Los coletazos de la pandemia con los que aún lidian adolescentes y jóvenes en Venezuela

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Para nadie es un secreto que la adolescencia es esa etapa de la vida en la cual empiezan a aparecer cambios físicos, sociales, cognitivos y emocionales que van afectando los ámbitos de la vida.

Por: Pableysa Ostos | Corresponsalía La Patilla





Estos cambios en algunas ocasiones se convierten en factores estresantes, debido a que es en la adolescencia, etapa comprendida entre 12 y 18 años de edad, donde los muchachos deben hacer frente a las emociones, aprendizajes y decisiones, entre otras situaciones, las cuales constituyen puentes que permiten el tránsito hacia la adultez.

¿Cómo han lidiado los adolescentes con una circunstancia para la que no estaban preparados como es la pandemia? ¿Qué consecuencias produjo en los jóvenes una situación que los mantuvo encerrados por tantos meses?

Estudiar desde casa a través de clases online, conviviendo 24 horas al día con padres y madres que también trabajan desde sus hogares o, en el peor de los casos, sin empleos.

En una entrevista realizada por MundoDeportivo a Rita Antón, psicóloga y terapeuta del centro de Trastornos de Conducta Argentona, esta destaca que la adolescencia es, en muchos casos, “una etapa complicada de cambio y diferenciación”.

Con la pandemia del coronavirus, los adolescentes se han visto afectados en prácticamente todos sus ámbitos, ya que se ha limitado su proceso de desarrollo. De este modo, gran parte de este grupo de personas jóvenes “han presentado dificultades para hacerse cargo de la frustración, inseguridad, tristeza y rabia derivadas de esta vivencia”.

Antón concluye que la difícil gestión de todas estas emociones ha tenido un gran impacto en la salud mental en jóvenes y adolescentes, provocando un aumento en la incidencia de trastornos en este grupo de edad.

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Impacto emocional

La psicóloga María Jesús Álava Reyes, en una entrevista para la ABC puntualiza que las personas de más edad son las que mejor han soportado los efectos psicológicos de estar encerrados en casa varios meses.

Álava lo atribuye a su larga experiencia vital y, por tanto, a un mayor aguante frente a las adversidades: “Ellos tienen más recursos ante la vida. Son los que más frustraciones han tenido a lo largo de los años y son tremendamente realistas. Saben sobreponerse en cualquier momento”.

Estudios de la Asociación Española de Pediatría (AEP) advertían a mediados de 2021, que había un repunte en niños y adolescentes con síntomas de tipo obsesivo-compulsivo, depresión y somatizaciones, y que incluso los trastornos de la conducta alimentaria eran más graves y requerían más ingresos hospitalarios que antes de la pandemia.

Entre los factores de riesgo estaban la incertidumbre, el exceso de noticias sobre coronavirus, el distanciamiento social o el abuso de pantallas, como tablet, celulares, entre otros.

Agudizan la situación

Por su parte, Doris Odreman, neumólogo y médico internista, destaca que el uso excesivo de la pantalla en los más jóvenes se ha asociado desde hace años con riesgos para la salud física y mental.

Pero admite que la llegada del virus SARS CoV2 y los posteriores confinamientos, así como el aprendizaje online y la necesidad de distanciamiento social, han propiciado una creciente dependencia de su uso para casi todas las facetas de su vida: entretenimiento, socialización y educación.

“La actividad física de los niños y el tiempo frente a las pantallas están relacionados con la salud mental durante la pandemia. Diversos estudios publicados hasta la fecha, han revelado que el mayor uso de televisión o medios digitales, videojuegos, aprendizaje electrónico y tiempo de video chat se asociaba con síntomas de depresión, ansiedad, problemas de conducta, irritabilidad, hiperactividad y falta de atención, cuyos porcentajes han aumentado en el transcurso de esta pandemia”, señaló la especialista.

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Factores a considerar

También explica que “luego de cursar una infección por SARS CoV2, es posible que se presente el síndrome post-Covid19, el cual se define por la persistencia de signos y síntomas clínicos que surgen durante o después de padecer infección por SARS CoV2 que permanecen más de 12 semanas y no se explican asociado a otro diagnóstico. Los síntomas más frecuentes son fatiga, disnea, alteración de la atención, concentración, memoria y sueño, así como ansiedad y depresión”.

“Es por ello que la ‘recuperación’ post-Covid19 no puede fundamentarse solo en una PCR negativa o un alta hospitalaria. Existe una notable variación en la duración, la gravedad y la fluctuación de los síntomas, los cuales pueden afectar a la calidad de vida, el estado funcional, la cognición y el estado de ánimo de los supervivientes, y generar una discapacidad grave, por lo que es necesario lograr identificar de forma precoz estos síntomas y acudir a consulta con su especialista, para así iniciar tratamiento médico individualizado, para evitar futuras complicaciones”, puntualizó Odreman.

Salud mental afectada

Karina García, psicóloga clínica, destaca que durante todo el proceso de pandemia se han pasado por un gran número de cambios y modificaciones en todas las esferas del ser, es decir, física, emocional, psicológica, relacional, y conductual.

“Adolescentes y jóvenes no han escapado de esta realidad. El Covid-19 introdujo cambios en nuestras rutinas, cambios en la forma cómo nos relacionamos con otras personas, cambios en nuestras estructuras. Pero hay cambios de mayor cuidado que están siendo el blanco de estudios científicos”, explica García.

Alerta de que los cambios que ha producido el Covid-19 no solo son causados en el cuerpo y órganos de quien ha padecido infección por el virus, sino afecciones a nivel cerebral originando deterioro en las funciones ejecutivas.

Tales como “planificación, toma de decisiones, establecimiento de metas, organización, inicio y finalización de tareas, flexibilidad cognitiva, así como los procesos cognitivos básicos de memoria, atención, percepción, pensamiento, lenguaje, razonamiento”.

“Finalmente nos encontramos con numerosos cambios a nivel conductual, vacíos en la rutina, disminución de la actividad física, reducción en la interrelación y la exposición necesaria e innecesaria (horas de entretenimiento sin control) a artículos electrónicos que han llevado a su uso excesivo, afectando principalmente a niños y jóvenes. En este el círculo de deterioro que por el mismo rompimiento de lo habitual y lo normativo ha generado un aumento considerable en conductas depresivas y ansiosas, sensación de no tener dirección, tristeza profunda, miedo a no saber qué hacer o cómo conducirse, vacíos conductuales y emocionales”, analizó la especialista.

García confiesa que ahora queda dirigir los esfuerzos para reestructurar estas áreas, “no para volver a la ‘normalidad’ sino para construir una nueva modalidad de norma que se adapte a los retos que nos trajo este tiempo. Adultos, cuidadores y profesionales de la salud debemos ser garantes y guías en el proceso de consecución de estas metas. Acompañamiento, capacitación y reestructuración para llevar a cabo la tarea de reconstruirnos”.

¿Qué piensan los jóvenes?

Camila Arrieta tiene 21 años y es estudiante de Educación. Ella define a la pandemia como un choque que le hizo reconocer y conocerse. “Antes de la pandemia Camila no era más que una chica activa con actividades de voluntariado, fotografía, música, estudios, ser feliz siempre y reírme con todos. Y ahora es una persona que aceptó que estar sin hacer nada era estar bien, que llorar era válido y compartir con los que tenía a su alrededor siempre era necesario”.

“Claramente la pandemia hizo que incrementara el uso excesivo de las redes, al punto de crearlo como una necesidad y eso no ha estado del todo bien, debido a que la procrastinación hizo que eso se desarrollara a otro tipo de nivel, solamente sacándolo por allí. Con mis amigos, he notado que quizás hubo un tiempo donde se desarrolló o se empezó a notar más las enfermedades mentales. Eso hizo que también se les tomará más importancia y nos uniéramos un poco más, para cuidarnos entre todos. La pandemia ha traído cosas buenas y no tan buenas, todas son válidas, aceptadas y agradecidas”, señaló la joven.

Mientras que Mariel Jaramillo, también de 21 años y estudiante universitaria, relató al equipo de La Patilla que “como todo joven, el inicio de una cuarentena por la llegada de un nuevo virus, fue toda una sorpresa, sin imaginarme que podría tardar un período de 2 años, y contando. Al comienzo de la pandemia me llené de ansiedad, esto a raíz de las diversas informaciones que surgían, las cuales eran muy complicadas de distinguir entre verdaderas o fake news”.

“Esta experiencia causó en mí efectos tanto positivos como negativos, no solo en lo personal sino también en mis amistades, familia y en mi educación. Mi teléfono y la laptop se volvieron un vehículo para el exterior y mantener contacto con mis amigos, tanto que actualmente me he vuelto dependiente del celular, tanto que lo reviso cada 5 minutos a la espera de algún mensaje nuevo”, aseveró Jaramillo.

Por último, ambas jóvenes coinciden en que “la universidad, de igual forma tuvo parte en esta pandemia porque, como estudiante, tocó adaptarse a una nueva forma de aprender: la modalidad virtual, al mismo tiempo que lidiar con la inestabilidad de la conexión a internet que es muy frecuente en Venezuela y así para poder cumplir con las asignaciones académicas, las cuales fueron más exigentes que aquellas que se hacían en clases presenciales. Esta situación creaba más estrés debido a que varias veces era difícil tener una buena organización dentro de trabajos grupales”.

De este modo, la pandemia ha afectado fuertemente a la salud mental de la población en general, aun siendo más notable en grupos vulnerables como son los jóvenes y adolescentes.