Limbo, cielo e infierno: cómo surgieron estos conceptos y cuántas religiones los usan

Limbo, cielo e infierno: cómo surgieron estos conceptos y cuántas religiones los usan

‘Las Almas del Purgatorio’. Pintura. Iglesia San Nicolás de Véroce. (iStock)

 

 

 





“Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza”. Tenemos poca constancia de personas que hayan pasado las puertas del infierno y hayan vuelto para contarlo, más allá de Perséfone (reina del inframundo), pero quizá la más importante fue (si lo tomamos de manera literal) la del poeta Dante Alighieri. Acompañado de Virgilio, ambos poetas bajaron a las profundidades y recorrieron, como los héroes de los poemas más antiguos, los nueve círculos hasta trepar sobre Satanás y emerger de nuevo a la Tierra antes de que amaneciera el día de Pascua.

Pero, mucho antes de que Dante bajara a los reinos de ultratumba, el concepto del infierno (ese lugar destinado a los pecadores) ya existía. En la actualidad, en un mundo secularizado como el que vivimos (especialmente en Occidente), la existencia de un lugar al que irá nuestra alma cuando abandone nuestro cuerpo parece importar más bien poco, sumidos como estamos en la vorágine del día a día. En otro tiempo, sin embargo, fue algo fundamental, y en la Edad Media los desgraciados se consolaban con que, si en esta vida no hallaban paz, al menos la encontrarían en la siguiente.

Si hay un cielo, parece claro que tiene que haber un infierno y viceversa. Pero ¿cómo surgió todo? ¿Quiénes fueron los primeros en hablar de estos conceptos?

Por supuesto, nos viene a la mente el Hades de la mitología griega, que guarda un cierto parecido con el concepto de infierno actual. Según creían los griegos, este inframundo se situaba también debajo de la Tierra, lo que llevaba a creer que en algunas zonas de la geografía podía encontrarse una puerta a este oscuro y temible lugar.

Algunos filósofos como Platón o los pitagóricos hablan del concepto del juicio a los muertos. Cada espíritu era asignado a un reino: Elíseos para los bendecidos, el Tártaro para los condenados y el Hades para el resto. Por tanto, el Hades como tal sería más bien un concepto griego del limbo.

Una travesía, un juicio, un río y un perro

Es interesante, puesto que, si nos remontamos un poco más en el tiempo, nos percatamos de que de igual manera los egipcios tienen una travesía muy parecida en su viaje hacia la muerte: el fallecido también era juzgado por Osiris tras ser conducido por Anubis al reino de los muertos. Se pesaba su corazón en una balanza y, si este era más ligero que una pluma, significaba que el individuo había sido justo en su vida. Un juicio muy parecido al del dios Yama en la mitología hindú.

Los egipcios y los griegos creían ambos en la transfiguración de las almas, lo cual es sumamente importante teniendo en cuenta que el concepto de alma no surge con las religiones monoteístas. Los egipcios también ayudaron a concebir la idea de la democratización del más allá. En un primer momento, solo los faraones podían optar a ese juicio con Osiris, pero lo que comenzó con unos pocos acabó llegando a todo aquel que tenía un mínimo poder adquisitivo y temía a la vida detrás de la muerte.

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