Vladimiro Mujica y Horacio Medina: Simpatía por el Diablo o los riesgos de la cohabitación

Vladimiro Mujica y Horacio Medina: Simpatía por el Diablo o los riesgos de la cohabitación

 

Encantado de conocerte,
espero que adivines mi nombre,
pero lo que no logras entender,
es la naturaleza de mi juego,
lo que significa, arrodíllate.”
THE ROLLING STONES –
“SYMPATHY FOR THE DEVIL.
(Traducción libre)





Este artículo está escrito a dos manos con mi amigo Horacio Medina.

Estas reflexiones, que cubren un abanico de hechos recientes, están guiadas por una mirada sencilla de hombres angustiados por nuestro destino. Influenciados por eventos tanto dentro como fuera de Venezuela. Al hacerlas, no podemos menos que angustiarnos al comprobar que, lo que nos movió a la acción, hace ya poco más de 20 años atrás, cuando emprendimos la lucha por rescatar a Venezuela de las manos del chavismo sigue siendo el problema y centro nuclear del asunto: La ausencia de Principios y Valores éticos, especialmente en el ejercicio de la función pública y la política. Los acontecimientos recientes con la invasión rusa a Ucrania, les confieren una dimensión mucho más amplia a estas cavilaciones.

Utilizando una imagen bíblica, que mucha gente rechaza como una simplificación de la política, pero que sin embargo tiene un inmenso valor pedagógico en nuestra cultura, uno tendería a pensar que las fuerzas del mal y las tinieblas, esas que se simbolizan con la figura de Satanás, el Demonio o el Diablo, según sea el gusto, continúan cobrando fuerza inusitada, frente a las misiones del bien y de la luz. Y que un ejemplo de esta aparente lucha eterna, que compromete el destino de millones de seres humanos, se ejemplifica en Ucrania donde se enfrentan en desigual combate, la luz del valor de un pueblo y las tinieblas de un proyecto de control y destrucción adelantado por la Rusia de Putin, que no por el pueblo ruso.

No podemos pensar de otra manera a concebir este conflicto como una prueba terminal de valores, y nos resulta inconcebible que alguna gente, en pleno siglo XXI, muestre apoyo o neutralidad, ante la barbarie que comete el ejército ruso contra los ucranianos. Es deplorable que, algunos gobiernos y políticos, proclamen su respaldo incondicional e irrestricto, a Vladimir Putin, ante semejantes actos bélicos contra el pueblo ucraniano que constituyen, indubitablemente, crímenes de lesa humanidad y una atrocidad inconcebible. A pesar de la vesania que implican sus acciones, estos gobernantes existen y hacen pública su simpatía y su defensa ante tales actos de agresión. Cercanos tenemos, por ejemplo, a Miguel Díaz-Canel (Cuba), a Daniel Ortega (Nicaragua) y más cerca aún, casi en nuestra casa, a Nicolás Maduro, presidente de facto de una Venezuela en disolución. Por increíble que parezca, en esta escala de destrucción de los valores esenciales de la humanidad, es aún más censurable el rol de aquellos que los apoyan, los excusan o, sencillamente, se hacen “de la vista gorda”, en función de obtener como recompensa, un saco lleno de dinero, pero vacío de principios humanos.

Mirando en otra dirección, es imposible ignorar el impacto de la visita de algunos funcionarios del gobierno de Joe Biden a Caracas, acompañados de empresarios ligados al negocio petrolero. Entender este hecho, que puede ser interpretado como un acercamiento a Nicolás Maduro, un claro e inequívoco aliado de Vladimir Putin, a quien el propio gobierno norteamericano ha sancionado duramente y señalado como culpable de graves violaciones a los derechos humanos, significa aceptar las duras realidades de la política, en tiempos de guerra. En esos tiempos, se imponen los intereses estratégicos de las grandes potencias, en una dinámica que deja de lado los intereses que se juzgan menores, como en este caso, podría ser, la defensa de la democracia y la libertad en Venezuela.

En otra dirección, algunos venezolanos usan la visita norteamericana para abogar por el levantamiento de las sanciones internacionales a Venezuela. Es inevitable llegar a la conclusión de que esta posición no solamente constituye un acto explícito de cohabitación política con el gobierno de facto de Maduro, sino que la misma contribuye a fortalecer la tesis de que las sanciones son responsables de la crisis terminal de la economía venezolana. Si levantar las sanciones contribuye a abrir una puerta a la realización de elecciones libres en Venezuela, bienvenida sea esa acción. Sin embargo, abogar por ese levantamiento desconociendo el origen último de la catástrofe humanitaria en que sobrevive el 80% de la población; la destrucción casi absoluta de la Industria de los Hidrocarburos de Venezuela y su Sector Conexo; los casi 300 presos políticos que existen sometidos a torturas físicas y mentales; los crímenes de lesa humanidad ya reconocidos por la ONU y la investigación a Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional; los nexos con el narcotráfico; la presencia de grupos irregulares armados que dominan gran parte del país, llámense disidencia de las FARC, ELN(os) o Pranes; la corrupción que funciona como eje transversal del régimen; el saqueo que ocurre en el Arco Minero del Orinoco donde la FAN, grupos irregulares y delincuenciales reprimen a integrantes de nuestra etnia indígena; el desconocimiento total y absoluto del Marco Legal venezolano; significa ignorar, deliberadamente, que Venezuela es hoy un país en disolución y controlado por una red de redes de ejercicio del poder, que llevan a caracterizar lo que ocurre en nuestra nación como un proceso de “somalización”.

Es muy preocupante, y llama a una profunda reflexión sobre las motivaciones , el comprobar que el abogar solamente por una supuesta mejoría económica de la situación venezolana, dejando de lado el problema político fundamental de que el régimen reprime e impide el ejercicio de derechos constitucionales fundamentales es un ejercicio de cohabitación que puede llevarnos a aceptar una suerte de variante tropical del esquema chino, donde existe libertad para enriquecerse pero no para el ejercicio ciudadano. Quizás valga la pena usar otra alegoría religiosa: a quienes se dejan guiar por al barquero infernal, Caronte, descrito por Dante en la Divina Comedia, y quien lleva las almas hasta la puerta del infierno, les recordamos que sobre esa puerta se lee la siguiente inscripción: ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!

Tiempo de concluir nuestras quizás desordenadas reflexiones, pero que encuentran un hilo de coherencia en las consecuencias que acciones aparentemente inconexas, tienen para nuestro futuro como nación.

Resta solamente la advertencia, a quienes piensan en la cohabitación como salida viable, que están desconociendo la verdadera naturaleza del juego del régimen de Chávez-Maduro, que es esencialmente mantenerse a todo evento en el poder.

Nosotros seguiremos adelante guiados por el objetivo de recobrar los Principios y Valores Éticos para construir un nuevo país, en Libertad y Democracia.

Horacio Medina / Vladimiro Mujica