Guido Sosola: Creación y recreación políticas

Guido Sosola: Creación y recreación políticas

Guido Sosola @SosolaGuido

Solemos olvidar que no hay semejanza entre el desempeño de un dirigente político de los tiempos apacibles y estables, y el de aquel obligado a afrontar la más prolongada turbulencia y profunda resignación. Etapa ésta que le exige muchísimo más que aquélla, jugándose la vida misma.

El dirigente que logró sobrevivirle a Gómez, incluso, se fajó a estudiar las realidades en un país que no sabía de los expertos petroleros capaces de orientar a la opinión pública, forzado a un modo diferente de concebir y hacer la política. Y, al que hizo lo propio con Pérez Jiménez, entendió su actuación a través de un determinado e intenso compromiso ideológico, dándole otro sentido al quehacer político cotidiano.

Convengamos, 1936 y 1958 ofrecen sus contrastes respecto a otros períodos históricos y, a guisa de ilustración, la militancia política no fue jamás parecida a la que podemos observar entre principios de la década de los ’70 y finales de los ’80 del ‘XX. La sola y reiterada bonanza petrolera, el normal desarrollo de la vida institucional y la aceptación de un mínimo orden de convivencia que hizo de la llamada pacificación algo más que una consigna, le confiere distintas características al liderazgo político que, por cierto, ocupó altas posiciones públicas de las que también se jubiló, sin sufrir los retos de una crisis existencial del sistema: prácticamente, unos niños, sorprendidos con lo acaecido el 23 de enero y unos viejos, igualmente sorprendidos con el 27 de febrero que los sacó de la vida política activa al concluir la centuria.





Luego, siguiendo los ejemplos ya citados, podemos asegurar que una etapa fuerza a la creación y, la otra, a la literal recreación política. Vale decir, respectivamente, supone un diagnóstico nada convencional de algo más que una coyuntura, ensayando con una alternativa ética que se haga eficaz mediante un esfuerzo táctico y estratégico que implica una técnica o una manera innovadora de articularse políticamente; y el cultivo de una herencia, modos y estilos de pensar y de hacer, evidentemente anacrónicos e ineficaces, ante el régimen que los aplaude y estimula para su supervivencia, sin agradecerlos siquiera. No obstante, la más dramática disparidad entre una etapa y la otra, está en el lenguaje.

En efecto, surge una creatividad discursiva frente al poder establecido, procurando otros más ricos significados al incorporar novedosas categorías en el proceso de socialización política, que se distancia de la recreativa modalidad de solazarse con el legado de aquellos anacronismos que la maquinaria corruptora del régimen manipula y arrolla, en términos propagandísticos. Irrumpen otros códigos de acción y comprensión ante la prosopopeya positivista de las dictaduras militares y la jerga revolucionaria de la no menos lejana guerra fría, gravitando la prosa reminiscente de los viejos esplendores de una oposición que todavía cree que la tierra es plana.