Linda, el gran amor de Paul McCartney: Cómo lo salvó de la depresión, su romance con Jagger y su difícil final

Linda, el gran amor de Paul McCartney: Cómo lo salvó de la depresión, su romance con Jagger y su difícil final

Linda y Paul en los años ochenta. La pareja estuvo junta durante tres décadas y apoyándose mutuamente (Corbis vía Getty Images)

 

Hoy, Linda Eastman hubiera cumplido ochenta años. Fue fotógrafa, integrante de una de las bandas de rock más importantes de los setenta, defensora de los derechos de los animales y ferviente impulsora del veganismo. Linda fue, también, la esposa y el gran amor de Paul McCartney. Tuvo uno de los matrimonios más estables y duraderos del mundo de la música.

Por infobae.com





Nació en Nueva York. Su padre, Lee Eastman era abogado especializado en artistas. Músicos, actores y hasta pintores integraban su lista de clientes. De allí provino el primer tema en llegar a la cima de los chats con el que Linda estuvo relacionada. Además de Tommy Dorsey, Harold Arlen, William de Kooning o Mark Rothko, otro de los que contrataba al Doctor Eastman era Jack Lawence, compositor de varios éxitos de Sinatra como All or Nothing At All.

El abogado le pidió que compusiera un tema en honor a su hija pequeña. Y Linda, la canción de Lawrence en homenaje a la futura esposa de Paul McCartney llegó al puesto número uno del ranking en 1947.

Al terminar el secundario estudió ates en la universidad. En esos años su madre murió en un accidente aéreo. Se casó con Joseph Melville See, un antiguo compañero de estudios. Tuvieron una hija, Heather pero el matrimonio se deshizo tres años después.

Linda Eastman -retomó su apellido de soltera- era una joven aficionada a la fotografía que trabajaba como recepcionista en la revista Town and Country. Después de mucho insistir consiguió que sus jefes le enviaran a cubrir una fiesta que los Rolling Stones daban en un yate.

Linda con su juventud, belleza y simpatía consiguió ser la única fotógrafa a bordo. Al resto se le negó la posibilidad y vieron desde el muelle como zarpaba la embarcación. Linda aprovechó su oportunidad. Tenía talento. Sus fotos de los Rolling Stones llegaron a todas las revistas. Desde ese momento se convirtió en una de las fotógrafas favoritas del rock.

Obtuvo imágenes de Jimmy Hendrix, Simon and Garfunkel, Bob Dylan, Eric Clapton (su retrato del guitarrista fue tapa de uno de los primeros números de la Rolling Stone: Linda es la única persona en la historia de la revista en ser tapa como fotógrafa y como fotografiada; estuvo en la portada junto a Paul en 1974), Aretha Franklin y Neil Young. Sus fotos de estas grandes estrellas generalmente las obtuvo en el Fillmore East. Su habilidad para la fotografía y su apellido provocaron un largo malentendido. Linda no era descendiente de Eastman Kodak. Su padre, Leopold Val Epstein, cambió su nombre al de Lee Eastman.

Después de su separación ella estuvo en pareja durante un tiempo con el fotógrafo David Dalton. Y salió entre otros con Mick Jagger, al que conoció en ese paseo en yate. En una carta que se conoció hace algunos años, Linda cuenta que tuvo un romance con Mick y escribió que era muy amable y correcto.

La primera vez que se cruzó con Paul McCartney fue en un recital de Georgie Fame; luego en la presentación de Sgt. Pepper. A partir del tercer encuentro el romance se consolidó. No importó la fama y las múltiples ocupaciones de Paul, ni que ella tuviera una hija de un matrimonio anterior ni que viviera en Estados Unidos. A los pocos meses ya estaban juntos y no se separarían por las siguientes tres décadas.

Paul había estado de novio durante el ascenso y apogeo de los Beatles con Jane Asher, una actriz británica. Asher dio por terminado el noviazgo tras una de las tantas infidelidades del músico.

Paul, en ese tiempo, era el soltero más codiciado del mundo. Y no hay exageración alguna en la afirmación. Un Beatle, el Beatle de las canciones románticas, el que en los últimos tiempos estaba a cargo, era el candidato soñado para casi todas las chicas del mundo. Jóvenes, todos atravesando su segunda década de vida, los cuatro se casaron prematuramente.

Súper estrellas, codiciados por las mujeres, sin horarios rígidos, con las tentaciones al alcance de la mano. Sin embargo, la alienación era tan grande, la presión tan inmanejable, la fama inusitada ponía todo fuera de escala humana (John Lennon tenía razón cuando afirmó que eran más famosos que Jesucristo), que los cuatro Beatles se casaron muy jóvenes. Se refugiaron en sus esposas, en intentar mantener una vida familiar para volver a tomar contacto con la realidad. Paul fue el último en abandonar la soltería. Una semana después, John concretaría su segundo matrimonio, esta vez con Yoko Ono.

La boda fue sólo un trámite. Pero nada era sencillo para un Beatle en esos tiempos. Cuando llegaron al registro civil una multitud de fotógrafos, periodistas y fans los esperaba. Algunas de las seguidoras de Paul no podían contener su frustración. Se les esfumaba su última esperanza.

Paul vistió un traje negro, formal y discreto, y una corbata clara y brillosa. La falta de hábito hizo que el cuello de la camisa se escapara por sobre la solapa del saco. Linda combinó su vestuario con el de su hija Heather de seis años. Las dos usaron un tapado corto de cuatro botones ceñido al cuerpo por un ancho cinturón. El pelo corrido hacia los costados y casi sin maquillaje. Una hermosa y original novia -Linda era divertida, inteligente y emprendedor con una belleza serena, fluida, sin subrayados- que escapaba al lujo y a la ostentación esperable. Luego del trámite, hubo una pequeña bendición religiosa.

A partir de ese momento, Paul y Linda pasaron a ser Los McCartneys. No se separaron en tres décadas. En alguna ocasión Paul recordó que en esos 29 años sólo diez noches habían dormido separados: las diez noches que él estuvo detenido en Tokio por posesión de Marihuana.

Paul parecía tener todo. Juventud, fama, prestigio, dinero, una hermosa familia, una actividad que lo gratificaba y lo realizaba. Sin embargo, luego de la separación de los Beatles entró un profundo estado depresivo.

Linda, con dos hijas (ya había nacido Mary), a menos de un año de haberse casado, lo sostuvo y le dio el impulso para salir adelante. Le mostró que había vida más allá de los Beatles. En esos doce meses pasó de casarse con un joven en la cima del mundo a convivir con un hombre emocionalmente roto y perdido. Ella pudo lidiar con la situación. Paul se lo reconoció públicamente: “Linda me rescató y me salvó”.

La primera medida que tomaron para alejarse de los ecos de las ondas expansivas de ser un Beatle (ninguno de los cuatro dejará de serlo nunca: esa condición, una condición excepcional, los acompañará eternamente) fue irse a vivir lejos de la ciudad, lejos de las groupies, los pedidos de autógrafos, la histeria. Un tiempo antes, Paul había comprado una propiedad en la campiña escocesa. Una extensa tierra para trabajar con algunos animales y una casa de tres ambientes, frugal y poco sofisticada.

Los cuatro (luego llegarían los otros dos hijos: la hoy prestigiosa y excepcional diseñadora Stella McCartney y James, el único varón) hacían una reposada vida de campo. Existen algunas fotos muy hermosas obtenidas por Linda en esos años. Una de ellas: Paul hace equilibrio sobre una valla de troncos con una gran sonrisa, Heather salta sobre unos fardos de heno, Mary busca algo en el pasto, el campo, el cielo abierto y la construcción nada ostentosa. La vida rural los hacía felices.

En cierto modo, Paul eligió para su música el mismo camino. Eliminar la sofisticación, volver a las fuentes, evitar la grandilocuencia. Ese movimiento no fue bien recibido ni por la crítica ni por el público. Nadie esperaba algo en tono bajo, artesanal, casi sin ambición como los primeros trabajos solistas de Paul. Esos primeros años post Beatles fueron, al mismo tiempo, de búsqueda y de fuga para McCartney. Una búsqueda que se transformó en música menos convencional de lo que el público cree recordar y un escape vitalicio de la gigantesca sombra de su ex grupo. Linda lo acompañó en ese camino e impidió que el tomara malas decisiones. Lo disuadió de formar un súper grupo (que en caso de haberse formado ninguna otra reunión de músicos famosos podía haber merecido el calificativo de “súper grupo”: él, Eric Clapton, John Bonham y Billy Preston). Linda le recordó que los Beatles cuando empezaron eran desconocidos y sólo tenían sus ganas y su talento.

En su lugar formó Wings. Y tomó una decisión muy polémica. Le ofreció a Linda, que no contaba con el más mínimo conocimiento musical, hacerse cargo de los teclados. Ella al principio se resistió. Pero él la convenció. Paul era un pésimo profesor, carecía de toda paciencia. Linda procuró aprender por su cuenta.

Esa primera formación de Wings se completó con músicos profesionales: el baterista sin demasiados laureles anteriores Denny Seiwell y el guitarrista Denny Laine, ex Moody Blues. Wings empezó de abajo. Tocando en pequeños lugares, sin publicidad previa, saliendo de gira en caravanas nada fastuosas. Un pequeño equipo, los músicos y la familia McCartney en pleno. Allí dónde iban Paul y Linda iban los chicos. La familia rodante.

Linda ensayaba con denuedo. Trataba de mejorar y de suplir no sólo la ala de experiencia sino sus carencias innatas.

El lugar de Linda en el grupo provocó muy pocas polémicas. Casi se alcanzó unanimidad al respecto. Todos los medios se mofaron de su papel. Les parecía incomprensible la elección de Paul. Decían que su habilidad con los teclados era nula y que desafinaba en cada intervención vocal. Era cierto. Sin embargo los músicos de Wings, con el paso del tiempo, reconocieron el lugar de Linda en el grupo. Ella era la que los unía, la que aportaba la armonía de trabajo, la que hacía posible la convivencia. El baterista Denny Seiwell dijo hace unos años: “Linda no era importante para WIngs, era imprescindible”.

Lo que siempre fue cuestionable en ella fueron los estrambóticos peinados de los setenta: unas crestas trabajadas e inexplicables. Con el tiempo su aporte musical se fue profesionalizando y su labor fue siendo cada vez más digna. En 1986, los Smiths la invitaron a tocar los teclados en Frankly, Mr. Shankly de su casi perfecto álbum The Queen Is Dead. Pero Linda declinó la oferta. A principios de los setena grabó un tema solista pero recién salió al promediar la década: Seaside Woman (el video lo animó el dibujante argentino Oscar Grillo).

El otro inconveniente que Paul y Linda debieron enfrentar en esos primeros tiempos fue que el músico se negaba a hacer en vivo canciones de los Beatles, lo que generaba una enorme decepción en los espectadores.

Una nueva polémica se produjo con el matrimonio. Empezaron a firmar juntos las canciones. Ya no era Lennon-McCartney sino McCartney-Eastman. Esto produjo otra ola de burlas. Nadie creía en el aporte autoral de Linda. Paul se limitó a recordar que pasaban todo el día juntos y agregó: “Si estoy en el estudio y mi esposa me sugiere agregar una línea o cambiar determinado acorde, eso mejora la canción y ella merece el crédito”.

Detrás de esta cuestión subyacía otra disputa. Northern songs, la compañía que poseía los derechos de las canciones de los Beatles, sostenía que a ella le correspondían los derechos de las composiciones de los cuatro aún en sus carreras solistas. De este modo, mientras la situación se aclaraba, poniendo en los créditos a Linda, Paul lograba quedarse al menos con el cincuenta por ciento de los derechos de cada canción. Las sospechas pueden permanecer y los críticos pueden seguir burlándose pero Linda ostenta como coautora cinco canciones que encabezaron los chartsUncle Albert/Admiral Halsey, My love, Band on the run, Listen to what the man said y Silly love songs. Además de una nominación al Oscar por Live and Let die, tema de la película de James Bond.

Paul afirmó que durante treinta años, él disfrutó de la presencia de Linda, no sólo en su vida, sino sobre el escenario. “Siempre fuimos amigos y amantes. A mí me divertía y, fundamentalmente, me hacía bien estar al lado de ella”.

La prensa y el público, con naturalidad, se refería a ellos como Los McCartneys. Y se fueron acostumbrando a verla a ella en los teclados. Cada tanto surgía algún comentario ácido que recordaba que había conseguido el trabajo sólo por ser la esposa del líder del grupo. En una época circuló (todavía se puede escuchar en internet) una grabación que aislaba la interpretación en vivo de Linda durante una versión de Hey Jude. Se puede afirmar que esa noche sus capacidades vocales se encontraban en un punto muy bajo. Luego de Wings, Linda siguió integrando las distintas formaciones que acompañaron a Paul por todo el mundo.

Además de su capacidad como fotógrafa, Linda fue una consecuente activista por los derechos de los animales y propulsora del veganismo. Publicó libros de cocina y hasta tuvo una exitosa línea de comida vegana. Esta faceta hizo que el matrimonio llegara, una vez más, a la cumbre del mundo pop varias décadas después de su primer triunfo con los Beatles. Para las nuevas generaciones, Paul y Linda es la pareja que aparece en el capítulo Lisa, la vegetariana en la que la pequeña Simpson descubre que ya no puede comer carne animal y se inclina por lo vegetariano. Del final de los Beatles pasando por James Bond hasta llegar a los Beatles.

En 1995 a Linda le detectaron cáncer de mama. Tres años después como consecuencia de una metástasis en el hígado murió, en los brazos de Paul, a los 58 años. Sus últimos días los pasó rodeada por su esposo y sus hijos, andando a caballo, en medio del campo. En su funeral los tres Beatles que sobrevivían se juntaron a tocar en vivo por primera vez desde el famoso Concierto de la Terraza. Paul, George y Ringo, en honor a Linda, ejecutaron una estremecedora versión de Let it Be.

Paul luego tuvo otros matrimonios y otras malas experiencias. Hace poco declaró que luego de tomar unos potentes alucinógenos vio a su fallecida esposa encarnada en una ardilla.

Paul y Linda, los McCartneys, construyeron y disfrutaron, con sus altos y bajos, una familia mientras grababan pequeñas gemas pop y tocaban alrededor del mundo. Su historia de amor fue un oasis en los fastos del estrellato. Criaron cuatro hijos mientras cincelaban tontas canciones de amor y otras maravillas.