La increíble historia del hombre que chocó contra un Boeing 737 a 11 mil metros de altura y sobrevivió

Joe Sharkey, junto al Jet en la base militar, después de haber salvado su vida

 

Hace 15 años, el 29 de septiembre de 2006, Joe Sharkey viajaba en un jet privado que colisionó de frente contra un avión de línea y provocó la muerte de sus 155 pasajeros sobre el Amazonas brasileño. El periodista relató a Infobae los detalles del milagro de su supervivencia.

Por Infobae





Hace exactamente 15 años, el periodista estadounidense Joe Sharkey estaba sentado en una butaca de cuero de un avión privado valuado en 25 millones de dólares. Era el vuelo estreno. El sol entregaba una luz naranja que jugaba con la alfombra verde de la selva amazónica del Mato Grosso brasileño. Y Sharkey tenía la certeza de que iba a morir al cabo de unos pocos minutos.

Miraba hacia su derecha: al otro lado del pasillo había un acaudalado empresario, con la vista perdida y en un profundo silencio. Miraba hacia su izquierda, a través de la ventanilla, y observaba cómo a la punta del ala del avión le faltaba todo un alerón. Había sido arrancado como de un mordisco. Algo había golpeado a la aeronave y nadie sabía qué había sido.

Para el reportero lo único claro e inevitable era la caída del jet al vacío. El periodista tomó rápido un trozo de papel, su lapicera azul y escribió en unas pocas líneas una carta de despedida a su esposa.

“Escribí la carta y la guardé en mi billetera. Yo imaginaba que nos íbamos hacia abajo en llamas, así que imaginé que la carta iba a sobrevivir bien dentro de la billetera para cuando encontraran mi cuerpo”, revela hoy a Infobae, mediante una videollamada desde su casa en Arizona.

“Fue un mensaje corto. Creo que fue un mensaje como de ‘nuestro tiempo juntos fue de oro’”, rememora.

Los daños en el ala izquierda y en el estabilizador horizontal que sufrió el jet donde viajaba Joe Sharkey

 

En esa media hora en la que dos pilotos mantuvieron en el aire a un jet privado gravemente dañado en el aire, Sharkey todavía no tenía idea de la magnitud de lo que había ocurrido ni del milagro que iba a representar su supervivencia.

La punta del ala no había sido dañada por el golpe contra un ave, sino que fue producto de un choque de frente y a 11.000 metros de altura contra un avión Boeing 737 que realizaba el vuelo número 1907 de la línea aérea Gol.

El periodista tampoco sabía entonces que segundos después de la colisión, el Boeing entraría en el espiral descendente sin control hacia la superficie y que sus 148 pasajeros y sus seis tripulantes perderían la vida de manera instantánea al impactar contra la selva.

Era el 29 de septiembre de 2006 y Sharkey había protagonizado la hasta entonces peor tragedia de la historia de la aviación civil brasileña. Pero todavía no estaba enterado de nada.

Los restos del avión Boeing 737 que colisionó en el aire contra el jet (Foto: Fuerza Aérea Brasilera/FAB)

 

El vuelo que no iba a tomar

Joe Sharkey llevaba en 2006 ya siete años como columnista del diario The New York Times, pero había viajado a Brasil para realizar una cobertura para una revista especializada en aviones privados llamada Business Jet Traveler.

La empresa Excel Aire lo había invitado para la cobertura de la nueva adquisición estrella de la compañía: el jet privado Embraer Jet Legacy 600.

“Yo no iba a subirme a ese vuelo, pero el vicepresidente de Excel Aire me dijo que él, su socio y los dos empresarios de Embraer tomarían el nuevo avión para volver desde Sao Paulo hasta Nueva York. Me dijo que así tendría una mejor cobertura sobre el funcionamiento. Así que cancelé mi pasaje con American Airlines y decidí irme con ellos”.

El vuelo partió desde Sao Paulo en dirección a Manaos las 2.52 de la tarde, para luego recargar combustible y viajar hacia Fort Lauderdale y finalizar el tramo en Nueva York.

Los 155 pasajeros del vuelo 1907 de Gol perdieron la vida en el instante (Foto: Fuerza Aérea Brasilera/FAB)

 

“Algo nos golpeó”

Eran las 4.56 de la tarde. Se llevaban más de dos horas de vuelo y Sharkey había regresado de la cabina de los pilotos para volver a sentarse en su butaca, sobre el sector izquierdo del avión.

“Los conocía bien a los pilotos. Ahí pude notar que estábamos volando a unos 11.000 metros (37.000) pies. Cuando volví a mi asiento, creo que unos 15 minutos después, ¡boom!, sentí el ruido más fuerte que escuché en toda mi vida”, afirma Sharkey a Infobae.

“Algo nos golpeó”, exclamó preocupado Henry Yandle, otro ejecutivo de Excel Aire, con cara de suma preocupación.

“Nadie veía nada en el aire. No había restos de cosas, no había aves. No habíamos visto nada cerca. Sólo estaba el cielo, todo despejado y con sol y nuestro avión, con el ala rota y con el ruido del motor sonando cada vez más despacio”, relata el periodista.

Ya en el jet era todo silencio. No había gritos desesperados. Nadie emitía opinión. Los dos pilotos estadounidenses, Joseph Lepore y Jean Paul Paladino, cumplían como militares con el entrenamiento recibido. Pese a la crisis, enfocarse en mantener la nave en el aire. Sin embargo, el silencio cómplice de los siete tripulantes explicaba el presentimiento en común: iban hacia una muerte segura.

“Yo estaba resignado, no estaba asustado. No había un componente espiritual en mí. No rezaba ni nada. Cuando peleé en Vietnam (en 1968) había estado en situaciones de peligro y me había acostumbrado a lidiar con la muerte”, expresa Sharkey.

 

Mientras los dos pilotos trataban de buscar una superficie lo suficientemente plana y amplia como para realizar un aterrizaje de emergencia, el periodista organizaba en su mente lo que serían sus últimos minutos de vida.

“Pensaba en si iba a ser dolorosa o no la caída. Todos pensábamos lo mismo, que nos había llegado la hora. Entonces, todos los clichés, especialmente el de que se te aparece toda tu vida en la cabeza, fueron reales. En mi caso, ese cliché duró unos 10 minutos, fue mucho tiempo”.

Fue entonces, cuando Sharkey decidió dejarle por escrito un mensaje de despedida a su esposa, Nancy, quien lo esperaba en EEUU.

“Querida Nancy

Te amo, cariño

Por favor, siempre tené presente esto:

Tú has hecho mi vida de oro

y mi muerte, aceptable para mí”.

La carta original que Joe Sharkey le escribió a su esposa cuando pensaba que iba a morir (Gentileza Joe Sharkey)

 

Mientras el motor de la nave se escuchaba cada vez más débil, los tripulantes lograron escuchar a uno de los pilotos decir: “Allí veo un aeropuerto”.

Los pilotos habían logrado contactar con la radio de un Boeing 747 de Polar Air Cargo que viajaba varios metros por encima y cuyo piloto los ayudó a orientarse. Ese “aeropuerto” era la base aérea militar de Cachimbo, cerca de la ciudad de Matupá. Un trozo de tesoro de cemento entre el verde amazónico que significó literalmente la salvación para los siete tripulantes.

El cambio de atmósfera

A las 5.23, nada menos que 27 minutos después de haber sido “golpeados” y de haber aceptado a la muerte, los tripulantes de Embraer Legacy N600XL lograron aterrizar sanos y salvos.

“Tengo que reconocerlo, en ese momento era todo alegría y celebración. Debo aclarar que todavía no sabíamos nada sobre lo que nos había golpeado. Para nosotros había sido un aterrizaje con un ala dañada. Recuerdo haberle palmeado la espalda al piloto y decirle: ‘Gran vuelo’. Pero todo cambió a las horas, cuando se hizo de noche”, relata Sharkey a Infobae.

La historia del aterrizaje heroico con final feliz terminó por convertirse en horror al llegar la noche. Uno de los pilotos del jet fue el encargado de brindar la noticia al resto.

Un militar arroja flores al lugar donde cayó el Boeing 737, en homenaje a las víctimas (Foto: Fuerza Aérea Brasilera/FAB)

 

“Cuando el piloto salió de una reunión en la sala de comandantes, vimos cómo su expresión había cambiado. Estaba desencajado, hundido. Ahí nos contó que lo que nos había chocado fue un Boeing con pasajeros y que había más de 150 personas desaparecidas en la selva. Nosotros habíamos estado ahí arriba y sabíamos que aún habiéndose salvado, la gente que cayó ahí estaba en muy serios problemas. La atmósfera de la base militar cambió por completo y se transformó en un centro de crisis de emergencia”.

El Embraer Legacy 600 había impactado contra el avión Boeing 737-8EH matrícula PR-GTD que realizaba el vuelo 1907 de la empresa Gol Linhas Aereas: había partido de Manaos a las 3.35 de la tarde y se dirigía a Río de Janeiro con una escala en Brasilia. Entre sus viajantes había personas de 12 nacionalidades diferentes. Volaban 105 brasileños y 10 argentinos, entre otros.

Mientras tanto, Sharkey apeló a su espíritu periodístico y empezó a investigar como podía explicarse lo que había ocurrido: “Una de las cosas que más me intrigaba era cómo nadie vio venir de frente a un avión tan grande como un Boeing. Cómo pudo ser que nunca nadie lo vio. Le pregunté a un técnico de la base militar y me dijo que al enfrentarse dos naves que promedian unos 800 km/hora cada una, el momento del cruce es, literalmente, una fracción de segundo, es casi imposible de ver”, le dice el periodista a este medio.

“Lo que sí me repetían en la base fue lo prácticamente imposible que era poder sobrevivir a un choque contra un Boeing 737 a 11 mil metros de altura. Imposible calcular ese nivel de suerte”.

La zona de búsqueda era de un acceso muy complicado (Foto: Fuerza Aérea Brasilera/FAB)

 

El escenario también cambió. Lo que en un principio había sido cordialidad por parte de los militares brasileños pronto mutó a sospechas y acusaciones. El tratamiento de los militares para con los integrantes del jet, especialmente los pilotos, empezó a ser sutilmente hostil.

“Recién nos acabábamos de enterar de la tragedia del vuelo de Gol y ya empezaron las acusaciones a los pilotos. Estábamos en una etapa muy emocional todavía. No estábamos preparados para eso”, recuerda Sharkey.

Los dos pilotos del jet fueron detenidos y se les retuvieron los pasaportes. Pudieron regresar a EEUU dos meses después del accidente.

Con el pasar de los días y el hallazgo de los cuerpos y de la caja negra del Boeing comenzaron a salir a la luz los detalles sobre lo que había ocurrido.

Un grupo de expertos forenses determinó que el ala izquierda del jet privado cortó prácticamente por la mitad el ala izquierda del Boeing 737. Esto hizo que el avión de Gol perdiera sustentación y que, pese a las maniobras de sus pilotos, entrara en la espiral descendiente hacia el abismo con el morro hacia abajo.

El jet, por su lado, también sufrió daños graves en el estabilizador horizontal izquierdo.

Restos del avión estrellado (Foto: Fuerza Aérea Brasilera/FAB)

 

El caso fue producto de dos investigaciones paralelas en los dos años siguientes. Por un lado, actuó el Centro de Investigación y Prevención de Accidentes Aeronáuticos (CENIPA) de Brasil. Por el otro, la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), de Estados Unidos.

En lo que estuvieron de acuerdo ambos comités fue en la responsabilidad de los controladores de Tráfico Aéreo, que ordenaron a ambas naves volar a la misma altura, 37.000 pies y en la misma línea de vuelo sin corregir el rumbo en ningún momento.

El CENIPA indicó además que los controladores aéreos no actuaron adecuadamente ante una pérdida de contacto de la torre de control con el jet privado minutos antes del accidente y también apuntó contra sus pilotos por no haber advertido la desconexión de su transpondedor, un dispositivo electrónico que produce una respuesta cuando se recibe una llamada de radiofrecuencia. Esto provocó la desactivación del sistema de alerta de tráfico y evasión de colisión (TCAS), lo que habría disparado la alarma al momento del acercamiento al Boeing. Fue por eso que los tripulantes del jet nunca se enteraron contra qué habían colisionado.

La NTSB determinó, en cambio, que la responsabilidad era absoluta de los controladores de tráfico aéreo y que el problema del aparato fue contribuyente pero no un factor principal del accidente.

Finalmente, la Justicia Brasileña condenó a los dos pilotos del jet con dos penas menores y a dos controladores de tráfico aéreo. Este último punto destapó una crisis del sistema de aviación civil de Brasil que incluyó denuncias y huelgas de los propios controladores por las pésimas condiciones en las que desarrollaban sus labores.

Por su lado, Sharkey aprendió a convivir con la ya famosa culpa del sobreviviente de tragedias masivas.

“Un montón de gente espiritual o religiosa me decía algo como ‘esto representa un plan para vos’ pero mi actitud era ‘¿Por qué yo fui tan afortunado?’. Yo tenía 60 años en esa época y uno piensa en aferrarse a la vida… Eso es todo lo que ha estado en mi mente en este tiempo. He sido muy, muy afortunado y soy consciente de que eso fue suerte y sé realmente que no merecía esa suerte. Yo tuve toda la suerte que no tuvieron los que iban en ese avión que se estrelló”, le afirma a Infobae.

La búsqueda de cuerpos duró semanas (Foto: Fuerza Aérea Brasilera/FAB)

 

Mientras, en su provecho de la vida, Joe Sharkey se despachó con la publicación de cuatro libros, uno de los cuales sirvió como base para la película de Netflix “Above Suspicion”, con Emilia Clarke.

Hoy, el periodista de 74 años enviará mails a los seis tripulantes restantes de ese Embraer Legacy 600, publicará en su página web el artículo que escribió para el New York Times cuatro días después del accidente y pasará el resto del día junto a su esposa Nancy. También corroborará que ella, como pasó cada día de los últimos 15 años, todavía mantenga guardada en su propia billetera aquella carta que Joe le escribió al borde de la muerte.