William Anseume: ¿Dos Asambleas Nacionales?

William Anseume: ¿Dos Asambleas Nacionales?

Venezuela es un curioso, o folclórico, caso de país de dualidades. Como una Alemania sin muro en Berlín. O, con muritos diversos. El paralelismo comenzó con empresas y universidades. Entonces la harina la había buena y mala, como la sigue habiendo. La verdadera y la folklórica, que hasta parece harina por fuera, pero no sirve para hacer arepas, mucho menos bollos. Con las universidades fue igual, aumentaron las designaciones de cualquier espacio con “estudiantes” y “profesores” y surgió, por ejemplo, la bolivariana, a la par de las expropiadas, intervenidas. Un continuo desplazamiento de lo estatuido, de lo acostumbrado, de lo aceptado. El chavismo-msdurismo fue encaramando un país artificial dentro del país. Lo que no podían mal copiar lo destruyeron: PDVSA. Tanto que, de verdad, Venezuela es otra. Un campo minado -Apure, expropiado, transformado en quiebra, en desolación, en exterminio, en yermo: Amazonas, Bolívar.

La imagen más clara de la inserción de adefesios paralelos la podemos “apreciar” en edificaciones de la “misión vivienda”. Algunas no terminadas después de luengos años, como las de Fuerte Tiuna, el cuartel por excelencia convertido en barrio de azotes. Donde hasta los militares pueden temer por sus vidas. Un cuartel acorazado de ranchos en vertical, feos, horriblemente pintados, a propósito. Porque en la fealdad finca este poder rojo su “estética”. Una forma de expandirla por la capital ha sido el meterle un sin fin de elementos a los que ellos le dan el tratamiento de esculturas. Bichos que no soportan comparación mínima con los trabajos de Alejandro Otero o de Narváez, Soto, Cruz Díez, por mencionar escultores significativos en Plaza O’Leary o Plaza Venezuela, o autopistas, quienes además regaron arte en distintos rincones de la ciudad de los techos rojos. Así, aquellos en paralelo destructivo, mal nacido y repugnante colocan vainas. Con la mera intención de provocar y hacer sentir el dominio.

El paralelismo escaló a los más altos niveles políticos. Al punto que hoy los partidos aparecen en toletes difíciles de identificar y mucho menos de entender. Dos o tres Acción Democrática, dos o tres Copeyes. Hasta a Henri Falcón le expropiaron su partidito, usando para ello a un agente “ingenuo” que anda esparciendo de universidad en universidad la idea de gestar una ley nacida desde el seno de la conciencia nacional estudiosa. Y algunos a ese agente divisionista le creen capaz en su “ingenuidad” de sanamente presentar un proyecto de ley universitaria. ¿En cual parlamento? Pero, no nos distraigamos. Por ahora. De este modo, en dupla, nuestro más que folklórico país, como podemos ver, posee dos Asambleas Nacionales, antes, al lado, físicamente al lado, en el expropiado edificio La Francia, ubicaron la “Asamblea Nacional Constituyente”, un bodrio escandaloso que no constituyó nada más que la provocación de tener lateralmente unos dizque parlamentarios haciendo bulla. Ah, también tenemos para el mundo dos presidentes. El que se alía con lo más granado del terrorismo y la delincuencia internacional. Y el que reconoce más de la mitad del orbe.





Pero está situación habrá de decantarse más temprano que tarde. Porque resulta insoportable para el manejo del Estado tanto como para el ciudadano que padece a diario el absurdo, ya se ve que realizable, y no por primera vez en la historia, de los dos países en uno. Una asamblea que rige al sector rojo de la sociedad, con sus intención destructiva y vengativa expresada semanalmente y otra que lucha por contrariar la destrucción, por fortalecer institucionalmente lo que ha quedado en pie, por recuperar la democracia y la libertad y, muy importante, por contener el totalitarismo con el que han querido arrasar para consolidarse “para siempre” en el manejo del poder.

Se acerca el momento, y debemos presionar para que ello ocurra cuanto antes, no en el más que lejano 2024, el momento de la definición política. Para ello debemos contar con el más sólido apoyo internacional, con la organización interna indispensable en el rescate institucional de los partidos políticos, esos que hacen la democracia, con la rebeldía natural y necesaria ante el poder despótico, para restablecer el orden extraviado y unificar el país, con todas sus también naturales disparidades. Aquí, debe haber un presidente y un parlamento. La ciudadanía debe manifestarse en busca de esos propósitos permanentemente. Porque no es solo asunto de restablecer los servicios que nos arrebataron, la alimentación y la salud que nos niegan, los derechos laborales conculcados, es preciso restablecer en serio un país que hasta ahora ha sido disfuncional. Esto requerirá tiempo, presión y sacrificios. Sin duda. Pero resulta hoy más que indispensable.