William Anseume: Un no al definitivo silencio

William Anseume: Un no al definitivo silencio

El régimen del terror nos quiere mudos. Sería fascinante, para quienes sostienen la opresión más abyecta que hayamos vivido históricamente, que todos los venezolanos fuéramos una especie de aguanta callados. La verdad es que aguantamos demasiado. Pero callados, mudos, inertes, nunca. La idea de rebelarnos ante las injusticias propias y ajenas permanece en nuestro ADN y acabarla no le será nada, no ha sido, fácil a quienes se mantienen en el poder.

Para ellos, la libertad de expresión y el derecho a la información no son humanos en general, sino que les pertenecen monopólicamente. Así como el “comandante supremo” elaboró la noción que quiso extender a toda costa, sin lograrlo, por cierto, del pensamiento único para imponerlo a los venezolanos, del partido único; se mantiene en la dirección tiránica la búsqueda de sostener un bombardeo de información unidireccional. Un ideal de escupir palabras y pensamiento rojo para consumo de toda la población. Establecer así el dominio de la opinión e informativo. Para controlar más, para imponer más criterios, más ideología.

Desde el cierre de RCTV los venezolanos tomamos conciencia del talante agresivo en ese sentido que traía la “revolución bonita”. Esa que pretende acallar definitivamente a su población. Para ellos no existe pensamiento libre ni múltiple. Así se dedican, por un lado, a cerrar cuanta emisora le suene a pizca siquiera de oposición. Por otro, a perseguir periódicos y periodistas. En papel circulan por el país sus socios difusores de consignas y alabadores dogmáticos del accionar del régimen. Por ese tamiz pasaron las ventas de Globovisión, El Universal y otros distintos medios audiovisuales o de prensa otrora libres, ahora condicionados, tomados para el proceso de expandir su adquisición de la conciencia pública.





La persecución de El Nacional hasta quitarle sus espacios tiene que ver directamente con lo que expongo. El cierre de RCR por señal abierta también. Son tantos los casos nacionales y regionales que da grima. No se han percatado que la ciudadanía los tiene bien precisados. Que esquiva e interpreta muy bien de donde surge la información, quien y que medio trasmite la opinión. Pero no podemos descuidarnos en ese sentido. Los portales informativos, como este tan importante por el cual hoy escribo, no cesan de ser perseguidos y acosados, los vulneran y los bloquean. A los dueños o editores les montan hasta regímenes de presentación, si acaso no les obligan a abandonar el país.

En ese sentido, la ciudadanía venezolana no puede ni debe bajar la guardia en ningún momento, no puede siquiera darse el inmenso lujo de confundirse un ápice. Cualquier mecanismo esquivo puede hacer que se resbale y caiga en el control que pretender imponer en la comunicación, en la opinión, en la información. Aquí, como antes, en anteriores regímenes autoritarios, de tiranuelos que se creen, se han creído, galopantes sobre el país, todos sabemos quien es quien. Aunque a veces se yerre. La protección sobre la información libre, sobre la opinión libre, sobre la comunicación libre debe venir de la propia ciudadanía, aunque le fastidie buscar métodos para el desbloqueo, aunque canse más ir en busca permanente de la libre información, esa que ya no llega tan fácil. Es eso o terminar cayendo y creyendo en el boca en boca, en el cara a cara, en oportunidades tan reducido, tan limitado. Debemos luchar, también, además, contra el definitivo silencio que nos quieren imponer desde hace años. No doblegarnos en esa lucha diaria es de suma importancia para el retorno a las libertades generales.