Ricardo Israel: ¿Qué hemos aprendido del Holocausto?

Ricardo Israel: ¿Qué hemos aprendido del Holocausto?

¿Cuáles son algunas lecciones? ¿Fue un suceso único o podría repetirse? Sabemos que nos legó la Declaración Universal de los Derechos Humanos como también que la judeofobia y el antisemitismo se mantienen vigentes. Nos gustaría pensar que no volverá a ocurrir, pero el negacionismo nos hace dudar. De ahí la preferencia de muchos para utilizar la palabra hebrea Shoah para referirse a la tragedia.

El 1 de noviembre de 2005 la Asamblea general de la ONU designó al 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración en memoria de sus víctimas. Corresponde al ingreso de tropas soviéticas a Auschwitz. El ejército rojo había liberado otros campos, pero ni siquiera eso los preparó para el horror que allí encontraron.

La Alemania nazi había logrado industrializar la muerte. Matanzas y genocidios habían existido y continuaron existiendo, pero jamás antes o después, se estuvo cerca del objetivo de hacer desaparecer todo un pueblo de la faz de la tierra, y con las leyes raciales de Nuremberg, alcanzó hasta a aquellos que no se consideraban judíos o ni siquiera sabían que lo eran.





Fue posible por siglos de ataques y progromos, inquisiciones mediante, que habían normalizado esa violencia. No solo a judíos, ya que la furia también alcanzó a gitanos, y otros grupos que se consideraban inferiores, como los discapacitados.

Nos enseñó lo que Hannah Arendt llamó la banalidad del mal, es decir, la terrible verdad que esos monstruos no era gente de otro planeta, sino como quedó demostrado en el juicio a Eichmann, que cualquiera de nosotros podría convertirse en uno. No solo soldados, sino también voluntarios como los ciudadanos polacos que integraron las llamadas Brigadas, es decir, comerciantes, profesionales y simples habitantes de aldeas cercanas, que destinaban algún día de la semana a colaborar en los campos de exterminio.

Nos enseñó que todo comienza antes, con palabras, con la deshumanización de que el que va a morir no merece vivir, es decir, antes del gas hubo discursos de total desprecio. También se aprendió que primero hubo leyes y a medida que avanzaba el tiempo, se dio un acostumbramiento a medidas cada vez más terribles, promovidas por verdaderos burócratas, que desde un escritorio planificaban con escasa oposición una solución final, para argumentar ante los jueces que solo se limitaban a cumplir órdenes.

También hubo muchos engaños, sobre todo a quienes se les decía que iban a campos de laboro, así Auschwitz recibía a los trenes de la muerte con el letrero de la frase bíblica que el trabajo los haría libres.

También sabemos que no solo participaron alemanes o austriacos, sino gente que provenía prácticamente de toda Europa y de lugares ocupados, como también personas que viajaron de lugares tan lejanos como la América del Sur. Y que aquellos países donde las autoridades o la población pusieron obstáculos, las deportaciones de judíos fueron menores. Pero las imitaciones de Dinamarca fueron escasas.

¿Pudo haber muerto menos gente si como lo escribe Churchill se hubieran bombardeado las líneas férreas que llevaban como ganado a las víctimas? No lo sabemos. Lo que si conocemos es la información posterior, que no se hizo el esfuerzo de divulgar lo que estaba ocurriendo como tampoco se quiso afectar el esfuerzo bélico. Por lo menos para mí, es llamativo el hecho que el holocausto adquirió tal importancia para los nazis, que, en los últimos meses de guerra, el transporte hacia los campos de la muerte tenía preferencia sobre armas y tropas. Difícil de explicar, pero así ocurrió.

También se aprendió que las fuerzas totalitarias pueden llegar al poder a través del voto popular y fortalecerse hasta alcanzar niveles impresionantes de apoyo popular como ocurrió con Hitler. Ese apoyo lo tuvo Mussolini, antes que él. La peor lección que se ha aprendido es que el mal no solo triunfa por los lideres, sino porque gente común y corriente obedece y apoya, gente que aún pasivamente justifica actos profundamente inmorales. Por lo tanto, ninguna victoria electoral debiera ser utilizada aún hoy para conculcar libertades.

Otra gran lección es la aceptación de la violencia para imponer ideas, presente hoy en tantos movimientos que desde la izquierda a la derecha utilizan métodos fascistas como las cancelaciones, las funas, y los ciclistas agresivos contra el que piensa distinto.

Al respecto, al propio Churchill se le atribuye la frase dicha al responder a una consulta periodística en un viaje a Estados Unidos, que en el futuro hasta los que se calificaban a sí mismos de antifascistas iban a usar sus métodos y símbolos.

Sobre todo, la necesidad que los regímenes democráticos aprendan a identificar, resistir y combatir todo avance dictatorial. Ello incluye a demócratas que se sienten apabullados y no luchan resueltamente por la defensa de la libertad.

Algo que hace mucho daño es eliminar la singularidad de lo que ocurrió, calificando de “holocausto” a cualquier matanza con muchas víctimas o banalizándolo al comparar lo que ocurrió en la segunda guerra mundial con circunstancias tan distintas, como algunas medidas sanitarias exageradas que se han tomado por el coronavirus. Peor aún es la moda actual de llamar nazi a alguien simplemente porque nos desagrada, ya que da la idea equivocada que no eran tan malvados como se les pinta.

Se espera de los historiadores que no solo vean el dolor de las víctimas, sino que se rescate a quienes aun arriesgando sus vidas, defendieron y salvaron a judíos, gitanos y otros grupos. También se muestre a quienes lucharon con heroísmo, tal como ocurrió entre el 19 de abril y el 16 de mayo de 1943 en el levantamiento del gueto de Varsovia.

A los judíos también les mostró que algunas de las peores tragedias llegan cuando más seguros parecen sentirse. También había ocurrido en 1492 con los sefaradíes de España, expulsados masivamente de una tierra donde habían permanecido siglos, exclusivamente por no querer convertirse a otra religión.

Y de ahí la enorme preocupación con el incremento de ataques en las calles de Estados Unidos, Canadá y el rebrote a niveles de la década de los 30s en Francia y otros lugares de Europa, ya que esa violencia callejera ocurre solo porque son vistos como judíos o se estima que se visten como tales.

Como para preocuparse y meditarlo, solo porque son vistos y percibidos como judíos.


(*) Abogado (Universidad de Chile, Universidad de Barcelona); Ph.D. en Ciencia Política (Universidad de Essex)