Cumbre por la Democracia, la apuesta de Biden para potenciar su liderazgo

Cumbre por la Democracia, la apuesta de Biden para potenciar su liderazgo

Joe Biden

 

 

 





 

 

Dignatarios de 110 países, entre ellos Colombia, participarán desde este jueves de la cita.

Por eltiempo.com

Este jueves se instala la esperada Cumbre por la Democracia, un evento con alcance global organizado por el presidente Joe Biden y al que están invitados 110 países del mundo, entre ellos Colombia.

Durante dos días, mandatarios, miembros de la sociedad civil y del sector privado discutirán estrategias para fortalecer y renovar un sistema que según muchos ha venido perdiendo terreno en años recientes.

Durante el evento, el presidente estadounidense piensa anunciar una serie de iniciativas para respaldar las elecciones libres, proteger a medios de comunicación, e impulsar el trabajo entre países para resolver los problemas más apremiantes de la humanidad, como el cambio climático y la desigualdad económica.

De acuerdo con la Casa Blanca, la Cumbre por la Democracia pondrá en marcha un “año de acción” que será capitalizado en un segundo encuentro en el 2022, este sí presencial, para revaluar el progreso.

Se espera que los países firmen un documento final, que si bien no sería legalmente vinculante, establecería compromisos en todos estos frentes.

El encuentro nació de una promesa que hizo Biden durante la campaña presidencial que lo llevó a la Casa Blanca. Según el entonces candidato, la democracia como sistema político está siendo desafiada por regímenes autoritarios en el mundo que reprimen derechos y libertades básicas en aras de alcanzar objetivos económicos y geoestratégicos.

“Es absolutamente claro que aquí hay una batalla entre las autocracias y las bondades de la democracia en el siglo XXl. Tenemos que demostrar que la democracia todavía funciona y que le podemos cumplir a los ciudadanos”, ha venido diciendo Biden desde el año pasado.

Para el presidente se trata de un tema muy personal pues lo vivió en carne propia cuando una turba de simpatizantes de Donald Trump se tomó el Capitolio en enero de este año para tratar de impedir que los legisladores certificaran su triunfo.

Así mismo, es una manera de contrarrestar los esfuerzos que vienen haciendo los republicanos en varios estados para limitar el acceso al voto.

De paso, hay un objetivo macro: tras el repliegue de EE. UU. de durante los años de Trump, Biden busca posicionar al país nuevamente como líder de las democracias del mundo.

Si bien sus intenciones parecen loables, la Cumbre ha desatado una intensa polémica que amenaza con descarrilar sus objetivos. En gran parte eso se debe a la lista de invitados al evento y los criterios que se utilizaron en la selección.

A pesar de que la Casa Blanca lo niega e insiste que la intención fue reunir a países con orientaciones similares sin que eso sea un sello de aprobación o rechazo, la percepción -entre los críticos- es que está dividiendo al mundo entre malos y buenos y con motivaciones políticas.

Una gran mayoría de los 110 invitados son democracias claramente consolidadas. Y las razones para no incluir a otros, como Corea del Norte, Afganistán o Irak saltan a la vista.

Pero hay algunos, en ambos grupos, donde la situación no es tan clara.

Como por ejemplo Pakistán y Filipinas, que hacen parte de la lista, pero no son los mejores ejemplos de democracia, o Hungría y Turquía, que no calificaron pese a ser miembros de la Unión Europea (en el caso del primero) y aliado de la Otán (en el segundo).

En el caso de Hungría, las autoridades han dicho que Biden los está castigando por haber sido cercanos a Trump y que la decisión fue irrespetuosa.

China y Rusia, que tampoco estarán presentes, reaccionaron con extrema dureza. En una carta escrita por los embajadores de ambos países ante la Casa Blanca, estos acusan a Washington de promover una mentalidad de guerra fría y advierten que la cumbre “desatará confrontaciones ideológicas en el mundo al crear una nueva línea divisioria”.

Beijing, además, está furioso por la inclusión de Taiwán en el evento -pues considera que la isla hace parte de China-.

En el caso de Latinoamérica, la lista de invitados excluyó a El Salvador, Guatemala, Honduras, Cuba, Nicaragua y el gobierno del presidente Nicolás Maduro en Venezuela (aunque sí fue invitado Juan Guaidó, a quien Washington reconoce como presidente interino de esa nación).

De acuerdo con Juan González, asesor para América Latina en el Consejo Nacional de Seguridad, “algunos de los países que no fueron invitados son democráticos pero han tenido algunas actividades muy preocupantes que nos llevaron a excluirlos”.

La Casa Blanca, por su parte, afirma que no pretende ser un árbitro de legitimidad democrática ni persigue objetivos políticos con el evento.

“Uno siempre está buscando mejorar, empujar a otros países a que mejoren también y está es la oportunidad de hacer esto. Entiendo el interés que ha surgido por la lista, pero esto no es un sello de aprobación o desaprobación. La intención es tener un gran rango de rostros y voces que representen lo que queremos debatir”, dijo Jen Psaki, la portavoz de Biden.

Algo en lo que coincide Derek Mitchell, presidente del Instituto Nacional para la Democracia en las Relaciones Internacionales. “Mi impresión es que no es una iniciativa para crear un club exclusivo de democracias sino para celebrar el sistema y resaltar las áreas donde está fallando. Por supuesto es imposible separar la geopolítica de esas intenciones”, afirma Mitchell.

El otro problema que tiene Biden, y eso se lo han restregado sus rivales, es que tras el embate a la democracia que sufrió EE. UU. en enero y todo lo que viene ocurriendo desde entonces, Washington perdió autoridad moral para ser un líder en este frente.

Hace poco Freedom House, una entidad que evalúa el estado de la democracia a nivel mundial, bajó la calificación del país y advirtió, de paso, que sus sistema enfrenta serios desafíos.

Pero de acuerdo con Steven Feldstein, del Carnegie Endowment para la Paz Internacional, esos desafíos domésticos antes justifican la necesidad de una Cumbre con este calibre.

“Es una manera de decir que las democracias no son perfectas y hay que trabajar todos los días para protegerlas y perfeccionarlas. Y la Cumbre -añade Feldstein- lo que hace es resaltar precisamente ese principio”.