Putin o el insoportable misterio de los soldados rusos caídos

Putin o el insoportable misterio de los soldados rusos caídos

La guerra en Ucrania acelerará la carrera armamentística a nivel mundial (REUTERS/Alexander Ermochenko)

 

En la mística de los Ejércitos está no dejar atrás a nadie. Tienen que regresar todos. No hay ninguna garantía de que vuelvan vivos, por eso pertenece a la ley de Dios y de los hombres llevarse consigo a los muertos. Como sea. En la Guerra Civil española, una vez estabilizado el frente, se permitía al enemigo retirar a los suyos de campos de batalla todavía sangrantes. Porque igual una madre puede soportar que su hijo haya dado la vida por la patria, pero jamás que no se le honre.

Por abc.es





En la región ucraniana de Mykolaiv, 130 kilómetros al este de Odesa, hace más de una semana que su gobernador pidió a la población que ayude

a recoger los cadáveres de los combatientes rusos abandonados en retirada por sus unidades. Cuerpos carbonizados, aseguraba, por cientos, que se acumulan sin que su país los reclame.

“En la web «Busca el tuyo» Kiev muestra fotos de restos de militares que Rusia ha dejado atrás y de prisioneros para que puedan identificarlos sus familias”

El mismo presidente del país invadido, Volodímir Zelenski denunció al inicio de la ofensiva que Moscú había enviado crematorios móviles a su frontera para hacer desaparecer los restos de sus propios militares. «No van a mostrarlos. No van a decir que sus hijos sucumbieron aquí», proclamó. Y para que las familias puedan saber, el Ministerio del Interior de Kiev está publicando en una web y en un canal de Telegram fotografías de los uniformados fallecidos que Rusia deja en el frente, a veces junto a sus identificaciones, y también vídeos de los que han sido tomados como prisioneros de guerra. «Busca el tuyo» es el título de la página, ya censurada por el Kremlin para que no pueda leerse en su territorio, y cuya dirección en internet es 200rf.com. Una referencia siniestra a la clave ‘cargo 200’ o ‘gruz 200’, con la que los soviéticos codificaban los ataudes de zinc en los que transportaban a sus caídos durante la invasión de Afganistán. «Rusia no quiere llevarse los cuerpos, en realidad no sabemos qué hacer con ellos», declaraba a la CNN un asesor del departamento de seguridad interna ucraniano, Viktor Andrusiv.

En la guerra más hipertransmitida de todos los tiempos, descifrar la verdad de la propaganda obscena de Vladímir Putin y también de la contrapropaganda del otro bando, al fin y al cabo el agredido, está siendo, paradójicamente, imposible.

1.351, la cifra total de bajas rusas

Pero, más allá, fuentes de máxima fiabilidad consultadas por este diario aseguran que tanto la hipótesis de que Rusia trata de amortiguar fracasos minimizando sus bajas, como la de que está utilizando crematorios ambulantes, son «muy creíbles». Ambas circunstancias han sido objeto de comentario en el Consejo Atlántico de la OTAN, un centro de poder donde precisamente no se manejan «rumores», subraya el interlocutor. En ese foro, órgano de toma de decisiones de la Alianza, también se dijo a mediados de este mes que los militares rusos muertos en combate ascendían ya a 9.000.

Son los números de la incógnita. La determinación de Vladímir Putin a silenciar las pérdidas en Ucrania contribuye sin remedio a alimentar la versión más truculenta. «En lo que respecta a los números, hemos acordado desde el comienzo nodivulgar la información», ha insistido su portavoz Dmitry Peskov. Sin actualizaciones desde el 2 de marzo, cuando admitieron contar ya con 498 muertos, el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ha esperado hasta este viernes para dar un nuevo total: 1.351 fallecidos.

La supuesta distracción por parte del Kremlin de la cantidad de muertos tiene otro ángulo de observación en la Bielorrusia aliada de Aleksandr Lukashenko, donde testigos de la localidad de Gomel, 260 kilómetros al norte de Kiev, han asegurado que el pasado día 13 se recibieron allí más de 2.500 cadáveres «terriblemente desfigurados» de soldados rusos transportados de noche en aviones o ferrocarril a lo largo de la frontera. Añaden que en los hospitales, los heridos del mismo ejército desbordan las salas de espera.

Lo mismo ha trascendido de la vecina ciudad de Mozyr, donde un entrevistado por el rotativo británico ‘The Telegraph’ refiere que en la morgue ya no caben más cuerpos y que los militares rusos que están llegando para ser curados son «en su mayoría muy jóvenes, nacidos entre 1998 y 2002». Subrayaba que ingresan gravemente mutilados y que se les están practicando espantosas amputaciones.

Investigador principal del Real Instituto Elcano, doctor en Relaciones Internacionales y oficial en la reserva de las Fuerzas Armadas, Félix Arteaga cuestiona, no obstante, que esta escala en una país intermedio tenga que ver con la supuesta intención de Moscú de esconder sus bajas. «Interpreto esas informaciones en el sentido de que las unidades rusas que han entrado desde Bielorrusia tienen su cadena logística, incluida la sanitaria, hacia Bielorrusia, eso quiere decir que los heridos y los muertos van allí y posteriormente a Rusia», explica . «Sí creo –añade– que se están evacuando cadáveres hacia Bielorrusia, y eso es ya una noticia, pero se habla de columnas en las que también van heridos, se están montando hospitales de campaña en ese país, pero los heridos no se van a quedar allí».

Los heridos, la traumática y dolorosísima ‘caja B’ de todos los conflictos bélicos que, no se olvide, podrán contar lo que han visto al llegar a casa y destapar, de ser cierto, el insoportable abandono y ocultación de los caídos. Con eso hay que contar.

Félix Arteaga sentencia: «La eviencia de que Rusia se desentiende de sus cadáveres no es tal». No hay fotografías de esos cientos de rusos sin vida dejados en el campo de Mykolaiv, y respecto a los traslados masivos de restos en sacos negros dentro de los trenes a Gomel y Mozyr, parece que a los pasajeros comunes que tomaron registro móvil en mano, se les obligó a borrar cualquier grabación. Del mismo modo, en los hospitales bielorrusos hay código de silencio. Tienen orden de no hablar. «A quien dice algo, o se ha marchado o le despiden. Los demás no pueden tener con ellos el teléfono, hay un control absoluto», indica un cooperante también al ‘The Telegraph’.

“En 2015, Putin declaró secreto de Estado la muerte de soldados durante «operaciones especiales», como ha denominado esta guerra en Ucrania”

El disimulo del Kremlin en lo que respecta a sus bajas, ofensiva tras ofensiva, no es nuevo. Un decreto en 2015, posterior a la invasión de la Crimea ucraniana, declaró que las muertes de sus soldados «en tiempo de paz, eran secreto de Estado». Medios como el semanario ‘Psokovskaya Guberniya’, muy focalizado en los derechos humanos, informaron sobre funerales clandestinos de militares y su editor fue salvajemente agredido. Se había prohibido entonces toda publicación sobre pérdidas durante las denominadas «operaciones especiales», precisamente la misma catalogación que Moscú ha dado a la actual ofensiva lanzada sobre Ucrania.

«Rusia no considera oficialmente lo que está sucediendo como una guerra, eso significa que los convenios internacionales no se le aplican», ha recalcado Siarhei Bohdan, del Instituto Histórico Friedrich Meinecke, en Berlin. Por lo que parece, la obligación de decir a las familias la verdad sobre la suerte de sus soldados, tampoco.