Leonardo Vera: ¿Cómo leer a Credit Suisse?

En cualquier país de la región, en cualquier economía en desarrollo o madura, las proyecciones de crecimiento económico que pueda hacer un pequeño equipo de analistas de un banco integrado global, no pasan de ser una entrega compacta de datos e interpretaciones que sirven de lectura a un selecto grupo de clientes y ejecutivos corporativos. Pero en Venezuela, un país donde las estadísticas económicas han sido secuestradas por quienes paradójicamente tienen la responsabilidad de producirlas y divulgarlas, hasta una firma financiera alejada hace muchos años del patio local puede incidir en la percepción del quehacer de la economía que se hacen los grandes actores de la economía local, filtrando graciosamente reportes donde se anuncia la llegada de un cambio de curso.

Credit Suisse, una empresa de servicios financieros global, ha publicado un reporte trimestral sobre mercados emergentes en el que ha incluido, por segunda vez en el año, un extracto sobre la economía de Venezuela. El golpe publicitario lo ha dado pronosticando un crecimiento para la economía venezolana de 5,5% para este año (una revisión de la proyección previa de 4% presentada a comienzos de 2021).

De inmediato, este dato, que correspondería al primero positivo del gobierno de Maduro en casi 8 años, desató una intensa polémica. Tirios, sentenciando tal pronóstico como una afirmación sin fundamentos de lo que acontece en la economía real. Troyanos, indicando que Venezuela inicia con buen pie una recuperación económica movida por la decisión de Maduro de dejar que cada quien busque su salvación y haga lo que pueda.





La diatriba es por un dato; uno que revelaría un cambio de trayectoria. ¿Pero qué representa 5,5% de crecimiento económico en un país cuya producción de riqueza material ha caído ininterrumpidamente en casi 70% durante 7 años consecutivos? La pregunta no es insustancial, pues no es lo mismo crecer a ese ritmo cuando se viene de una recesión corta y moderada, que cuando se proviene de un depresión profunda y prolongada.

Tomemos el caso de la economía vecina de Colombia. Colombia viene de una recesión durante el año 2020 marcada por una caída estimada del PIB de 6,8%, después de haber registrado 20 años ininterrumpidos de crecimiento. Este año, el FMI estima que su economía crecerá 5,2%. Eso significa que en menos de 2 años la economía colombiana recuperara la base de recursos y la producción perdida durante la pandemia.

En el caso de Venezuela, Credit Suisse se alinea con el criterio, bastante compartido, que estima que la economía de Venezuela cayó cerca de 25% durante el año 2020. Así que creciendo a la tasa de 5,5% (de Credit Suisse) cada año y en forma constante, a Venezuela le tomaría algo más de 5 años recobrar el PIB del año 2019 (pre-pandemia) y algo más de 2 décadas recuperar el PIB en US$ del año 2013 (aquel que tuvimos justo antes del gran desastre depresivo) ¿Qué país o países en la región han logrado crecer al menos al 5,5% cada año y por 20 años consecutivos? Chile pudo hacerlo por 25 años (entre 1984 y 2008) con una tasa de crecimiento promedio de 5,6%. Pero la economía que Maduro y su gobierno nos ha legado, difícilmente semeja las potencialidades que tenía la economía chilena en 1984.

A decir verdad, cuando se ha perdido tanta producción interna como en Venezuela, con un mínimo impulso vital, con un soplido, se rebota por un tiempo. Eso no debería generar ningún asombro. Lo difícil para Venezuela es sostener por un buen y largo tiempo el crecimiento, en una circunstancia que mantiene al país aislado del mundo, con tanto daño institucional, sin justicia imparcial, con su motor averiado (la industria de los hidrocarburos), con un sistema educativo destruido y en una economía que trabaja sin mercado de crédito y constituida por un ejército de pobres.

Todo lo anterior, nos invita a ver mucho más allá de nuestras narices. El cocktail extraordinario para crecer de forma sostenida hay que prepararlo, no llega por generación espontánea, y para eso hace falta visión, voluntad genuina de cambio, capacidad, y un programa de reconstrucción nacional como muchos de nuestros valiosos profesionales han venido diseñando (sin que hayan podido conseguir aún el espacio público para materializar los cambios).

Vayamos ahora a la construcción del dato, pues hasta ahora lo hemos asumido sin reproche. Credit Suisse fundamenta la reanimación moderada de la economía venezolana en una mejora de los ingresos de origen petrolero, en un avance significativo de la dolarización, y en un indicador de movilidad humana que presumiblemente muestra un “retorno a la normalidad”.

Estos tres aspectos parecen razonables para pronosticar desde la estratósfera algo más de dinamismo. Pero pegar un cable a tierra puede ser en este caso buena conseja, pues permite reducir el ruido electromagnético y mejorar la conducción de información. Vemos uno a uno cada aspecto.

La conexión entre ingresos petroleros externos y actividad real se ha dado históricamente en Venezuela a través de la política fiscal, y en Venezuela hoy día no hay política fiscal y el único canal de gasto que hoy recibe la economía son unas bonificaciones en bolívares, cuyo poder de compra se desploma mes a mes de cara a la devaluación de la moneda. Cualquier otro vínculo entre ingresos fiscales, gasto público y actividad real, está roto. La actividad petrolera solo suma en la ecuación de crecimiento por los incrementos en la producción de crudo que se han visto en la primera parte del año.

Luego está la creciente dolarización. No cabe duda que esto ha estado generando mercados de nicho que atienden a personas que muestran sustantivas mejoras en sus niveles de ingreso, ya sea por la vía del “cuentapropismo” o las “remesas”. Pero esa población con hábitos de consumo específicos y por encima de los niveles de subsistencia es minúscula, a decir por los recientes resultados obtenidos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, conducida por la UCAB. Así que el crecimiento que este fenómeno puede generar es sectorialmente y espacialmente heterogéneo y “socialmente desarticulado”, para usar un término acuñado hace algunos años por los economistas estructuralistas latinoamericanos.

Por otro lado, está el tema de la mayor movilidad. Más movilidad significa más consumo, y más consumo más actividad y movimiento de inventarios. Aquí el reporte de Credit Suisse parece usar el tipo de indicadores de movilidad local que proveen herramientas como el tracker de Google Maps. Según Credit Suisse, Venezuela se estaría abriendo después del encierro del COVID-19 a un ritmo incluso algo mayor al de la región (LatAm), un aspecto curioso y contra-intuitivo en un país que está seriamente afectado por una crisis de combustible.

Una palabra final. No perder de vista el sesgo o el piquete. Credit Suisse no es un observador desinteresado. Por el contrario, por ser un importante tenedor de deuda venezolana, su mayor interés es vislumbrar un escenario de recuperación. Si el mercado acepta de estos reportes el escenario de recuperación, el precio de los bonos mejora, y si la negociación política que se celebra en México conlleva a un levantamiento, por ejemplo, de las sanciones financieras, esto le permitiría a los tenedores salir de esa cartera a mejores precios. Para los tenedores que decidan no vender, el escenario de recuperación sirve de excusa para negociar mejores condiciones en un hipotético contexto de reestructuración.


Este artículo fue publicado originalmente en Politika Ucab el 14 de octubre de 2021