Caracas es una ciudad amplia en tradición e íconos. Se le reconoce así desde siempre, y aunque sus techos rojos y varias de sus grandes escalinatas ya solo forman parte del recuerdo, otros elementos que caracterizan a la capital venezolana, han logrado sobrevivir en el tiempo y este es un recorrido por algunos de ellos.
La Patilla
Las pintorescas casas de La Pastora, en el centro, siguen siendo parte de ese bonito paisaje. Los problemas, como en el resto del país, están presentes, pero la señora Ana, oriunda de Mérida y residente de la zona desde hace más de 40 años, reconoce el respeto que se mantiene entre sus habitantes.
Un poco más hacia el oeste está la famosa parada de los “recogelocos”, esos autobuses Mercedes Benz, con una flota reducida, que se niega a desaparecer.
Luis Méndez, fiscal de la Línea de Autobuses en Los Magallanes de Catia y Juan Manuel Ulloa, conductor, recuerdan su historia y trayecto, el reconocimiento de cada usuario y cómo estas unidades no han logrado ser superadas ni por los modernos Yutong.
Xiomar Benito Adrianza, vendedor de artículos religiosos frente a la iglesia de Santa Teresa, no puede decir lo mismo de lo que fue su entorno hasta hace apenas 3 años. Su puestico junto al visitado templo que alberga al Nazareno es el último de una decena que antes hacían vida allí. En cada Semana Santa ofrecían a los devotos y visitantes diversidad de artesanía religiosa, entre velas y demás artículos.
Él, como sobreviviente, se considera un ícono caraqueño que ha sorteado distintos obstáculos, resguardado por la fe y por quienes creen en su palabra para sanar.
En Sabana Grande, el pintor José Vicente Aponte, hace lo propio. Se encarga de que sus cuadros así como el arte que desea inspirar con ellos, permanezcan en la memoria del que ha transitado por allí desde hace al menos 15 años.
Cuando su hermano fundó ese espacio, fueron muchos los que se unieron. Hoy queda solo, intentando resguardar el lugar y hacerle trampa al tiempo, que también le ha dado esa relación de identidad con la ciudad.