José Ignacio Moreno León: Execrar la democracia babieca y sus cómplices

José Ignacio Moreno León: Execrar la democracia babieca y sus cómplices

La democracia refleja en la actualidad un proceso de deterioro en muchos de los países en donde tradicionalmente ha venido operando este sistema político y de gobierno, soportado en valores fundamentales de la cultura occidental. Así, según el Democracy Index 2020 elaborado por The Economist, se señala que solo un 49,4% de la población mundial vive en una democracia, pero sólo un 8,4% reside en una “democracia plena” operando en 23 países y encabezados por Noruega (con una puntuación de 9,81), Islandia (9,37) y Suecia (9,26). De los restantes países analizados 57 son “regímenes autoritarios” y 35 son clasificados como “regímenes híbridos”. Se señala que los valores de 2020 representan la peor puntuación desde que se elaboró por primera vez en 2006 el referido informe de The Economist.

Las cifras de valoración de la democracia para America Latina, según el informe referido, incluyen solo a Uruguay, Chile y Costa Rica en el ranking de los 23 países con democracia plena y la región, juntamente con Europa del Este comparte la mitad de las llamadas democracias defectuosas del mundo. Conviene resaltar que, según recientes análisis de Latinobarómetro, en América Latina la mayoría de las personas prefieren la democracia a cualquier otra forma de gobierno, pero menos de un tercio de los encuestados declaran estar satisfechos con la forma como funciona ese sistema en su país. A esto hay que agregar los francos procesos de deterioro del mismo en Nicaragua, Perú, Argentina, Bolivia, Haití, Venezuela y el caso de Cuba que sufre del más longevo régimen totalitario existente en la región.

Frente a las referidas tendencias al deterioro de las democracias liberales existentes se observa en la mayoría de los casos una apreciable desconfianza hacia los gobiernos, hacia las instituciones y dirigentes políticos y en general hacia el desempeño de esos regímenes. Pero igualmente se aprecia la aptitud pasiva o indiferente de personalidades e instituciones que deberían ser soportes de la libertad y de la democracia, así como es notoria la conducta resignada y hasta de rechazo de los ciudadanos hacia la clase política tradicional. Todo lo anterior nos hace pensar en una domocracia babieca, o defectuosa como se clasifica en el Informe señalado, enrrumbada por esas debilidades y torpezas hacia un futuro muy preocupante.





Esta apreciación seria incompleta si no señalamos los factores determinantes de esa condición que peligrosamente está afectando a la democracia posmoderna. Y aquí podríamos mencionar los identificados como compinches o cómplices que acompañan a ese deterioro institucional, siendo los más relevantes las marcadas ineficiencias y la poca transparencia en la gestión de esos gobiernos, el déficit ético y de cultura ciudadana o déficit de capital social, la presencia del estatismo, del presidencialismo autoritario, del caudillismo y el populismo, y el notable deterioro de las organizaciones y conductores políticos, algunos de ellos más afectos a la cleptocracia que a la democracia. 

 

A esto habría que agregar el rezago en la adaptación a nuevas realidades globales y en la defensa frente a las amenazas a la libertad y al desempeño de una genuina democracia que están representadas, en primer lugar en el neomarxismo que surgió luego del colapso de la Unión Soviética y del fin de la Guerra Fría, alimentado por las ideas del marxismo cultural de la llamada Escuela de Frankfurt promotora del multiculturalismo, la cristianofobia y de  otros anti valores que chocan con los fundamentos de la cultura occidental, y  las tesis de Antonio Gramsci, líder comunista y filósofo italiano quien en sus Cuadernos de la Cárcel (1929-1935), confrontó  la propuesta de lucha de clases del marxismo original con su tesis de hegemonia cultural o bloque hegemónico  que, mediante una batalla cultural impulsada por intelectuales adoctrinados en las tesis marxistas,  debía ser promovido para dominar el Estado  y la sociedad con el control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación social. Estas propuestas neomarxistas incorporaron, en la década de los noventa del siglo pasado, las ideas de la democracia participativa de Heinz Dieterich con la etiqueta de Socialismo del Siglo XXI y en las que se han apoyado, especialmente en America Latina, los diversos regímenes surgidos en la región, con estrechas vinculaciones con las estrategias antidemocraticas promovidas por el llamado Foro de São Paulo y el recién constituido Grupo de Puebla. 

La otra corriente que representa una amenaza real a la libertad y a la democracia liberal la constituye la ideología globalista impulsora de la mundialización del poder político y económico, con dogmas, postulados y principios de un Nuevo Orden Mundial (NOM) que igualmente amenazan los valores constitutivos de la civilización occidental.   Cabe destacar que como soporte de esta conjura globalista se destacan notables agentes del gran capital y de las finanzas y servicios financieros  globales que controlan importantes instituciones mundiales y multinacionales, incluyendo empresas protagonistas de la revolución de la informática y de las comunicaciones, todos ellos actuando como una depredadora élite internacional, en una insólita coincidencia con el empeño destructor de la libertad, de la democracia liberal y del Estado Nación que propugna el neomarxismo. Por ello ya no es realista hablar de totalitarismos de derecha o de izquierda, sino de tendencias antidemocraticas globales.                                                                   

 

Otros condicionantes frente a los cuales se aprecia un comportamiento babieca de la democracia liberal por no dar hasta el presente repuestas adecuadas y oportunas, están representados en nuevas realidades globales surgidas con la revolución tecnológica y en las comunicaciones, lo que ha facilitado mayor interconexión entre las sociedades con los consiguientes cambios en las modalidades de relaciones en la política y el comercio mundial, la aparición de nuevos protagonistas y temas  en el ámbito internacional como son las empresas transnacionales, las discusiones sobre asuntos medioambientales y de los derechos humanos, todo lo cual apunta a una limitación de la soberanía del tradicional Estado Nación respecto a esos novedosos temas que involucran intereses multinacionales y por tanto desbordan las soberanías de los países y sus gobiernos. 

El surgimiento de la llamada sociedad de la información y del conocimiento es otro novedoso reto que obliga a un replanteamiento del accionar político frente al cual la mayoría de las democracias y sus agentes aún no han sabido responder, ya que se pretende mantener el manejo político como el tradicional monopolio doméstico de los profesionales de la política y sus agrupaciones, sin tomar en cuenta que con la revolución de la informática y de las comunicaciones las personas están más informadas y más capacitadas para explorar soluciones a sus problemas, reduciendo la intermediación de los agentes políticos.

Frente a las complejas circunstancias y realidades referidas, se impone una defensa global de la democracia. Se requiere además que los operadores políticos, las instituciones de la sociedad civil y las sociedades en general, así como instituciones multilaterales como la OEA -que tiene el mandato de promoción y defensa de la democracia en su Carta Democrática-, asuman   seriamente y sin posturas timoratas o babiecas, la firme decisión de confrontar esas amenazas antidemocraticas.

 

 Pero para asegurar los cambios que fortalezcan la libertad y la democracia es necesario excecrar los mercachifles de la política, esos nefastos personajes que, como funestos compinches, alimentan la democracia babieca con su perverso y antiético accionar en el proceso político, solo en busca de individuales logros crematísticos o de egoístas posiciones personales. Igualmente se debe emprender una lucha sin cuartel contra corruptos y corruptores, con la meta de erradicar la terrible plaga de la corrupción que mucho ha contribuido al desprestigio de políticos y gobiernos en America Latina, para ello se hace necesario impulsar la activa participación de quienes han sabido comportarse éticamente en el desempeño democrático, asumiendo el compromiso con el apostolado promotor del bien común que debe ser la misión de un auténtico actor político.

Igualmente, para erradicar la democracia babieca y sus compinches se requiere avanzar hacia una genuina democracia liberal, con un sistema de economía social de mercado que opere eficientemente para solventar las necesidades de todos con objetivos incluyentes y de justicia social, tomando en cuenta que la pobreza y la desigualdad representan graves amenazas a la estabilidad democrática. Es necesario además que la libertad y los principios democráticos se conviertan, con la educación, en la norma de conducta ciudadana y de la sociedad civil como herramienta clave para defender y asegurar la gobernanza democrática. Por ello se impone emprender la promoción de una batalla cultural y global para la defensa de la democracia, entendiendo además que la educación promueve el desarrollo y sin desarrollo peligra la libertad y sin libertad no hay democracia.

 Todo lo anterior obliga a impulsar un sistema de educación en valores y principios democráticos y promotores del patriotismo, como empeño supremo de las instituciones educativas en todos sus niveles, lideradas por las universidades, pero igualmente como compromiso ético de los medios de comunicación social, las Iglesias, de los sectores empresariales y laboral y demás organizaciones relevantes de la sociedad civil. Solo así se puede preservar el fundamento esencial de la democracia que es la soberanía del pueblo. Solo asi se puede impulsar la democracia de ciudadanos patriotas, emprendedores, que sepan elegir y capaces de promover las sanciones cuando fallen los elegidos. Recordar, además, como lo señala Kofi Annan (1938) que: “La educación no solo enriquece la cultura…Es la primera condición para la libertad, la democracia y el desarrollo sostenible”. Kofi Annan (1938).