El avance en derechos y libertades de las mujeres ha sido considerable, gracias a Dios y al capitalismo liberal. Dentro de las pruebas del carácter reaccionario del socialismo figura, en efecto, la opresión machista de las mujeres. Lógicamente, la corrección política insiste en convencernos de lo contrario, con el bulo de que lo mejor que les podría suceder a las mujeres es limitar o eliminar la economía de mercado.
Lo recordé al leer en Religión Digital un artículo con un título impactante: “Neoliberalismo y patriarcado: Del intercambio de mujeres a la mercantilización de sus cuerpos”. Su autora, Ana de Miguel Álvarez, profesora titular de Filosofía Moral y Política en la Universidad Rey Juan Carlos, afirmaba: “En las últimas décadas se ha producido un avance significativo de los valores neoliberales, inscritos en la lógica del mercado, de tal manera que casi todo se convierte en mercancía. El mundo toma la apariencia de un gran centro comercial en que se ofrece la satisfacción de los deseos a través del consumo”. Llega a sostener que en los países más liberales, como EE.UU., “el mercado no tiene casi límites”.
Sobre gustos no hay disputa, y si la doctora quiere ser anticapitalista, pues, bendito sea Dios. Otra cosa es razonar sobre premisas ficticias, y lo que dice sobre el mercado es falso: en las últimas décadas el mercado ha sido condicionado, limitado y regulado por unos Estados que, al representar promedios superiores al 40% del PIB, son de los más grandes de la historia. En vez de hablar de mercados sin límites, la profesora de Miguel Álvarez podría haberse molestado en charlar con alguna mujer contribuyente, que le habría aclarado un par de cosas sobre este supuesto mercado irrestricto.
A partir de una premisa falsa, deriva una conclusión falsa, y es que las mujeres están sometidas por el capitalismo, o el “neoliberalismo patriarcal”, y no son libres porque están forzadas a venderse en “un mundo tan irracional como injusto y depredador”, en el que no se plantean cuestionamientos morales a la prostitución, la pornografía o los vientres de alquiler, y donde “el consentimiento y el dinero se limitan a hacer aceptable lo inaceptable”.
Parece que ni está prestando atención a las mujeres reales, ni concibe qué les sucede en esta odiosa “sociedad de mercaderes”, ni qué les sucedería en una sociedad sin mercado y sin capitalismo.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 21 de noviembre de 2021.