ABC: Raquel Topal, la peregrina que pedalea por los niños de Venezuela

ABC: Raquel Topal, la peregrina que pedalea por los niños de Venezuela

Topal, a su llegada en bicicleta a la plaza del Obradoiro, en Santiago de Compostela – ABC

 

 

Nunca se había embarcado en una aventura semejante, pero tampoco dudó de que conseguiría llegar a la meta. El objetivo podría parecer una temeridad para una sexagenaria, sin experiencia en largas distancias sobre las dos ruedas: recorrer en bicicleta los casi tres mil kilómetros que separan la ciudad sueca de Malmö de Santiago de Compostela. Pero Raquel Topal, jubilada venezolana de 63 años, respondía con practicidad a quienes dudaban de sus posibilidades y a los que le advertían de los peligros de emprender el viaje en solitario: «Si me canso, me cojo un tren», respondía en cuanto al riesgo de que le flaquearan las piernas. «Europa no es Venezuela», contestaba sobre la posible inseguridad del Camino para una mujer sola.





Por Jesús Hierro | ABC.es

Al final, sí que hizo falta coger un tren, pero solo en dos pequeños trayectos: en Lubeck (Alemania), al principio de su aventura, y en Burdeos (Francia), ya con la frontera española a tiro de piedra. Y no fue por falta de fuerzas, sino porque el mal tiempo había vuelto la ruta impracticable, según relata esta aventurera. Inclemencias que no se replicaron al otro lado de los Pirineos, pese a sus reservas sobre lo que podría depararle el cielo del norte peninsular. Así pues, más de 2.800 kilómetros pedaleados desde que el 22 de agosto se subió a la bicicleta en Malmö, donde vive su hija, hasta que el 11 de noviembre alcanzó la plaza del Obradoiro. Esta ingeniera de caminos jubilada, que pudo permitirse esta aventura gracias a un colchón económico del que la mayoría de sus compatriotas carecen, se topó en su peregrinaje con gente peculiar e interesante. Como una monja ciclista, que conoció a través de una aplicación para incondicionales de la bicicleta. Y aprovechó para alojarse una de las noches en su monasterio.

Casi tres mil kilómetros en once semanas, una paliza innecesaria si el objetivo hubiera sido simplemente conseguir la Compostela, el carné con el que las autoridades eclesiásticas certifican que el Camino se hizo como Dios manda. Pero a Raquel le movían motivaciones más allá de las espirituales y religiosas: quería ayudar a los niños venezolanos y potenciar el uso de la bicicleta entre la juventud de un país en una situación económica y social complicada. Las dos ruedas son sinónimo de salud, y un transporte barato, pero no tanto en Venezuela, donde tener una bicicleta no está al alcance de cualquiera.

A eso le daba vueltas Raquel cuando decidió renunciar a una cómoda jubilación para aportar su granito de arena en favor de los jóvenes venezolanos. En el Camino recaudó unos 3.500 euros en aportaciones a través de Bicitas, una fundación todavía en proceso de constitución por las dificultades burocráticas. Ahora, ya de vuelta en Venezuela, utilizarán esos fondos para comprar recambios y arreglar las bicicletas de los niños y jóvenes que lo necesiten. Pese al amor por su país, cree que ahora su sitio está en Europa. Con la ayuda de su reciente nacionalidad española, conseguida gracias a haber demostrado su pasado sefardí, baraja instalarse en Galicia o en el norte del Portugal. La condición es que haya una buena conexión aérea que le permita volar a ver a su hija con frecuencia. Su corazón es venezolano, pero considera que desde Europa tiene más posibilidades de ayudar a sus compatriotas. Y arrimar el hombro para lo que sería su sueño: «Que todos los niños en Venezuela tengan una bicicleta».