos y los más atrasados: el carisma de un solo hombre.

Los resultados de su populismo militarista de izquierda están a la vista; no se discuten, no pueden discutirse. Aun cambiando los parámetros a conveniencia para hacer mediciones arbitrarias y caprichosas, no hay forma de defender esta alianza cívico militar, más militar que cívica, pues no hay forma de adulterar el veredicto unánime de las técnicas de gobierno, la ciencia y la verdad. El peronismo, de símiles raíces, acabó con uno de los crecimientos económicos y de bienestar social mejor logrados de América. El resultado de la oprobiosa gestión de Uds. está a la vista. En esa mesa lo primero que habría que discutir es qué plazo se le asigna a la entrega del poder, para librar a Venezuela de este inmerecido martirio.

Uds. no pueden; han demostrado una inepcia total, una falta de ingenio y de creatividad propia de militares y civiles menguados de conocimiento, gerencia y sabiduría, no porque no quieran sino porque su formación no da para bailar al ritmo de ideas y novedades, sino para mandar y someter, y en el caso de los civiles porque eligieron a los de peor formación y los más dóciles para un servicio civil que cada día exige modernidad, más ciencia, más tecnología y más visión de futuro que solo la tienen los mejores.

Ese veneno que consumen los pueblos equivocadamente, desde los más cultos a los más atrasados en diferentes épocas históricas, el carisma, como toda esencia, apenas si ya se percibe su aroma en el ambiente, pasó como un fuego fatuo, como una buena brisa de otoño, para transformarse en relámpagos anunciadores de feas tormentas, en olores contaminantes y putrefactos. Son tan incapaces que no pueden imaginar un fantasma distinto para justificar los apagones que los famosos ataques terroristas, después de las famosas iguanas en un comienzo; o una propaganda tan estúpidamente vil, como todas esas mamarrachadas de corto vuelo mental de que quieren asesinar «a nuestro amado Presidente».

Este país no es de Uds., ni del alto mando, ni de los generales que dirigen la ZODI y los REDI; ni siquiera es solo de la mayoría, es de todos y no vamos a renunciar para que un puñado de perdedores hagan de nuestro territorio una nación primitiva de narcos, ilícitos y talibanes tropicales. En lo particular, como ciudadano no me siento representado hoy, después de ver los márgenes de ventaja que otorga al régimen la plataforma unitaria en las conversaciones que se llevan en México, y solo espero lo peor para el futuro democrático. Pido a Dios estar equivocado.

Lamento que el camino elegido por la oposición haya sido participar en unas elecciones cuya naturaleza fraudulenta empezó a verse con las inhabilitaciones, además de lo que falta por venir en ventajismo ya declarado por todos los medios y en hostigamiento a los ilusos el día de la votación. Creo que llegó el momento de decantar la oposición; hay que salir definitivamente de los alacranes y cuerda floja; este momento histórico solo necesita dirigentes y ciudadanos íntegros con temple de acero. Nos caeremos mil veces y mil veces nos levantaremos hasta que, cansada la realidad de nosotros y quebrados hasta sobajar los ánimos de nuestros opresores, renazca para siempre la democracia en Venezuela.

Venezuela espera por lo mejor de sus hijos. En cada rincón de nuestra amada patria, en cualquier pueblito del mundo donde trabaje uno de nuestros hijos exilados, ahí estará como un huracán la fuerza y el coraje del día a día para luchar y vencer, y devolverle su país y la dignidad a todos los que se han ido.

Hay una expresión que se hizo muy popular en el mundo, sacada de una canción del género pop que aludía de alguna manera el compromiso esperado por el público de la cantante Jennifer López con el tercera base de los yankees, Alex Rodríguez. Hoy se la cantamos al régimen, que habla de todo menos de elecciones presidenciales y de Asamblea Nacional, en un tiempo perentorio. Todo parece perfecto para el Gobierno: ¿Y el anillo pa cuándo? … ¿Y el anillo pa cuándo?

Leon Sarcos, septiembre 2021