“Vi gente despedazada, sin piernas ni manos, cabezas regadas, mucha sangre”: 20 años de la masacre de Bojayá, Colombia

“Vi gente despedazada, sin piernas ni manos, cabezas regadas, mucha sangre”: 20 años de la masacre de Bojayá, Colombia

Así quedó la iglesia de Bojayá, Chocó, cuando las FARC lanzaron un explosivo en medio de un enfrentamiento con paramilitares. Toda la gente del pueblo se había refugiado ahí.

 

 

 





 

 

 

El 2 de mayo del 2002, más de 100 civiles que se refugiaban de un enfrentamiento entre guerrilla y paramilitares resulto víctima de la guerra, debido al estallido de un cilindro bomba dentro de una iglesia. 20 años después en la zona del Chocó los habitantes siguen con miedo debido a los constantes conflictos entre actores armados.

Por infobae.com

El primero de mayo de 2002, decenas de pobladores, la mayoría mujeres y niños, llegaron hasta la iglesia de Bojayá. Era el lugar más lógico para buscar refugio, en primer lugar porque era una de las pocas construcciones de cemento y ladrillo en todo el pueblo, y segundo porque de acuerdo con su cultura religiosa católica ¿qué mejor lugar para estar seguro que la casa de Dios?

El sacerdote Antún Ramos era el párroco del municipio y el encargado de recibir a la población. Al final, recuerda, unas 400 personas distribuidas entre la pequeña capilla y la casa cural.

Al otro día, el 2 de mayo, hacia las 11 de la mañana, una pipeta de gas explotó en el techo y posteriormente cayó justo en el altar donde él oficiaba diariamente la misa.

“Vi gente despedazada, sin piernas ni manos… cabezas regadas, sangre, mucha sangre. Inclusive aprecié a ciudadanos corriendo mutilados”, aseguró el sacerdote a la entonces estudiante de periodistmo de la Universidad de Antioquia Sara Gómez de los Ríos.

El departamento de Chocó fue escenario de uno de los horrores de la violencia que terminó con la vida de aproximadamente 102 personas, producto de un enfrentamiento armado entre las extintas Farc y y el Bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia, quienes deseaban tener control total del río Atrato. El grupo narcoguerrillero ya tenía en su poderío gran dominio del municipio de Bellavista, mientras que los paramilitares deseaban poseer acceso y control del importante corredor hídrico. Esto llevó a que en repetidas ocasiones se enfrentaran hasta que ocurrió el trágico jueves 2 de mayo.

Los habitantes de la zona en los que había mujeres embarazadas, niños y ancianos tuvieron que buscar refugio en la iglesia de Bojayá, esto porque la iglesia junto a un convento aledaño eran las únicas estructuras de concreto para que las personas se resguardaran del fuego cruzado de los grupos narcoterroristas.

En un momento de la confrontación los paramilitares del Bloque Élmer Cárdenas de las AUC decidieron atrincherarse detrás de la iglesia de Bojayá, aunque continuaban con la acción armada. Las extintas guerrillas de las Farc decidieron lanzar un cilindro bomba (artefacto explosivo que usaban habitualmente en sus ofensivas) sin importar que en medio estaba la iglesia con la población civil que buscaba resguardo de un enfrentamiento del cual ellos eran inocentes.

El cilindro bomba no alcanzó a llegar al suelo y detonó en el techo de la iglesia, causando horror en el que era considerado el templo de Dios. La explosión hizo que diferentes partes de personas inocentes quedaran esparcidas por las paredes de la iglesia que aun se sostenían en pie. Cerca de 102 personas fueron inmoladas en un atentado dedicada a la barbarie y crueldad de los grupos terroristas. El templo de Dios había quedado con sangre y entrañas esparcidas de la explosión, ni si quiera el Cristo de la iglesia pudo salvarse, convirtiéndose así en un símbolo de esta horripilante tragedia.

Cristo de Bojayá, fotografía de Jesús Abad Colorado. Cortesía Universidad Nacional.
Cristo de Bojayá, fotografía de Jesús Abad Colorado. Cortesía Universidad Nacional.

 

 

Hoy 2 de mayo del 2022, el Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, junto a autoridades étnico territoriales, se reúnen para conmemorar el macabro atentado y a las víctimas de esa masacré cometida por los actores armados del país. En la conmemoración también aprovecharan para señalar las denuncias de homicidios, amenazas de muerte, ataques, reclutamiento forzado de niñas, niños y adolescentes, desplazamientos forzados, confinamientos, restricciones a la movilidad y desapariciones forzadas, entre otras violaciones que siguen sucediendo en el departamento del Chocó, mostrando que atentados como los sufridos en la iglesia de Bojayá no son cosas exclusivas del pasado.

En un comunicado para el Sistema Integral para la Paz se señaló que: “las comunidades urgimos por la protección de la vida de los habitantes de esta zona a través de: la presencia integral del Estado, la reparación colectiva, la plena implementación del Acuerdo de Paz –en particular el capítulo étnico-; la garantía de los derechos económicos, sociales y culturales de la población; la búsqueda de las personas desaparecidas en razón del conflicto armado, así como por hechos posteriores a la firma del Acuerdo de Paz; y el desmantelamiento de los grupos armados no estatales”.

El lamentable atentado que solamente se le ha añadido a las extinta guerrilla de las Farc, es un hecho del cual piden la verdad, ya que afirman que no solamente fue responsabilidad del grupo narcoguerrillero. “No se ha podido establecer la responsabilidad de todas las personas involucradas”, asegura Byron Góngora, de la Corporación Jurídica Libertad quién además resaltó que las Autodefensas tuvieron que ver mucho en los enfrentamientos dados en el municipio de Bellavista que terminaron con el estallido del cilindro bomba en la iglesia de Bojayá. “Bojayá no puede verse como un hecho aislado, sino con la situación que venía presentándose desde 1996 con el ingreso del paramilitarismo a la zona. Eso sólo se pudo hacer con el apoyo de la Fuerza Pública”, señaló Góngora.

Actualmente el departamento de Chocó evidencia una disputa territorial entre grupos armados del ELN y el Clan del Golfo (narcoguerrilleros y narcoparamilitares), demostrando un lamentable Déjà vu que evidencia la marginación y olvido que se le da a una comunidad que recuerda hoy 20 años de una tragedia.