Profesores universitarios jubilados en Venezuela, condenados a rebuscarse para no morir de hambre (Testimonios)

Profesores universitarios jubilados en Venezuela, condenados a rebuscarse para no morir de hambre (Testimonios)

Vista general de un aula de la facultad de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en Caracas, el 11 de octubre de 2021. (Foto de Federico PARRA / AFP)

 

 

 





El caso del profesor jubilado de la Universidad de los Andes (ULA), Pedro José Salinas, quien fue hallado en un delicado estado de salud junto al cadáver de su esposa, Ysbelia Hernández Romero, que murió de un infarto, puso el foco de la opinión pública en las paupérrimas condiciones socioeconómicas que padecen muchos docentes jubilados.

Marianny Castellanos, Luz Dary Depablos, Víctor Federico González, Pableysa Ostos, Jesús Quintero, Jeferson Sánchez // Corresponsalía La Patilla 

La emergencia humanitaria compleja, el éxodo forzado de millones de venezolanos, la galopante hiperinflación y las consecuencias de la pandemia por el Covid-19, han hundido en la miseria a una buena parte de los profesores universitarios jubilados.

De acuerdo con los datos manejados por el Observatorio de Universidades, el salario promedio de un profesor oscila entre 9 y 11 dólares, el más bajo de Latinoamérica y el Caribe. Para poner en perspectiva esta dura realidad, en Haití –que es uno de los países más pobres de la regiónun docente de educación superior gana 650 dólares.

Una encuesta realizada en 2021 por esta misma ONG sobre las condiciones de vida de la población universitaria (Enobu 2021), arrojó unos resultados preocupantes: el 35% de los profesores universitarios de 60 años o más, “come menos de 3 veces al día, y otro 35% no recibe ningún ingreso extra respecto de su salario del Ministerio de Educación Universitaria”.

Tristeza, indignación, humillación, angustia, depresión, dolor, miseria, hambre, resiliencia, supervivencia; son algunas de las palabras que delinean los desgarradores testimonios de profesores jubilados de varias universidades del interior del país.

Aunque las estadísticas dan un diagnóstico de la gravedad del problema, conocer de cerca lo que viven estos profesionales que dieron sus mejores años en la formación de miles de jóvenes, nos proporciona la dimensión humana de esta tragedia. ¿Venezuela se arregló? Veamos.

 

 

 

 

“Nunca imaginé que íbamos a estar en esta situación de mendicidad”

De lunes a viernes Jackeline Vicoz llegaba a las aulas de clase de la Universidad de Carabobo (UC), donde se desempeñó como profesora en la Facultad de Ciencias de la Educación. Su pasión por transmitir conocimientos no podía esperar, así que era la primera en llegar y la última en irse. Con tiza y borrador en mano, se instalaba en su escritorio a esperar que llegaran sus alumnos. Su rutina no varió en dos décadas de docencia. Sin embargo, hace cinco años la situación económica se volvió asfixiante y decidió jubilarse.

Vicoz, quien es es licenciada en Educación, mención Ciencias Sociales, magister en Investigación y doctora en Educación de la Universidad de Carabobo, comenzó a notar en 2017 que el salario que devengaba no le alcanzaba ni siquiera para comprar su tratamiento de hipertensión cardíaca y trombosis profunda venosa, mucho menos para cubrir los gastos de mantenimiento de su vehículo. “¿Qué estoy haciendo aquí?“, fue la pregunta que se hizo durante varios días hasta que decidió retirarse de los salones de clase.

El próximo paso fue comenzar a consignar su hoja de vida en diferentes empresas, con la esperanza de conseguir un empleo que le generara mayores ingresos económicos. Fue así como desde hace más de un año se dedica al sector comercial.

Relató que al principio el impacto emocional fue grande, porque nunca se imaginó que luego de tantos años de formación académica tendría que dejar a un lado su vocación de enseñar y desempeñarse en otra área.

En mi caso tengo que hacer otros tipos de trabajo, salir a trabajar a pesar de nuestras condiciones médicas. Los profesores jubilados tenemos que salir a trabajar porque si no, nos morimos de hambre, de mendicidad (…) ¿Uno se preparó para terminar en esto? ¿Para terminar dependiendo de familiares? No. Yo me preparé para tener una jubilación y una tranquilidad económica que me permitiera, al menos, cubrir mis gastos básicos del día a día“, expresó la profesora de 55 años de edad.

Jackeline Vicoz, profesora jubilada de la Universidad de Carabobo

 

 

 

Manifestó sentirse humillada, porque el salario que devenga como profesora jubilada de la UC no supera los 10 dólares al mes. “Nunca pensamos que íbamos a estar en esta situación de mendicidad, que tenemos que depender de otros familiares, porque no tenemos para comer. Es triste esta situación, muy deprimente. El Gobierno no ha entendido que nuestras casas de estudios son sagradas“, dijo.

Tristeza e indignación son las emociones que acompañan día a día al profesor Nelson Acosta, quien estuvo más de 25 años en las aulas de clase de la UC impartiendo la cátedra de Antropología.

Depender de las remesas que le envía su hija y recortar gastos del hogar se convirtió en una constante para Acosta, debido a que el sueldo de aproximadamente 45 bolívares al mes, sin las bonificaciones, es insuficiente para cubrir sus gastos básicos.

Acosta, quien es graduado en Antropología de la Universidad Central de Venezuela e hizo estudios académicos en la Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Yale, consideró que desde que el socialismo llegó al poder, la vida académica universitaria e individual se fue al suelo.

Jamás en la vida me imaginé que iba a estar en esta situación. De haberlo sabido, me hubiese quedado en el exterior. Nunca pasó por mi mente que íbamos a estar en este estado. Yo vivo literalmente porque mi hija me envía una platica, pues con el sueldo universitario es imposible vivir. Yo tengo 76 años de edad y vivo recortadito, es sumamente triste“.

Manifestó preocupación porque los profesores universitarios jubilados no gozan de un sistema de salud que los ampare. Recordó que cuando inició su carrera como profesor, tenían salarios dignos y beneficios laborales, pero ahora todo forma parte de una escena del pasado. “El profesor universitario jubilado vive en circunstancias muy difíciles y con otra particularidad: los servicios de asistencia médica son casi inexistentes. Y a la edad de los 70 y pico de años es factible que uno tenga algún tipo de dolencia“, comentó.

Repudió que el régimen de Nicolás Maduro no otorgue el presupuesto que necesita la UC para funcionar de manera óptima.

En una entrevista a La Patilla, el vicerrector administrativo de la UC, José Ángel Ferreira, informó que solo fue aprobado 4% del presupuesto solicitado en el anteproyecto para gastos de funcionamiento.

Ante esto, el profesor Acosta lamentó que el régimen de Maduro no invierta en el sistema educativo del país. “Se nos puede perder el país, porque en las universidades es donde se forma la élite política, económica y social, pero las universidades se envejecen con esos presupuestos“, señaló.

El vicepresidente de la Asociación de Profesores de la Universidad de Carabobo (Apuc), Gerardo Vásquez, precisó que contabilizan 2.558 profesores jubilados de la máxima casa de estudios en la entidad carabobeña.

“A mí me dolió ver que mi hijo no pudiera culminar sus estudios”

Ezequiel Zurita, profesor jubilado de la UPEL, núcleo Maturín

 

 

 

 

Por 42 años ejerció la educación en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador núcleo Maturín y jamás pensó que en sus años de jubilación tendría que dedicarse a otro oficio para poder sobrevivir. El profesor Ezequiel Zurita se gana la vida cantando y animando en fiestas de vecinos y amigos que viven en otras zonas.

Desde hace dos años decidió sacarle provecho a su talento en la animación y el canto, ya que el sueldo que devenga como jubilado es insuficiente para mantenerse. Su salario sumado al bono que otorga el régimen, no llega ni a 150 bolívares mensuales, a pesar de tener el cargo de profesor titular, el más alto de la tabla del personal docente.

Los jubilados no tenemos ninguna ayuda del gobierno. Había una unidad de atención para los jubilados, pero por la misma situación actual del país, eso desapareció. En la subdirección de extensión había una Asociación de Profesores Jubilados y no se sabe qué pasó con eso”, narró el profesor Zurita.

A sus 66 años, el profesional de la enseñanza es paciente diabético, pero desde hace mucho tiempo no ha podido tomar sus medicamentos, pues afirma que el dinero que percibe solo alcanza para comer. Ante este panorama, opta por caminar todos los días varias cuadras en su urbanismo para mejorar su calidad de vida.

Pero no solo es la diabetes, sino la soriasis lo que padece Zurita. Sin embargo, afirma que las cremas para el tratamiento son muy costosas y el seguro médico que tenían, ya no existe. Es por ello que la opción que le queda es ir al hospital o al Centro de Diagnóstico Integral que está cerca de su casa.

Tenía un hijo estudiando Ingeniería Industrial en la Universidad Santiago Mariño, pero no pudimos seguir costeando y por ello tuvo que abandonar a mitad de carrera. A mí me dolió ver que no pudiera culminar sus estudios, pero cómo hacíamos si el dinero no alcanzaba. Después de eso, se dedicó a trabajar y con lo que gana nos ayuda a mí y a mi señora esposa que también es profesora jubilada, y entre todos gran parte del dinero se va en comida”, contó el profesor universitario.

En su casa tiene su carro parado desde hace bastante tiempo debido a que le es imposible poder repararlo, y aunque ha hecho el intento de venderlo, asegura que quienes han querido comprarlo, le han ofrecido un monto ínfimo.

Así como el caso de este profesor hay muchos, afirma el presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Pedagógica Experimental (Aproupel), Hernán Azócar, quien precisó que en la actualidad, esta casa de estudios cuenta con 220 profesores jubilados. El dirigente gremial resalta que más del 50% debe dedicarse a otros oficios para poder subsistir a la crisis.

En relación a los programas de apoyo, indicó que anteriormente contaban con la caja de ahorro con la que pagaban un seguro para atender todo lo relacionado a la salud. No obstante, debido a la desvalorización del salario, sostiene que no es posible pagar ningún seguro.

En materia de salud estamos totalmente desguarnecidos. Uno de los programas que tiene la universidad y el gremio, es el Instituto de Previsión Profesoral que a través de nuestro bolsillo, se encarga de financiar 30 bolívares trimestrales, pero si gasta ese dinero en cualquier medicamento, se debe esperar tres meses. Esto es algo irrisorio para cualquier eventualidad médica”, explicó Azócar.

Destacó el presidente de Aproupel que no cuentan con ningún programa de atención de salud ni de recreación, solo la caja de ahorro que lo único que cubre son operativos para comprar bolsas de comida a bajo costo, pero detalla que no alcanza ni para 15 días. “Algunos agremiados se quedan sin dinero cuando pagan la bolsa de alimentos”.

“Tenemos que sacrificar algunos gastos y reinventarnos para medio comer”

Tengo el vehículo descompuesto desde hace 5 años y no lo he podido reparar. El techo de mi casa con filtraciones, por lo que al llover comienzan mis preocupaciones, así como varios aparatos electrodomésticos dañados, que en ningún caso he podido recuperar. Y pienso que como yo hay muchos y hasta en peores condiciones, en su mayoría jubilados que tienen más de 70 años de edad y ninguno estábamos preparados o mentalizados de estar en una situación económica tan difícil, ya que como universitarios y en su mayoría intelectuales, jamás imaginamos llegar a estos niveles en los cuales nos ha sumergido este gobierno, siendo el país más rico del mundo”.

Este es el testimonio de Luis Silva, quien dedicó 26 años de su vida a la docencia en la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos (Unerg) en San Juan de los Morros y que en la actualidad “pasa las de Caín” para poder sobrevivir en la capital del estado Guárico.

Con un “sueldo de hambre”, expresa estar agradecido con Dios por no presentar ninguna enfermedad de base, ya que con lo que gana no lograría “estirar” el sueldo para comprar comida y medicamentos.

Tenemos que sacrificar algunos gustos o gastos y reinventarnos para medio comer, y ni pensar si llegamos a enfermar. Hay varios que reciben remesas o ayudas económicas de familiares en el exterior, pero los que no tenemos quien nos envíe alguna asistencia, de verdad que la pasamos muy mal. En casos de enfermedad, hay quienes recurren a los grupos de amigos de trabajo o de WhatsApp para organizar rifas y recolectas de ayuda económica para poder solventar los gastos que generan esas enfermedades”, manifestó Silva.

Los más de 700 jubilados de la Unerg, entre personal docente, administrativo y obrero, no disfrutan de dependencias que los apoyen en materia de salud, préstamos, caja de ahorros, entre otros, puesto que la atención en la sede del Ipasme “brilla por su ausencia”.

Incluso el personal que tuvo un cargo de alto nivel, como es mi caso, los montos que perciben no representan un ingreso suficiente para atender todos los gastos que generan sostener una familia de un mínimo de 3 o 4 personas, incluso hasta para una sola persona se le hace cuesta arriba vivir o sobrevivir en estas condiciones. Todo esto que padecemos los trabajadores universitarios ha sido producto del deterioro que desde hace aproximadamente unos 6 años les ha ocasionado gobierno nacional a nuestros sueldos, ya que nos ha impuesto tablas salariales muy por debajo de los acuerdos firmados en épocas pasadas y que no respeta. Ejemplo de ello son las normas de homologación que las eliminó de un solo plumazo”, precisó el profesional.

Javier Montenegro, profesor jubilado de la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos

 

 

 

 

 

Javier Montenegro, también jubilado de la principal alma mater guariqueña, recalcó que aquellos que están alejados de las aulas de clase exigen un sueldo base de, al menos, 300 dólares mensuales para mejorar su calidad de vida.

Dijo que su esposa fue cesada en el año 2015 y aún no ha recibido el pago de su jubilación. Recordó que gracias a las remesas que le envían sus tres hijas desde el extranjero, logra comprar lo necesario para mantener su hogar.

Un profesor universitario en 2010 ganaba aproximadamente 2.500 dólares. La calidad de vida se ha deteriorado un 100%. La mayoría de los jubilados han emigrado. ¿Qué van a hacer aquí con ese sueldo? Después de que Maduro agarró la presidencia, los sueldos disminuyeron. Como profesor agregado de tiempo convencional que fui al final de mi carrera, gano 3 dólares quincenales. Y la pensión es mínima y tampoco alcanza para nada. Además, ¿con que ánimos haces un doctorado o postgrado que no te ayuda a ganar más? Aquí ya no vale ni tener un buen currículo”, detalló Montenegro.

Por otro lado, ambos docentes coincidieron en que se mantendrán resistiendo en Venezuela, a pesar de las adversidades que se presentan diariamente, haciendo trabajos por su cuenta para compensar los menos de 10 dólares que reciben mensualmente por el Ministerio de Educación, rogando por que se retome el nivel educativo y de preparación en los estudiantes universitarios y en las casas de estudio superior.

“Los jubilados venimos siendo tratados como un despojo de la sociedad”

Edyamira Cardozo es una de los 200 profesores jubilados de la Universidad Nacional Experimental de Guayana (UNEG). Tras 22 años de servicio en la Universidad de Oriente (UDO) y 10 años en la UNEG, esta docente de 66 años de edad dejó atrás las aulas y los pasillos que por muchos años fueron su casa.

Comenta que el sueldo de los profesores jubilados titulares “es un tema álgido, pues para jubilarse el criterio que establece la Ley de Universidades son los años de servicio, independientemente de la categoría que se tenga en el escalafón”.

Un pequeño análisis de la plantilla de los docentes universitarios, indica que la mayoría se encuentran en la categoría de profesor agregado, lo cual sugiere que muchos de los jubilados ostentaban esa categoría al momento de hacerse efectiva su jubilación”, explicó.

Explica que el sueldo del profesor universitario está “bonificado”. Es la fórmula para calcular el salario del jubilado, ya que existen emolumentos que forman parte de los bonos y al no ser parte del sueldo, se pagan con otro concepto.

Edyamira Cardozo, profesora jubilada de la Universidad Nacional Experimental de Guayana

 

 

 

 

En este sentido, Raúl Brito, presidente de la Asociación de Profesores de la UNEG, precisa que el sueldo de un profesor jubilado no llega ni a 30 dólares mensuales. “El gobierno tiene confiscados nuestros ahorros desde que migraron las nóminas a la Plataforma Patria. De hecho, desde agosto de 2021 no se registra en nuestros haberes las retenciones de nuestros ahorros ni los aportes del patrono, en este caso la universidad”.

La profesora Cardozo dice sin tapujos: “Los jubilados venimos siendo tratados como un despojo de la sociedad, e indigna afirmarlo. Sin embargo, no podemos ponerle un bonito color al asunto. Tenemos un Instituto de Previsión Social que no recibe las cuotas de mantenimiento de los profesores ni el aporte de la universidad desde agosto del año pasado”.

La docente insiste que el Estado mira a los jubilados con desprecio, y es muy triste reconocerlo”. Admite sentirse avergonzada ante la pregunta de cómo hace para sobrevivir en un país con altos niveles de inflación y completamente dolarizado. “Aunque me duela reconocerlo, voy a manifestarlo tal cual es: ingeniando, poniéndonos creativos”.

Describe que aprendió a trabajar de forma virtual, convirtiéndose en una emprendedora digital. “Reduje los costos en comida aprendiendo a hacer otras cosas como pan, tortas. También vendiendo lo que no uso como ropa, zapatos, objetos. La imposibilidad de costear las medicinas, cada vez más costosas, me llevó a pedir ayuda a colegas, amigos y familiares en el exterior”.

Admite que jamás pensó que después de 32 años formando talento para el país, prácticamente viviría de la caridad de quienes fueron sus compañeros, alumnos y de su hija.

Con 78 años de edad, la historia de otra profesora universitaria jubilada (que prefirió no identificarse), no es muy distinta a la de Edyamira. Ella se jubiló como profesora ordinaria en categoría de profesora agregada, tercera en escalafón de las cinco categorías de docentes existentes, después de haber trabajado casi 20 años en la Universidad Nacional Experimental Politécnica Antonio José de Sucre (UNEXPO) y otros 18 años con el Ministerio de Educación.

En 2013 salió su jubilación, y en 2018 emigró a Costa Rica con su hijo menor. “En los 4 años que tengo acá, mi sueldo mensual ha oscilado entre 6 y 12 dólares, dependiendo de los ‘bonos’ de turno que el gobierno se digne a depositar, lo cual haría imposible mi supervivencia acá y mucho menos si me regresara a Venezuela”, relata la docente.

Antes de emigrar, admite que para sobrevivir en Venezuela estuvo elaborando tejidos y recibiendo remesa de sus dos hijos: uno que está en Europa desde 2007 y otro en Costa Rica. “Si no hubiera sido por ellos, no habría podido comer completo, las tres comidas al día”.

A pesar de que sus hijos fueron una gran ayuda, confiesa que debió vender muchas pertenencias de valor para subsistir. “Algunas ollas Renaware, mi carro, entre otras cosas”. Y dedicarse a bordar, tejer y coser, como medios para aumentar sus ingresos.

Actualmente en Costa Rica, sigue aplicando sus habilidades. “No quiero ser una carga total para mi hijo. Uso mis habilidades en labores de tejido y costura que siempre había realizado como hobby. Ofrezco mis servicios para confección, ajustes y reparación de ropa, y también en elaboración de tejidos”.

Dice que afortunadamente a través de la empresa donde labora su hijo, fue ingresada al beneficio de la Caja del Seguro Social Costarricense, donde le proporcionan los medicamentos de enfermedades crónicas que debe consumir de por vida, las cuales no podría adquirir con su sueldo de jubilada en Venezuela.

Jamás imaginé en mi vida que a esta edad, después de haber trabajado para mi país durante 40 años, iba a tener que depender de mis hijos para vivir, porque la jubilación que siempre quise asegurarme, no alcanza ni para comprar un cartón de huevos”.

“Un profesor titular de LUZ ganaba 2.500 dólares”

En la región zuliana se encuentra la segunda universidad más grande del país: la Universidad del Zulia (LUZ). Docentes de la facultad de Ciencias Económicas, especializados en estadísticas, aseguran que 90% de los profesores jubilados de LUZ están en situación crítica.

Un profesor jubilado titular con 17 años de antigüedad y al menos cuatros trabajos de ascenso, una maestría y un doctorado (algunos realizados en el extranjero), percibe un sueldo unos 12 dólares al mes. Lamentablemente, los profesores universitarios no escapan de la crisis humanitaria que se vive Venezuela.

Se conoció el caso de un profesor de la Facultad de Ingeniería que murió en la indigencia en el año 2021. Los últimos días de la vida de este docente que fue una eminencia, los pasó en las aceras de la avenida Cecilio Acosta de Maracaibo. Comía por la caridad de unas monjas que preparan almuerzos diarios para unas 100 personas en condiciones de precariedad. Hay otros profesionales de la educación que acuden a las iglesias para poder alimentarse, y lo hacen a escondidas para no ser identificados, en muchos casos por vergüenza.

El profesor Edinson Morales, jubilado en 2008 de la Facultad de Economía, expresó con melancolía las paupérrimas condiciones que observa en algunos colegas. “Los profesores de LUZ éramos reconocidos por la calidad en la enseñanza, por nuestra apariencia, siempre impecables al vestir. Recientemente vi a una amiga profesora y socióloga. La tristeza nos invadió a ambos, porque no queda ni la sombra de la mujer bella, arreglada y bien vestida que era“.

Edinson Morales, profesor jubilado de la Universidad del Zulia

 

 

Morales comentó que la socióloga recibe de sus hijos en el extranjero 60 dólares al mes para cubrir los gastos en medicinas, y que también ella trabaja como delivery en una bicicleta para completar para la comida.

Para el profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de LUZ, José Villa, el punto de inicio de la actual situación de los profesores jubilados en el país, se ubica en el año 2013. Culpa al régimen chavista de esta debacle.

Al desconocerse las normas de homologación en 2013, se crearon sindicatos paralelos que avalaban los aumentos fuera de la ley. “Sentenciaron a los docentes a vivir años de penumbra, hambruna y mengua”, lamentó Villa. Otra de las causas, a juicio del catedrático, fue la eliminación de los beneficios contractuales y “el secuestro de las nóminas por parte del régimen”.

Un profesor de la Facultad de Derecho deduce que “la intención del gobierno es destruir las universidades para no formar más profesionales y tener sometidos a los venezolanos. Las dictaduras no quieren nada con las universidades, porque somos la casa del pensamiento crítico, la disidencia y la formación de mujeres y hombres pensantes”.

El profesor Villa explicó cómo el deterioro progresivo de los docentes jubilados los ha obligado a rematar sus pertenencias, incluso, el preciado anillo de grado. “Vendieron ollas, carros, propiedades, incluso, cambiaron de casa para poder soportar la galopante crisis“. Acotó que muchos se fueron al extranjero para sanarse y murieron.

La rectora encargada de LUZ desde el año 2019, Judith Aular, dijo que la universidad solo recibe 15% del presupuesto solicitado al Ejecutivo nacional. Los recursos son insuficientes para el funcionamiento y mantenimiento del Alma Máter, y así como tampoco alcanza para mejorar los sueldos de docentes, obreros y personal administrativo.

Luis Brito, coordinador APUCV-Maracay

 

 

 

El beneficio del servicio funerario desapareció en el año 2018 y el servicio médico también quedó aniquilado ante la asfixia presupuestaria del régimen. Los profesores de LUZ tenían acceso, al menos, a 23 centros de salud afiliados en la región, y en la sede administrativa se prestaba servicio en todas las especialidades médicas.

La máxima autoridad de LUZ dijo que la situación de los docentes jubilados “es pésima, crítica, y las de los activos no escapa de ser igual”. La rectora Aular agregó que son cientos los profesores que no pueden alimentarse, no tienen los recursos para ir al médico y tristemente mueren en las puertas de los desasistidos hospitales de la entidad.

Otro caso que conmovió a la comunidad universitaria es la de una docente sexagenaria que requiere una intervención quirúrgica desde hace dos años y no tiene cómo realizársela. No posee suficientes ingresos para cubrir su alimentación, por lo que está desnutrida y ha perdido masa muscular. Mensualmente recibe ayuda de varios colegas para comer y cubrir algunos gastos en medicinas.

A juicio de los académicos, solo 10% de los jubilados ha podido sobrevivir y no caer en la pobreza crítica, ejerciendo de manera independiente. Tal es el caso de los contadores, abogados y estadistas, pero los docentes del área de Humanidades que se formaron para dar clases y preparar a las futuras generaciones de la nación, para ellos son menos las oportunidades de un trabajo extra en su misma área.

Un profesor jubilado de LUZ comentó una anécdota importante de su vida. En el año 2008 recuerda que viajó a Ecuador a un congreso. Al terminar el evento, se reunieron profesores de América Latina y hablaron de sus salarios. En ese año un profesor titular de LUZ ganaba 2.500 dólares, mientras que otros solo ganaban 1.000 dólares. “El régimen destruyó y acabó con todo”, dijo.

“Sobrevivo escribiendo artículos para páginas web extranjeras”

Amor, pasión y compromiso reflejan los ojos de Pedro Torrecilla, quien es ingeniero agrónomo con doctorado en Bioquímica. Un hombre dedicado a su profesión y preocupado por el duro golpe que recibe día tras día la educación universitaria en el país.

Hablar de la Universidad Central de Venezuela (UCV), es hablar de la casa de estudios que consolidó sus ideales y formó sus principios. Es por eso que para Torrecilla dar clases en la cátedra de Botánica Sistémica es una manera de retribuir a la institución que tanto le ha dado.

Durante 30 años ha sido profesor de esta alma mater y aunque debió jubilarse hace 5 años, se niega a dejar a un lado su vocación y abandonar la universidad en la situación tan crítica que atraviesa. Además, al jubilarse solo quedaría una profesora de Bioquímica, quien también cuenta con el tiempo reglamentario para su jubilación, y de esta manera la materia quedaría sin docente.

Salarios de hambre, escasas condiciones de seguridad social y prestaciones irrisorias, son algunas de las adversidades que deben sortear los profesores de la UCV para poder salir adelante en un país en el que han formado a tantos profesionales, y el gobierno les paga llevándolos a la miseria.

Tras años de estudios, experiencia y especializaciones, y como válvula de escape ante la crisis, el profesor Pedro, quien también es encargado del herbario de la universidad, actualmente se dedica a redactar artículos de diversos temas de historia, botánica, ciencias sociales, entre otros, para dos páginas web extranjeras.

Yo no vivo con el sueldo de la universidad. Imagínate vivir con 2 dólares diarios. La mayoría o vive de remesas o consigue otro trabajo para poder vivir. En mi caso, sobrevivo escribiendo artículos para páginas web extranjeras. Lo de la universidad es un complemento”, comentó.

Sin embargo, no todos los profesores jubilados cuentan con la misma suerte de poder reinventarse para sobrevivir, porque la edad se convierte en una limitante para conseguir empleo. “Un profesor que trabajó toda su vida pensando que ya tenía resuelto su futuro cuando se jubilara, se encuentra ahora con que no tienen sueldo y tampoco prestaciones, porque los montos son míseros”.

Pensar en la jubilación para obtener una suma de dinero que le permita invertir en un bien inmueble o negocio, no es una opción para el docente de Botánica, pues lo que le corresponde no alcanza para eso.

Antiguamente pasaba que los profesores cumplían el tiempo de servicio y no se jubilaban, pero cuando lo hacían era porque las prestaciones eran significativas y se podían comprar un apartamento, un carro, o podían invertir, porque era un dineral. Hoy en día no es nada lo que van a pagar”, lamentó.

Al igual que el profesor Pedro, muchos profesores jubilados y activos buscan la manera de no dejarse ganar por la crisis, pero no todos lo logran. Según el Instituto de Prevención del Profesorado (IPP) de la UCV, en una encuesta aplicada a 751 profesores de los 1200 que forman parte del núcleo Maracay, se reflejó que el 58,6% consumió, una vez o más, alimentos que no le gustaban, o usualmente no comen.

Cinco de cada 10 profesores han tenido que vender algún artículo de valor para poder comprar comida. El 59% perdió peso en el último año (8 kg en promedio), y el 69% ha necesitado ayuda en los últimos 6 meses para comprar comida. Además, el 84% ha tenido que gastar de sus ahorros para cubrir gastos de salud, porque el seguro con el que contamos solo cubre 400 dólares”, dijo Luis Brito, coordinador administrativo de la Asociación de Profesores de la UCV Maracay.

De acuerdo a lo estipulado en la tabla salarial con fecha del 1° de agosto de 2021, el sueldo base de los profesores universitarios de esta casa de estudios va desde los 28,25 bs hasta los 46,06 bs al mes para quienes están en el máximo escalafón.

“Sentí que no valía nada. El dinero que yo tenía no servía para mantener mi estatus”

Silvio Martínez, profesor jubilado de la UDO, núcleo Cumaná

 

 

 

En el estado Sucre, un profesor jubilado de la Universidad de Oriente (UDO) puede llegar a devengar hasta 300 bolívares. Sin embargo, existen quienes solo cobran 60 bolívares mensuales. Entre risas, el profesor jubilado de Matemáticas, Edgar Ganuza, quien es nativo de El Salvador, aseguró a La Patilla que desconoce cuánto cobra por ser una cantidad “tan pírrica”, a la vez que recuerda que durante 2018 llegó a sufrir depresión. “Sentí que no valía nada. El dinero que yo tenía no servía para mantener mi estatus“, comentó.

Ganuza, quien ejerce la docencia en Venezuela desde 1973, agradece a Dios el no sufrir ninguna patología, porque de lo contrario, no podría costear con los gastos médicos. Dijo que al poco tiempo de llegar al país, pudo adquirir con su trabajo una casa y un vehículo, eso mientras afirmó que pese a la crisis que atraviesa Venezuela, prefiere “ver el final de la película desde aquí y no desde El Salvador”.

Entes gubernamentales ignoran las circunstancias en la que los profesionales jubilados de la educación viven su día a día. El profesor de Química, Silvio Martínez, sufre de enfermedades que afectan su tensión, cervical y riñón, patologías que son imposibles cubrir con su sueldo. De no ser por las remesas que le envían sus hijos desde el extranjero, más los bonos que recibe, se hiciera todavía más cuesta arriba su precaria situación.

Martínez de 75 años de edad, tiene un doctorado en Química y ejerció la docencia en la UDO por 26 años. Contó que su camioneta se encuentra estacionada en su garaje desde hace más de 24 meses, por una serie de fallas que presenta y que no puede solventar con el bajo salario que percibe.

Al ser consultado sobre qué puede considerar un lujo, respondió que “ahorita hasta la comida es un lujo“. Dijo que desde hace cuatro años no ha podido comprar ropa nueva.

La complejidad de la crisis humanitaria que atraviesa el país ha obligado a los profesores jubilados de la principal universidad del oriente venezolano a buscar otras alternativas que les generen “riquezas” para mantener en las medidas de sus posibilidades un poco de calidad de vida. Tal es el caso del profesor de Psicología, Ramón Ochoa, quien luego de recibir su jubilación a los 31 años de ejercicio, decidió retomar sus consultas psicológicas desde la comodidad de su casa para mantener los gastos del hogar y su vehículo, pero reconoce que incluso “reparar un ventilador” es algo complicado en Venezuela.

Ochoa de 64 años, destaca que en una consulta puede llegar a generar más de lo que recibe mensualmente de la UDO Sucre. Además, rememora cómo pudo comprar un vídeo beam y una laptop a través de los beneficios que ofrecía la caja de ahorro de los trabajadores de la UDO y de Ispudo.

Los profesores expresaron su indignación por verse obligados a recurrir a la solidaridad de la gente a la hora de que algún profesional esté enfrentando una enfermedad que represente un gasto significativo en medicamentos o necesite alguna operación. La debacle que atraviesa el sistema público de salud en la entidad también influye en la calidad de vida de los docentes.

“Se están muriendo sin atención, sin medicinas y olvidados en un hospital”

Varios profesores jubilados de la Unefm han fallecido por Covid-19

 

 

 

 

La pandemia por el Covid-19 ha sido la época más dura para los jubilados de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (Unefm), en el estado Falcón, porque debieron encerrarse por ser más vulnerables al virus, con el añadido de que no cuentan con un seguro médico para cubrir cualquier eventualidad de salud.

El profesor Williams Díaz es el vicepresidente de la Junta Directiva del Consejo de Profesores Jubilados de la Unefm, y resaltó que la pandemia ha sido un duro golpe para este gremio por los bajos salarios. Además, los beneficios de una póliza de salud quedaron el olvido. “Actualmente no contamos con un seguro hospitalario ni de funeraria. Nuestros trabajadores que entregaron no menos de 20 años de servicio, se están muriendo sin atención, sin medicinas y olvidados en un hospital”, dijo. Refirió que durante la pandemia han muerto 10 docentes por enfermedades relacionadas con el Covid-19.

Unas 400 personas son las que forman parte de la lista de jubilados de la Unefm, los mismos que han tenido que emprender nuevos proyectos para enfrentar la crisis económica, ya que lo que cobran mensualmente no llega a 20 dólares.

Esta lamentable situación los ha obligado a buscar otras fuentes de ingresos, aparte de su sueldo como jubilado, aunque a muchos su deteriorada salud los limita. El dinero apenas alcanza para cubrir los gastos básicos de alimentación y medicinas. “Hay quienes dependen de sus hijos, otros se han dedicado a la docencia o asesorías en sus materias, pero también están aquellos que por su edad y sus condiciones de salud, no pueden trabajar, y eso es lo que los tiene aún más deteriorados”, lamentó Díaz.

Nancy Yánez, quien actualmente tiene 79 años, fue parte de la primera promoción de profesores de la Universidad de Carabobo y la primera profesora contratada en la Unefm. Participó en la creación de la casa de estudios en el estado Falcón y reúne más de 25 años de servicio.

Pese a que se jubiló en 1997, estuvo hasta el año 2000 en la universidad para apoyar el trabajo académico. Sin embargo, reconoce que no vive de su sueldo. Sus hijos se encargan del bienestar de ella y su esposo, también un docente jubilado. Con parte de lo que recibe como remesa, ayuda a otros colegas que están en peores condiciones y no reciben apoyo.

Yo ni sé cuánto es que ganamos. Sé que hace mucho tiempo ese pago no es nada y nos tocó ofrecer asesorías en las materias, pero ahora nuestros hijos se hacen cargo de nosotros, apoyo con el que ayudamos a otros profesores que se la ven muy mal y no tienen ni qué comer”, dijo Yánez.

“Es muy triste tener que pedir limosna para los gastos fúnebres”

En la Universidad Nacional Experimental del Táchira hay más de 300 profesores jubilados

 

 

 

 

Al menos 31 profesores jubilados, solo de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (Unet), han fallecido desde que inició la pandemia. Recientemente, dos docentes murieron por falta del servicio de médico que les corresponde, uno de ellos jubilado, quien falleció en el estado Mérida en la residencia de un amigo, donde se enfermó y no pudo ser trasladado a un centro hospitalario por carecer de recursos.

Es muy triste tener que pedir limosna para los gastos fúnebres de cualquier trabajador de la universidad“, indicó Jaime Salcedo, presidente de la Asociación de Profesores Jubilados de la Unet, quien aún ofrece clases virtuales para terminar de formar a los docentes activos. Se graduó de ingeniero electricista en Estados Unidos, tiene estudios de doctorado, fue fundador de la carrera de Ingeniería Electrónica de esta universidad, y en la actualidad solo percibe 50 dólares de pensión.

En la Unet hay más de 300 profesores jubilados, pero no todos cuentan con el apoyo que algunos, por fortuna, obtienen de algunas organizaciones. Tal es el caso de 31 docentes entre activos y jubilados que reciben mensualmente una colaboración de 20 dólares cada uno, por parte de un grupo de egresados, con lo que al menos pueden sufragar gastos de medicamentos, pues el régimen no ha dado respuesta a ninguna de sus peticiones, principalmente en materia de salud.

“Muchos de nosotros hemos tenido que vender nuestros bienes para poder subsistir”

Un profesor titular tiempo completo gana 39 bolívares en la UCLA

 

 

 

 

El profesor Cruz Daniel Zambrano Rondón, jubilado del Decanato de Ciencias y Tecnología de la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA), con más de 50 años en la docencia y actualmente jubilado activo, con mucho pesar describe la cruda realidad que viven los profesores universitarios en este país.

Es triste ver cómo nos hemos empobrecido, nuestros sueldos y seguridad social progresivamente se deterioraron llevándonos a la miseria. No son casos aislados de desnutrición. Muchos de nuestros amigos y compañeros los hemos despedido por falta de medicamentos y una alimentación adecuada. Hay casos de profesores que están en ancianatos dependiendo de las dádivas de gente generosa”.

Zambrano devenga una pensión integral de 59 dólares como docente jubilado, titular a dedicación exclusiva, doctor en Educación de la Universidad de Oklahoma. Actualmente desempeña el cargo de secretario de actas del Consejo Universitario de la UCLA como jubilado activo. “En un momento de mi carrera universitaria llegué a devengar un sueldo de 1.700 dólares mensuales. Como se podrán dar cuenta, ese miserable sueldo de casi 60 dólares no me alcanza para alimentarme y comprar las medicinas, ya que padezco varias patologías por mi edad”.

Este profesor, quien también fue decano en el núcleo de Administración y Ciencias Empresariales, se siente impotente al no poder acudir a una consulta médica y mucho menos realizarse los exámenes correspondientes, ya que el Instituto de Previsión Social no recibe los recursos acordes a los procesos inflacionarios. Señala que siguen aportando al instituto, pero es insuficiente y tampoco pueden adquirir un seguro de salud.

Antes teníamos el apoyo de la caja de ahorro para cubrir nuestras necesidades. Hasta llegamos a comprar casa y carro. En mi caso, llegue a adquirir dos camionetas Toyota Four Runner: una en 2001 y otra en 2006. Muchos de nosotros hemos tenido que vender nuestros bienes para poder subsistir”.

El trabajo como jubilado activo le permite un pequeño ingreso adicional, pero es insuficiente. Sin embargo, se mantiene con las ganas y la esperanza viva de que a pesar de la adversidad y de los tiempos oscuros que vive la universidad venezolana, van a salir adelante. Afirma Zambrano que hay jóvenes con deseos de estudiar y miembros de la comunidad universitaria con la disposición de seguir luchando, a pesar las constantes amenazas a la educación superior.

Según la profesora Déborah Velásquez, presidenta de la Asociación de Profesores Universitarios de la UCLA, un profesor titular tiempo completo gana 39 bolívares. Ese es el sueldo de la máxima categoría en la jerarquía académica, pero no todos se jubilan en ese cargo.

En la universidad, el número de profesores jubilados asciende a 860, y ellos conforman el Consejo de Profesores Jubilados de la UCLA que a su vez está afiliado a la Asociación de Profesores (APUCLA). “No tenemos ayuda por parte del Gobierno. Más bien hemos logrado el apoyo de instituciones no gubernamentales como Convite y la Fundación Acción Solidaria que nos dan medicamentos para proporcionar el tratamiento a los profesores, una cosa que jamás se había visto en la universidad”.

Desde que se creó la UCLA, se comenzó a trabajar en el establecimiento de instituciones que apoyaron a los profesores: la caja de ahorro, el Instituto de Previsión Social de los Profesores, la Asociación de Profesores y el Fondo de Jubilación.

En estas instituciones, los profesores daban un aporte y, por el otro lado, el Estado también proporcionaba recursos. “Desde hace 3 años, no recibimos el aporte patronal. Solamente estamos recibiendo el aporte que damos los profesores, con el agravante de que como nos pasaron al Sistema Patria, este no ha entregado los recursos y nos deben dinero, afectando la operatividad y, por supuesto, la prestación del servicio”, precisa Velásquez.

“El salario a duras penas alcanza para comprar un par de artículos de la canasta básica”

Virgilio Castillo, presidente de la Asociación de Profesores de la ULA

 

 

 

Williams León es profesor jubilado desde 2015 de la Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales de la Universidad de Los Andes (ULA) en el núcleo Mérida. A pesar de haber cumplido con los años de servicio, continúa impartiendo clases debido a que el profesor encargado de las asignaturas que él dictaba se encuentra fuera del país.

Es parte de situación que golpea duramente a la academia: los profesionales emigran en busca de mejores oportunidades laborales y salariales. En Venezuela, el salario a duras penas alcanza para comprar un par de artículos de la canasta básica familiar y no se garantizar calidad de vida propia y de la familia.

Tengo un núcleo familiar de tres personas. Mi esposa es profesora activa en la ULA, mi hijo es estudiante de la ULA, y en la actualidad estudia y trabaja. Por la crisis económica, estoy trabajando medio tiempo para tener un ingreso adicional que ayude un poco a paliar la situación económica que nos toca a los profesores universitarios y a los venezolanos en general”.

Ese trabajo adicional, junto con los ingresos del núcleo familiar, ha permitido subsanar de mejor manera lo relacionado con alimentación, pero está consciente que cualquier emergencia médica representa una situación que no pueden costear, ya que los ingresos actuales solo cubren lo relacionado con alimentación y el pago de servicios.

Durante sus más de 20 años de docencia activa en la principal casa de estudios de la región andina y la tercera de Latinoamérica según el QS World University Rankings 2022, dictó clases en las cátedras de Anatomía de Maderas, Ecofisiología y Botánica Sistemática.

Es también autor de una centena de artículos, libros y capítulos de libros, jefe del Laboratorio de Anatomía de Maderas (el único laboratorio de esta naturaleza en el país), tutor de tesis de pre y postgrado, premio PEI en las diferentes convocatorias realizadas por la ULA, PPI del antiguo CONACIT y del reciente FONACYT.

En la actualidad continúo impartiendo docencia, adicionalmente me he mantenido en actividades de investigación en el Laboratorio de Anatomía de Maderas para tratar mantener la vigencia del mismo como unidad de investigación. Es importante mantener la academia viva, y para ello hay que seguir haciendo investigaciones, escribiendo artículos, formando a los estudiantes de hoy, que serán, sin duda, los profesionales del mañana, las generaciones de relevo”.

Virgilio Castillo, presidente de la Asociación de Profesores de la ULA (APULA), informó al ODH-ULA que desde 2017 el Instituto de Previsión del Profesorado de la Universidad de Los Andes (IPP) dejó de descontar de las nóminas las cuotas para la cobertura médica y de hospitalización, porque el sueldo, incluso el más alto que reciben los profesores titulares, ya era insuficiente.

Para este 2022, el costo de la cobertura ampliada del IPP, que cubre un máximo de 800 dólares al año por afiliado, es de 65 dólares para docentes mayores de 80 años. Un profesor universitario titular percibe un salario que no supera los 16 dólares, mientras que el profesor medio no llega ni siquiera a los 8 dólares mensuales.

El profesor David Díaz Miranda, presidente de la seccional de Jubilados de la Apula en sus tres núcleos que incluye Táchira, Mérida y Trujillo, agregó que son más de 2.500 los profesores jubilados que hasta la fecha contabilizan dentro de la seccional, con el agravante de que la data ahora fue centralizada y ahora la maneja directamente el Gobierno Nacional a través del Ministerio de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología.

“Restitución de los beneficios que han sido sepultados por la Plataforma Patria”

Llegar a la vejez y tener garantizado el resto de sus años para el descanso, siempre fue el sueño de los profesores universitarios, pero la crítica situación económica y social del país hizo despertar a los jubilados de la Universidad Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (Unellez), quienes han tenido que buscar formas de subsistencia dentro del ámbito comercial, oficios que nunca antes habían desempeñado, pero que hoy les permiten medianamente cubrir sus principales necesidades: alimentación y medicinas.

Con cuatro vicerrectorados en los estados Cojedes, Portuguesa, Apure y Barinas, la Unellez se dio a conocer por su eslogan “La universidad que siembra“, y en las últimas dos décadas comenzó a cambiar todo por un proceso de intervención. Lo que antes era motivo de orgullo, ahora da lástima como consecuencia de la desidia, y el deterioro evidente en la infraestructura de la universidad, también se siente en el bolsillo de los casi 900 profesores jubilados.

Graciela Angarita es la presidenta del Consejo de Profesores Jubilados de la Unellez (Conprojupellez),y ve con preocupación lo que padece este sector de profesionales que dedicó su vida a la formación de ingenieros agrónomos y agroindustriales, economistas agrícolas, educadores integrales, sociólogos, entre otros. Perciben un miserable salario mensual que en promedio alcanza unos 10.50 dólares.

José Fleitas, presidente de la Asociación de Profesores de la Unellez

 

 

 

 

¿Quién puede vivir con este pago por jubilación?“, expresó Angarita. Explicó que por la edad no solamente dejaron de ser profesores titulares de la Unellez, sino que también han ido sumando patologías que requieren un tratamiento médico que no puede ser costeado con lo que ganan, viéndose obligados a realizar labores de subsistencia.

Para la presidenta de Conprojupellez, los profesores jubilados pasaron a ser la población más vulnerable de la Unellez, por lo que en este consejo que los agrupa contaban con actividades de talento y desarrollo humano, asesorías, entre otras, que fueron decayendo y la forma de rendir los ingresos mensuales se ha visto cuesta arriba en medio de una economía que no mejora, y por haber sido prácticamente olvidados por las autoridades.

El Instituto de Previsión Social del Profesor Universitario (IPP) dejó de ser el más eficiente servicio de salud para convertirse en un simple procesador de documentos. Desde 2017 no reciben los aportes que corresponden al Estado.

José Fleitas, presidente de la Asociación de Profesores de la Unellez (Apunellez), relató con dolor que ya no los atienden en ninguna clínica, lo que obliga a este gremio universitario a reinventarse. Exigen un salario justo y la restitución de los beneficios que han sido sepultados por la Plataforma Patria.