Insalubridad, escasez y tuberías rotas, la dramática realidad del agua en Anzoátegui 

Insalubridad, escasez y tuberías rotas, la dramática realidad del agua en Anzoátegui

La crisis del agua es uno de los dolores de cabeza más tormentosos para de los habitantes de la zona norte del estado Anzoátegui. Hay quienes acumulan años sin recibir el líquido por tuberías en sus hogares, mientras que la proliferación de botes en las calles cada vez es más notoria. En ambos casos, la causa principal es la misma: falta de inversión por parte de la Hidrológica del Caribe (Hidrocaribe).

Corresponsalía La Patilla

Hay sectores como Tumba de Bello, en Barcelona, en el que una de las tuberías que atraviesa la calle se rompió recientemente por quinta vez en cinco años. A juicio de vecinos como Carlos Birott, ingeniero civil de profesión, el gran problema es que desde la hidrológica solo se dedican a sustituir tramos averiados en los conductos, sin verificar la calidad del material, y si es el adecuado o no.





“Probablemente se esté haciendo uso de un mal instrumento de base, provocando que la tubería se debilite mucho más de lo que debe y se rompa la junta. Y al suceder esto, todo el material dentro se contamina y el agua en presión siempre va a buscar un sitio por donde salir, que suelen ser las grietas del pavimento”.

Otros lugareños afirman que la parsimonia con la que trabaja el personal de Hidrocaribe provoca que, en la mayoría de los casos, los esfuerzos sean en vano.

“Si terminan una obra, casi siempre pasan días y semanas antes de sellar la estructura de suelo abierta. Y en ese lapso, una lluvia puede tirar todo por la borda, generando la pérdida de tiempo y material”, afirmó José Vargas.

Por su parte, el presidente de la fundación Agua para Todos, Rodolfo Gil, precisó que en un estudio reciente que contabilizaron más de 700 botes de aguas blancas, solo en el municipio Sotillo, aun cuando no pudieron recorrer toda la jurisdicción.

Gil añadió que en la zona rural de la localidad hay innumerables fugas del líquido, aunque la mayoría son generadas por los habitantes en sus intentos de conseguir el recurso de cualquier manera, haciendo conexiones con tuberías que en muchos casos terminan rompiéndose y generando botes de agua.

“Tanto la alcaldía como Hidrocaribe deberían asignar un equipo especial para monitorear la situación y concientizar a los lugareños de que estas prácticas son ilegales. Se entiende el desespero por no contar con el líquido de manera normal, pero actuando así perjudican a otras comunidades y se desperdician miles de litros”.

Salud en juego

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La gran cantidad de botes de agua también atenta contra el pavimento en diferentes tramos de la zona metropolitana del norte de Anzoátegui. Es muy frecuente observar calles destrozadas por la erosión causada por el agua. Lo más preocupante es que al quedar el líquido empozado, se convierte en cuna de miles de mosquitos, que a su vez transmiten enfermedades, poniendo en riesgo la salud de niños y adultos.

“Es un problema de salubridad pública que impulsa cuadros gastrointestinales, parasitarios y algunos virales como la hepatitis A, giardiasis o leptopirosis. También patologías transmitidas por vectores como zika, chikungunya y fiebre amarilla”, explicó Andrés López, médico cirujano.

Vale destacar que, según reseñó el portal Is Global, para el año 2020 Venezuela acumulaba más de la mitad de los casos de malaria, y el 73% de las muertes por malaria en América. Además, el número de contagiados por cada mil personas en riesgo en el país es ocho veces mayor al de Brasil, segunda nación en la región con la mayor incidencia.

Lo peor es que resulta bastante difícil pensar que esas cifras pueden bajar, cuando hay personas que no tienen más remedio que recurrir al canal de alivio del río Neverí en Barcelona, para obtener un poco de agua para el consumo.

Tal es el caso de los habitantes de Brisas de las Bateas, nombre que dan los propios residentes al caserío aledaño a Bateas de Maurica, en Barcelona. “Aquí hemos llenado listas de alcaldías, de gobernación, de ministerios, y nada. Solo estamos pidiendo que nos envíen un líquido sano. Uno cocina, se baña y se toma el agua del canal de alivio, medio tratada, medio hervida en leña, porque cómo compra uno una bombona de gas”, comentó Gustavo Rodríguez.

Cisternas cada dos meses

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Para los habitantes de los 30 ranchos ubicados en Brisas de las Bateas, las cisternas tampoco son la salvación, pues las mandan cada dos meses. Y para completar, la gran mayoría no tiene un tanque en condiciones adecuadas para almacenar el recurso.

De hecho, solo tres ranchos cuentan con un lugar donde almacenar agua en forma adecuada. El restante de las personas, guarda el líquido en envases rotos, prestados, en neveras oxidadas (donde abundan microorganismos) y hasta en motolanchas, entre otras improvisaciones.

Según Pedro Rodríguez, tras la carencia de tanques o pipotes para almacenar agua, la cisterna no proporciona la totalidad de la carga a los habitantes de Brisas de las Bateas, y se retorna con más de la mitad del líquido.

Óxido, gusarapos, hongos, moho, entre organismos, es lo que se puede observar en los envases para reservar el recurso que usan en la humilde comunidad, donde sus habitantes siempre desean que llueva porque, según ellos, es la forma más rápida y confiable de obtener agua.