Tres actores, un velero y un cuerpo flotando en las rocas: la misteriosa muerte de Natalie Wood

Tres actores, un velero y un cuerpo flotando en las rocas: la misteriosa muerte de Natalie Wood

Natalie Wood

 

El fin de semana de Acción de Gracias de 1981, la actriz y su marido, Robert Wagner, invitaron a navegar con ellos a Christopher Walken, coprotagonista de la película que ella estaba filmando. Solo los actores y el capitán del barco saben lo que realmente le pasó a esa mujer que había crecido –y atravesado todas las violencias imaginables– frente a las cámaras

Por Infobae





Tantas especulaciones sobre su muerte opacaron su vida: no sólo una carrera excepcionalmente prolífica para alguien que sólo tenía 43 años, sino quién era en verdad como persona. Lo dice su hija mayor, Natasha Gregson Wagner, en Natalie Wood: What Remains Behind, el documental que produjo y presentó en 2020 por HBO en un intento por desentrañar esa parte de la historia de su madre que el público comenzó a olvidar en la mañana del 29 de noviembre de 1981, cuando su cuerpo, golpeado y sin vida, fue encontrado flotando entre las rocosas aguas de la isla de Santa Catalina, al sur de California.

Había sido tocada por la estrella de los distintos casi antes de llegar al mundo, ¿o por qué vuelta del destino dos inmigrantes rusos como María “Mud” Zudilova y Nicolás Zakharenko iban a enamorarse y mudarse a Santa Rosa. Llegaron a los Estados Unidos huyendo de la guerra civil, cada uno por su lado, y se conocieron cuando ella ya tenía una hija de su primer matrimonio. Se casaron cuando Mud estaba embarazada de cinco meses de la actriz, que nació en San Francisco como Natalie Zakharenko el 20 de julio de 1938.

Tenía cinco años cuando el director Irving Pichel la descubrió en la primera fila de los curiosos que asistían al rodaje de Happy Land (1943). Es que estaba signada por algo más: también mucho antes de que estuviera en los planes, según su biógrafa, Suzanne Finstad –autora del bestseller Natasha (2001)–, una gitana le había dicho a Mud dos cosas que el tiempo probaría ciertas. La primera, que su segunda hija sería famosa en todo el mundo; la segunda, que iba a morir ahogada en aguas profundas. Esa madre rígida y supersticiosa se aferró al primer presagio como a la tabla de salvación que no tuvo Natalie, sin saber que era el segundo el que haría que su nombre siguiera vigente cuarenta años después de su muerte como el mayor misterio de la historia de Hollywood.

Para perseguir el sueño de la hija actriz, la familia vendió la casa de la Santa Rosa y se instaló en Los Ángeles. En 1946, la niña prodigio tuvo su primer crédito como Natalie Wood en Mañana es para siempre, también de Pichel, y con Orson Wells. El nombre se lo puso Bill Goetz, uno de los fundadores de 20th Century Pictures, en honor a su amigo, el veterano director Sam Woods. Un año más tarde, a los 8, tuvo su primer protagónico en la exitosa Milagro en la calle 34. El camino a la fama anticipado por la gitana se había concretado. Natalie se volvió un personaje recurrente en las películas de fines de los 40 y principios de los 50.

La madre la vigilaba de cerca mientras entrenaba a su hermanita menor, Svetlana –hoy Lana Wood– para seguir sus pasos. Tanto le importaba a Mud la carrera de su hija, que, durante la filmación de La promesa verde (1949), con sólo 10 años, Natalie se quebró un brazo cuando un puente que tenía que atravesar corriendo se derrumbó sobre el agua, pero para no interferir con el rodaje, la madre se negó a que recibiera atención médica. La actriz cargaría para siempre con las consecuencias: un bulto en la muñeca izquierda que tapaba con pulseras y una tremenda aversión a las profundidades que nunca pudo superar y que se sumó al misterio. ¿Por qué habría salido sola Natalie del velero en un bote salvavidas –como declaró entonces su marido, el actor Robert Wagner– en la fatal noche del 28 de noviembre de 1981 si le tenía terror a ahogarse en el mar?.

Mud aseguraba a quien quisiera oírla que era descendiente de los Romanoff, y algo de su fantasía iba a realizarse en su hija: Wood y Wagner fueron la realeza de Hollywood por partida doble. Fue justo después de filmar La promesa verde, a los 11 años cuando coincidió por primera vez con RJ en una fiesta de la industria y le dijo a su agente: “Algún día me casaré con él”. Lo haría dos veces. Por entonces él tenía 19 y comenzaba a ganarse un lugar como galán tradicional, al estilo de Cary Grant. Pero, a mediados de los 50, la moda impuso lo contrario: los discípulos de Lee Strasberg coparon los estudios y compartió cartel –y se hizo muy amiga– del más legendario de todos ellos: James Dean.

Su personaje de Judy en Rebelde sin causa (1955) (Photo by Silver Screen Collection/Getty Images)

 

Su personaje de Judy en Rebelde sin causa (1955) le cambió la vida en muchos sentidos. Por un lado, según diría luego en muchas oportunidades, fue el primer guión que leyó y eligió sin que lo hicieran por ella sus padres. De hecho, sus padres –o Mud, porque el padre pasaba la mayor parte del tiempo borracho– se oponían a que actuara en el film de Nicholas Ray. Por otro, le valió su primera nominación al Oscar como Actriz de Reparto. Pero sobre todo, la acercó al círculo de Dean, Sal Mineo, Dennis Hopper, y esos actores que, con su rebeldía genuina, le mostraron que someterse al control de su madre no era la única alternativa para avanzar en su carrera.

Además, comenzó un romance clandestino con Nick Ray, que tenía 43 años y estaba de novio con la actriz Shelley Winters. Para Natalie, ese papel era la oportunidad de interpretar por primera vez en la ficción y en la vida un rol de carácter, pero Ray abusó en todos los sentidos de su poder: la criticaba abiertamente por su voz infantil, decía que daba demasiado flaca en cámara, que no era lo suficientemente sexy y que iba a reemplazarla con Debbie Reynolds o Jane Mansfield. La relación duró los diez meses del rodaje, y en esos días Wood iba a sufrir otro aberrante abuso sexual, que Mud la instigó a callar, de la misma manera que le negó atención médica cuando se quebró el brazo en aquel accidente en La promesa verde.

Era 1954 cuando Natalie fue al mítico hotel Chateau Marmont a reunirse con un actor protagónico para hablar de un posible papel. Era un hombre casado que le llevaba 20 años a quien ella admiraba. Mud y su hermana Lana la esperaron afuera durante las cuatro horas que duró su calvario. Sólo a partir de las últimas memorias de Lana, Little Sister, publicadas este mes, se confirma lo que fue un secreto a voces durante décadas: que ese hombre que siguió siendo respetado hasta su muerte, en 2008, a los 103 años, fue Kirk Douglas.

Después de aquello, Wood se refugió en Scott Marlowe, prácticamente el sucesor de Jimmy Dean tras el fenómeno de taquilla que generó su muerte dos semanas antes del estreno de Rebelde sin Causa. Estaba de novia con él cuando Wagner la invitó a salir por primera vez, el día que cumplió 18 años. Se dice que entonces todo estuvo arreglado por sus agentes: el de ella quería cumplir con el requerimiento de su madre y de los estudios de alejarla de ese candidato poco centrado; el de RJ quería promocionar su próximo estreno, la cita fue en la première de La montaña siniestra (1956). Cuando años más tarde contasen su historia a la prensa, Natalie diría que, después del cóctel, volvió a su casa a esperar que Robert la llamara por teléfono, pero Marlowe revelaría que, en realidad, fue a encontrarse con él al Chateau Marmont: “Me dijo ‘Tuve la cita más aburrida de la historia. Es tan dulce… y taaan aburrido. ¡Por favor, no dejes que lo haga otra vez!’”. A la mañana siguiente, recibió un ramo de flores de RJ, pero por un tiempo, no volvieron a verse, y hasta tuvo un breve romance con Elvis Presley, que quiso conocerla porque era fan de Rebelde sin Causa.

Fue eso lo que despertó otra vez el interés de Wagner, que la invitó a una cita más romántica que la anterior: una salida a solas en su velero My Lady. La historia iba a querer que su amor empezara y terminara en el mar. Era el 6 de diciembre de 1956. Se casaron un año después, el 28 de diciembre de 1957. El tenía 27, ella 19 y un deseo más grande que la vida: independizarse de su familia. Pero el matrimonio no fue lo que esperaba. Aunque en los años que siguieron la televisión y las revistas se hicieron una fiesta con esa pareja perfecta, un artículo inédito que Natalie envió al Ladies Home Journal en el 66 da una pista de que la ilusión de la libertad duró muy poco para ella: “Después de dos años de casada empiezan los problemas”[..] ¿Y cómo separás la realidad de la ilusión, cuando te pasaste la vida atrapada en el ‘hacer creer’?”.

La carrera de RJ parecía estancada cuando Elia Kazan llamó a Wood para hacer Esplendor en la hierba (1961) junto a esa máquina de seducir que era Warren Beatty. Que Wood y Beatty tuvieran una aventura resultaba lo más natural del mundo. Y algo bastante conveniente: “Ayudó a las escenas de amor”, escribió Kazan en sus memorias. Siempre se dijo que en esa primera ocasión, Natalie y RJ se divorciaron por su affaire con el actor. Hay otra versión, sin embargo, que aparece en la última reedición del libro de Finstad en la que la biógrafa afirma que lo que en verdad ocurrió es que Wood encontró a su marido en la cama con su mayordomo inglés, con quien convivía desde antes de casarse con ella. También que, después de eso, la actriz intentó suicidarse tomando pastillas. No sería la primera ni la última vez (se dice que volvió a hacerlo cuando Beatty la llamó para ofrecerle que actuara con él en Bonnie & Clyde).

Warren Beatty y Natalie Wood

 

Lo cierto es que, tras el divorcio, Wagner voló a Roma donde volvió a casarse y tuvo a su hija Katie junto a la actriz Marion Marshall, y Wood tuvo varios romances: con Michael Caine, con David Niven, con Steve McQueen. Iba al psiquiatra todos los días cuando su amigo Robert Redford le presentó a su agente, Richard Gregson. Se casaron el 30 de mayo 1969 en una ceremonia a la que la novia llegó vestida de amarillo y con el actor de Desacalzos en el parque como padrino. El 29 de septiembre de 1970 nació Natasha. “Natalie no quedó embarazada, ella buscó tenerte. Ella quería ser madre”, le dice Mia Farrow –otra amiga de Wood– a su primogénita en el documental que produjo para recuperar los aspectos más luminosos de su vida y rescatar la figura de su padrastro, RJ, al que quiere como a un padre y en cuya versión cree sin objeciones.

Es que Wood se divorció de Gregson un año después, y en 1972 se reencontró con su ex. “Nos dimos cuenta de que seguíamos enamorados. Yo sabía que lo estaba, y ella también, pero entendimos que a los dos nos pasaba lo mismo”, cuenta Wagner. En abril de ese año fueron juntos a los Oscar. Finstad escribe que habían tenido largas conversaciones en las que él le dijo que estaba seguro de su sexualidad gracias a las sesiones de psicoanálisis a las que se había sometido en Europa. Se casaron ese mismo 16 de julio, con las hijas de los dos y los hijastros de él presentes. Una vez más, el amor se selló abordo de un velero, como si desafiaran al viejo presagio de la gitana.

Con la llegada de Courtney Wagner, el 9 de marzo de 1974, la felicidad de la familia ensamblada parecía total.. Ahora la carrera de RJ era la que destacaba gracias a una sucesión de éxitos en la televisión, como Switch y Hart to Hart, pero Natalie decía estar contenta con su rol de Natalie, en su casa, cuidando a sus hijas y recibiendo amigos todos los fines de semana como esa pareja real que eran. Sin embargo, cuando decidió volver al cine el rango de papeles para ella se había reducido. Empezó a tomar cada vez más alcohol y pastillas como Quaaludes.

Hasta que en 1981, finalmente, le llegó un proyecto por el que volvió a interesarse. No era un papel secundario, ni de madre. En Brainstorm (1983) compartiría cartel con el ganador del Oscar Christopher Walken en una trama de ciencia ficción en torno a una máquina para registrar las propias sensaciones y compartirlas. Tal vez Wood hubiera querido que esa máquina existiera realmente para que alguien se pusiera en su lugar al menos alguna vez en su vida. No tuvo esa suerte. En el fin de semana de Acción de Gracias de 1981, exactamente un 26 de noviembre, los Wagner-Wood invitaron a Walken su velero, Splendour, bautizado así en homenaje a la película Esplendor en la hierba.

En el barco sólo estaban ellos tres y el capitán, David Davern, que, como muchas otras veces, los condujo a la exclusiva isla de Santa Catalina. Era la una de la mañana del 29 de noviembre cuando Wagner y el capitán llamaron a la guardia costera: “Aquí el Splendour, necesitamos ayuda”. Para entonces hacía horas que Wood estaba desaparecida. ¿Por qué no lo informaron antes? Sólo Wagner, Davern y Walken saben lo que pasó. Walken jamás habló “por respeto a la familia”. La investigación iba camino a cerrarse rápido: la actriz estaba borracha –todos lo estaban, y ella tenía un alto nivel de alcohol en sangre–, y por eso había tratado de alejarse en el bote salvavidas, pero había tropezado, se había caído al mar y se había ahogado. Las horas que tardaron en darse cuenta de que no estaba en el barco, las justificaron diciendo que creyeron que estaba en su cuarto.

Pero cuando la noticia de la muerte de Wood se hizo pública, una mujer que estaba un velero cercano denunció que esa noche había escuchado los gritos desesperados de una voz femenina que pedía ayuda. Y que también escuchó que le respondían: “Ahora vamos”. Cuando le preguntaron por qué no fue ella misma a ayudar a esa persona que pedía auxilio, dijo lo que solían decir entonces muchos testigos de femicidios: “Porque nadie se mete en los asuntos de los otros”.

En 2011 la policía de Los Ángeles reabrió la investigación en parte por la presión de la hermana menor de Wood

 

De cualquier manera, eso abrió las preguntas, y también las contradicciones: ¿Por qué Wood había querido irse sola del velero en medio de la noche? Wagner reconoció que los tres actores habían discutido sobre la carrera de Natalie que sentía que, a diferencia de sus pares varones, como Walken y Wagner, ya no era considerada como antes, y había tenido que someterse a un durísimo entrenamiento para ponerse en forma para el papel de Brainstorm. Aunque otra versión, mucho más difundida, dice que la discusión fue porque Wood y Walken eran amantes. Una más, que circula a cuarenta años de su desaparición física, es que quienes tenían una aventura eran Wagner y Walken, y que si hubo una mano que la empujó del barco no fue la de un marido celoso sino la de un actor –o dos– que buscaban proteger sus carreras en un momento en que Hollywood no perdonaba a los homosexuales.

En 2011 la policía de Los Ángeles reabrió la investigación en parte por la presión de la hermana menor de Wood, que continúa sosteniendo que Wagner no dijo todo lo que ocurrió esa noche. En 2018, el actor, que al morir Wood obtuvo inmediatamente la custodia de sus dos hijas, fue calificado como “persona de interés” en la causa. La muerte de la actriz, caratulada originalmente como “ahogamiento accidental” hoy figura como “ahogamiento por factores no determinados”.

Su historia es el mayor misterio de Hollywood

 

La muerte de Natalie Wood es el mayor misterio de Hollywood, pero también el recorrido de una mujer expuesta a la violencia machista a la vista del mundo desde la infancia. La vulnerabilidad profunda de una niña a la que la madre le enseñó a callarse cuando la violaban igual que cuando se quebraba un brazo. La misma vulnerabilidad de la adolescente abusada sin consecuencias por hombres que la triplicaban en edad, mientras sonreía para poder seguir trabajando. La misma de la mujer que se sentía descartada por su edad, incluso aunque haya muerto tan joven. La de la madre a la que la Justicia no le importó si había sido o no asesinada por su marido, ni que sus hijas pudieran ser criadas por su femicida. Su historia es el mayor misterio de Hollywood, pero también la mayor verdad antes del #MeToo, y una de las más tristes: de no haber sido mujer, probablemente Natalie Wood estaría viva.