Crisis en Argentina: Los 52 minutos que espantaron a Cristina Kirchner y sus deseos inconfesables

Crisis en Argentina: Los 52 minutos que espantaron a Cristina Kirchner y sus deseos inconfesables

Archivo

 

Cristina no tolera a Alberto Fernández como presidente ni un minuto más. No puede ni debe decirlo, pero eso es lo que transmite y eso es lo que la angustia: todavía le quedan casi dos años de mandato, en pocos meses habrá que empezar a trazar los lineamientos de la campaña electoral, y un movimiento instintivo de su parte podría causar efectos devastadores sobre un Gobierno ya demasiado débil. También, y acaso especialmente, esos efectos podrían implosionar su propia figura, que fue la que diseñó el notable experimento que llevó a Alberto a la presidencia y del que ahora intenta desmarcarse, justo cuando los dos están parados al borde del precipicio, incomunicados entre sí, y viendo de qué modo se salvan.

Por: Clarín





Alberto exacerba aquellos sentimientos de Cristina cada vez que dice que se presentará por la reelección o que, de buen corazón nomás, abrirá las primarias del Frente de Todos. Volvió a hacerlo esta semana. Lo hace frente a ciertas reacciones de la jefa de la coalición, quien en privado deja correr la versión de que para 2023 podrían alistarse media docena de aspirantes para reemplazarlo, que van desde Eduardo de Pedro hasta Daniel Scioli. En algún caso, incluso, acompañado por ella misma en la fórmula. En esos escenarios imaginarios siempre excluye la posibilidad de una reelección. En su cabeza, cualquiera es mejor que Alberto.

Los albertistas sienten que la crisis ha desnudado como nunca a su socia frente a la sociedad y que ha tomado una dinámica que, puestos a comparar desgracias, la deja a ella en un lugar peor. De marginalidad, cuando no de irracionalidad. Militar en contra del acuerdo con el Fondo Monetario, por ejemplo.

Una vez más, el jefe de Estado coquetea con la emancipación. Aunque pocos se lo toman en serio, juega a ignorar a Cristina y entre sus ministros se instala la idea de que el clima es pésimo desde lo institucional, pero al mismo tiempo una oportunidad para acelerar la gestión sin tener que llamar a cada rato al Instituto Patria. Los teléfonos de la dupla presidencial tal vez sigan cortados un buen tiempo.

Puedes leer la nota completa en Clarín