León Sarcos: Los extravíos de la democracia

León Sarcos: Los extravíos de la democracia

Cuando se renuncia al mérito y al reconocimiento como los dos principales atributos para elegir a los conductores de las democracias se están vulnerando los valores para sostenerla, los incentivos para hacerla perfectible y la razón de ser de su continuidad.

 En política, si se cancela el mérito, la democracia liberal se iguala con cualquier otro sistema político de raíces contrarias a la libertad. Nunca en la historia de la democracia ´´en la práctica´´ encontró asidero aquella máxima demagógica linconiana de que la democracia es: Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

 Hace muchas décadas, gracias a la lucha de grandes hombres, el pueblo dejo de ser una cita que se cargaba en el bolsillo para transformarse en deberes y derechos, sociedad de iguales ante la ley, simplemente en sociedad civil.





El trabajo de los enemigos de la democracia consiste en desnaturalizarla por la vía del fomento del igualitarismo, pervertir los mecanismos de selección y elección, y hacer sentir que todo el mundo puede, que no hay ninguna diferencia entre un vendedor de café, si sabe simular, o un chofer de autobús y un profesor titular de una de las universidades más prestigiosas del país para ser presidente de la república.

El grave problema de la democracia es que todo el mundo simula amarla y muy pocos están dispuestos a inmolarse en su nombre. Tiene muchos enemigos encubiertos que utilizan sus bondades para desfigurarla. Sus detractores adoptan muchos disfraces para acceder a su dirección y muchos resquicios donde se ocultan, para conspirar de noche e intentar cancelarla.

Entre sus enemigos más enconados están los anarquistas, junto con sectas religiosas y políticas de presencia más notoria en las democracias desarrolladas. En el caso de América Latina, el fracaso doctrinario resultado del fin de las ideologías con la caída del muro de Berlín y el triunfo de la globalización, hizo que las versiones tropicales del social cristianismo, la social democracia y el socialismo europeo, prácticamente se desdibujaran y desaparecieran.

 La dirigencia de esos partidos cedió el paso político sin el más mínimo pudor ni entereza a bandas de advenedizos, aventureros y subversivos, que ya se asomaron a fines de los años del siglo pasado y la primera década del presente: Hugo Chávez, Lula da Silva, Cristina Kirchner, Evo Morales y Rafael Correa.

 La democracia con ellos perdió prestigio institucional, y se comenzaron a erosionar sus bases con un populismo de izquierda que fue creando conciencia y preparando el ánimo en la población mayoritaria, de que el manejo del poder es asunto de generosidad, de desprendimiento, que para todos hay con tal de que hayan ganas, no importa que los países se arruinen, sus deudas crezcan, su administración sea retrograda y los resultados a largo y mediano plazo funestos.

No cabe duda de que están aconteciendo procesos y situaciones, que expresan una crisis existencial de la democracia, que nos habla de la muy baja calidad de los hombres que están asumiendo su conducción y de lo pobre de su arsenal político ideológico para defenderla, no solo de los enemigos históricos, sino también de los nuevos que van progresivamente apareciendo; expresiones de un pasado decadente disfrazados ahora de falsos reformadores. La política del arte de lo imposible ha pasado a ser el arte de la simulación.

Tres factores en mi opinión han contribuido para que el futuro de la democracia en el mundo este enrarecido, y en el caso de Latinoamérica, se le haya facilitado el acceso al poder a dos personajes de la fauna política exótica, sin credenciales y sin ninguna experiencia en el ejercicio del poder- inimaginable en el pasado-un maestro de escuela, en el Perú de Haya de la Torre y un exdirigente estudiantil en el Chile de Eduardo Frei.

En primer lugar, muchos dirigentes políticos indistintamente  del origen nacional confunden el respeto por la condición social y por la raza y sus diferentes historias de injusticias y crímenes con deudas de opresión esclavista y violencia colonizadora, cuyos vestigios se proyectan al presente y es necesario reconocer con pagos retroactivos sentimentales y honoríficos, por lo que en las democracias avanzadas, se viene operando de una manera desconcertante lenta e imperceptible para los desprevenidos, la latinización y africanización de estas. 

Especialmente del modelo democrático por excelencia, el norteamericano, que progresivamente se ha ido permeando por hábitos y costumbres perversos del tercer mundo donde por encima de la norma priva el patrimonialismo, el amiguismo, el desorden, la desobediencia civil, el irrespeto a la autoridad, la corrupción, la penetración del tejido institucional por intereses privados y la permisividad y la relajación en la aplicación de la ley.

En segundo lugar, el sentimiento igualitario sembrado tempranamente a principios del siglo pasado, a través de la difusión de los partidos marxistas, se impregnó en la cultura latinoamericana con fuerza inusitada, fundamentalmente en las clases populares -que se han convencido que la condición social no se gana, sino que se decreta- y esto se ha visto reforzada de manera exitosa, pues en paralelo al crecimiento de ese sentimiento, frutos de la lucha democrática, los ciudadanos han ganado deberes y derechos, y ampliado el margen de sus libertades.

 El igualitarismo odioso y contranatura solo ha sido posible por decreto autoritario en países totalitarios, que muchos han llamado igualdad para los de abajo, que excluye a la cúpula corrupta y gobernante, ahora es impuesto no a la fuerza porque no es posible en democracia, pero si mediante lo que formalmente denominan constituyentes, modo habitual de cambiar las constituciones y dejarlas como traje a la medida de los recién llegados, para corromper las instituciones y poder manipular la ley.

En tercer lugar, por razones de espacio, la relajación de los controles, la permisividad, y la fragilidad para sentenciar no apegados en Strictu sensu a la ley, sino a las opiniones del público, los grupos de interés y la influencia de las redes.

 Jamás en la historia de los Estados Unidos vi a un presidente tener más injerencias en la administración de justicia como lo demostró Joe Biden, preocupado por el hombre de color muerto accidentalmente en un forcejeo con agentes del orden e induciendo castigo contra un policía en el cumplimiento del deber. Nunca antes vi más irrespeto a la autoridad que en el intento de toma del Congreso Americano. Nunca antes vi a ciudadanos latinos y de color arremeter con tanto odio contra la policía.

La democracia es la democracia, en cualquier parte del mundo. El sistema de convivencia humana más perfecto de todos los experimentados por los seres humanos. Y, el ser humano, a su vez, el más imperfecto de todos los sistemas para hacerlo perfectible. Todas las conquistas logradas por los pioneros promotores de la democracia desde 1776, hasta nuestros días, que han hecho al hombre más digno, más justo y más libre, solo será posible mantenerlas y mejorarlas, cuando proporcional a esa libertad ganada, la ley sea aplicada con voluntad de hierro y la administración del poder ejercida con vocación y decencia de monje.

En el caso de América Latina, nunca antes se dejó tan franco el camino para acceder al poder a personajes tan poco calificados para conducir una nación. Un maestro de escuela sin la más mínima idea de qué hacer con el poder. En el caso de Chile un ex dirigente estudiantil y diputado, sin título universitario, cuya experiencia más reconocida ha sido construir barricadas y atentar contra el orden establecido. Nada bueno, dirán los astrólogos les espera en 2022 a estos dos países.

León Sarcos