El tenebroso relato del único pueblo excomulgado y “maldito” de España

 

Trasmoz es el único lugar de España que vive técnicamente ajeno a los designios de Dios. Excomulgado y maldito desde la Edad Media, la brujería forma parte de su historia. Un panorama del que sus habitantes han sabido sacar provecho.





Por: Sputnik

El Moncayo despunta en el horizonte aragonés. Sus 2.300 metros coronan el límite entre la Meseta y el Valle del Ebro. El agreste paisaje que conforma desciende poco a poco hasta cruzar miradas con el ser humano. Los escasos habitantes de las comarcas que rodean la montaña padecen la fuerza del frío cierzo que despeina las copas de los árboles. Un viento agresivo en el que resuenan historias y leyendas de tiempos remotos.

Algunas llevan el nombre de Trasmoz. Esta localidad zaragozana de poco menos de un centenar de vecinos reside en las faldas del Moncayo. Sus casas de paredes blanquecinas escalan sobre una colina. En su cima, un medieval castillo de piedra otea la distancia. Este edificio es de lo primero que se ve al avanzar por la estrecha carretera que da acceso al pueblo. A sus espaldas, la feroz montaña. Los días oscuros, la escena remite al embrujo. Y no solo recuerda, también es.

Y es que Trasmoz es el único pueblo excomulgado y maldito de España. Una condena que se estira a lo largo de varios siglos. En concreto, casi 700 años de excomunión y 500 de maldición. Estados otorgados por el cercano Monasterio de Santa María de Veruela. Una inmensa abadía cisterciense situada a los pies del Moncayo. Cuatro kilómetros separan el conjunto eclesiástico de la población zaragozana. “Es lo de siempre. Los vecinos acostumbran a tener problemas”, ríe Cristina García, presidenta de la Asociación El Embrujo de Trasmoz.

El primer castigo de Veruela llegó en el año 1255. El motivo fue la leña del monte de La Mata. El abad del monasterio no dejaba de discutir con los habitantes de Trasmoz a causa de dicho recurso. La negativa de los aldeanos de someterse a la autoridad eclesiástica hizo que el dirigente religioso tomara una drástica decisión: la excomunión. Así, el pueblo quedó apartado del Reino de los Cielos por la eternidad.

256 años después, los litigios entre la población y Veruela volvieron a aflorar. Pero, esta vez sería por el agua. En 1511, el señor de Trasmoz, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, denunció que los clérigos del monasterio habían desviado la natural circulación de los arroyos para que no llegase a la aldea. Las Cortes de Aragón mediaron en el conflicto, finalmente, a favor de Ximénez de Urrea. El abad no aceptó la resolución.

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