La historia detrás del “grito de desesperación” que se convirtió en la jugada más insólita de los Mundiales

La historia detrás del “grito de desesperación” que se convirtió en la jugada más insólita de los Mundiales

La selección de Zaire integró el Grupo 2 junto a Brasil, Escocia y Yugoslavia (Grosby)

 

Las carcajadas, los murmullos y las bromas se apoderaron de las gradas del Parkstadion de la ciudad alemana de Gelsenkirchen por unos minutos. “¿Quién es ese?”, “¿cómo puede ser que juegue un Mundial sin conocer las reglas?”, “está loco”. Más risas, desconcierto y dudas transformaron un encuentro cargado de tensión en un ambiente de regocijo y divertimento.

Por infobae.com





Todo eso provocó el hasta ese entonces desconocido lateral derecho de la Selección de Zaire, Mwepu Ilunga, durante el último partido de la primera fase del Grupo 2 de la Copa del Mundo de 1974, quien con el tiempo se convirtió en el protagonista de la jugada más insólita en la historia de los Mundiales.

Todas las miradas estaban puestas en la selección de Brasil, que tras consagrarse cuatro años antes, llegaba al tercer partido de la fase de grupos con la soga al cuello después de igualar a cero con Escocia y Yugoslavia. Frente al equipo africano estaba obligada a ganar por 3-0 para acceder a la segunda ronda y defender el título.

Aquel 22 de junio de 1974, la vigente campeona cumplió con su objetivo tras imponerse con goles de Jairzinho, Rivelino y Valdomiro. Sin embargo, los medios de aquella época resaltaron la acción que se produjo a los 80 minutos por sobre la clasificación del combinado sudamericano.

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A diez para el final, y con el boleto a la siguiente ronda prácticamente asegurado, el árbitro rumano Nicolae Rainea le concedió un peligroso tiro libre a la CanarinhaRivelino, la figura de aquella selección ya sin Pelé, tomó la pelota, la colocó en su lugar y se posicionó mientras esperaba que el referí acomodara la barrera zaireña.

Con el arco entre ceja y ceja, el Diez escuchó el pitazo pero nunca se imaginó lo que iba a pasar. Tras la orden del rumano, Ilunga salió disparado hacia adelante y remató el balón con todas sus fuerzas hacia el área contraria. Todos los presentes en el recinto, hasta sus propios compañeros, quedaron impactados por lo que acababa de hacer el defensor, quien bajo una lluvia de burlas que caía desde las gradas iba a recibir la cartulina amarilla.

Finalmente el tiro libre se volvió a ejecutar y la pelota se fue por detrás del arco, pero ya nada importaba más que saber quién era el futbolista que, para todo el mundo, llegó a participar de un Mundial sin conocer las reglas del torneo más importante de la historia del deporte.

Sin embargo, años más tarde se iba a revelar el verdadero motivo por el cuál el zaireño había ido contra las reglas en un puro acto de rebeldía.

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El grito desesperado de un hombre por salvar su vida

“Lo hice a propósito, quería que me expulsaran como forma de protesta, pero sólo me sacaron amarilla”, aseguró muchos años después el protagonista de la jugada más insólita en la historia de los Mundiales.

Es que detrás de esa inesperada acción se escondía un grito desesperado por dar a conocer la realidad que estaba viviendo la selección zaireña durante esa Copa del Mundo. Mientras que afuera todo era carcajadas y bromas, puertas adentro, el temor a las represalias que pudiera tomar el dictador Mobutu Sese Seko con el plantel de Blagoje Vidinic se hacía cada vez más notorio.

Para entender ese miedo que tenía el combinado nacional hay que viajar hasta la República Democrática del Congo, que por aquel entonces era conocida como Zaire y que estaba bajo el gobierno de facto del dictador Mobutu Sese Seko (en el poder desde 1965 y hasta su muerte en 1997).

Con vistas a la futura cita mundialista de 1974, el cleptócrata africano vio en el deporte otra forma de darse a conocer al mundo, ocultando su tiránico régimen marcado por la violencia bajo la alfombra. Fue así que la selección de Zaire (nombre con el que el jefe militar bautizó al país en 1971) llegó por primera y única vez a un Mundial en su historia, no sin antes pasar por una fase de repechaje totalmente polémica en la que, en el partido de vuelta, Marruecos decidió no presentarse al considerar que había un amaño por parte de la Confederación Africana (CAF) para que clasificara su rival.

Con el boleto ya en sus manos, El Salvador del Pueblo, como el propio Mobutu se apodó, les prometió tanto al técnico serbio Blagoje Vidini? como a sus 22 futbolistas una gran recompensa por hacer un buen papel en Alemania: si lograban una buena actuación, la delegación iba a recibir un premio económico que les permitiría vivir por el resto de sus vidas. Un incentivo que se sumaba a los vehículos que ya habían cobrado por ganar la Copa de África.

Una vez instalados en la República Federal Alemana, los zaireños hicieron su debut mundialista el 14 de junio frente a Escocia en la ciudad de Dortmund. Allí, los de Vidinic cayeron por 2-0 dejando una digna imagen, al punto que los propios protagonistas se marcharon satisfechos. Sin embargo Mobutu, desconocedor del bajo potencial de su selección, emitió su primer castigo por lo sucedido al suspender el sueldo del entrenador y sus jugadores.

Si bien nunca se confirmó, todo lo que ocurrió posteriormente hace suponer que, cuatro días más tarde, en la siguiente presentación contra Yugoslavia, la delegación llevó a cabo una huelga secreta tras la presión ejercida por el dictador africano desde su país. El 18 de junio, Zaire iba a sufrir una de las goleadas más abultadas de la historia al caer por 9-0.

Eso sumado a la repentina sustitución del portero Tubilandu Ndimbi por Kazadi Muamba a los 21 minutos después de recibir tres goles, y la negativa del delantero Mayanga Maku a seguir jugando (fue reemplazado al inicio del segundo tiempo) provocaron la ira descontrolada de Mobutu.

“Los jugadores se enfadaron y exigieron que se les pagara antes de pisar el terreno de juego. Para calmar la tensión, se organizó una reunión con el Ministro Sampasa Kaweta Milombe, éste telegrafió a Zaire y Mobutu reaccionó muy mal. No nos dieron nada. Por lo tanto, con la moral completamente baja, salimos al campo”, recordó en 2018 Kilasu Masamba en diálogo con la revista Afriqu’échos.

Finalmente llegó el último partido de la fase de grupos ante Brasil y una nueva amenaza del dictador africano resonaba en las cabezas de la delegación: “Si pierden por más de tres goles, más vale que se queden en Alemania”.

A diferencia de lo que ocurrió frente al combinado yugoslavo, los zaireños volvieron a demostrar un buen fútbol como ante Escocia, pero que aún estaba muy lejos de compararse el nivel de la vigente campeona del mundo. El resultado quedó en segundo plano, al igual que la clasificación de la Canarinha (terminó cuarta en ese Mundial), siendo lo más destacado la acción de Mwepu Ilunga a los 80 minutos.

“Hice eso deliberadamente. Estaba al tanto de las reglas. Lo que no tenía era una razón para seguir jugando y lastimándome mientras los que se beneficiaban económicamente miraban desde lo alto. Conozco muy bien las reglas, pero el árbitro fue indulgente y solo me sacó la tarjeta amarilla”, recordaba el protagonista de esa jugada en declaraciones al libro Death or Glory – The Dark History of the World Cup-, escrito por el británico Jon Spurling.

Con 14 tantos recibidos, ninguno convertido y última en su zona, la selección de Zaire regresó al país repleta de temores e incertidumbres. Automáticamente el plantel fue retenido durante cuatro días en el Palacio Presidencial según los escritos de aquel entonces. Si bien en un primer momento Mobutu advirtió a los jugadores de que no regresaran, tras la eliminación lanzó un aviso mucho peor.

“Nos amenazó, nos dijo: ‘Cualquier jugador que se quede en Europa, exterminaré a su familia’. No creo que lo hubiera hecho, pero nunca se sabe. En 1974 Mobutu estaba en el apogeo de su poder ¿Quién podría dudar de la ejecución de tal amenaza?”, se preguntaba Masamba.

Como castigo, el jefe militar africano dejó al deporte prácticamente en la ruina al cortarle los recursos económicos destinados a la selección, desconocer por completo a los miembros que integraron esa delegación, e impedir que participaran de las Eliminatorias para el Mundial de Argentina 1978.

En lo que respecta a los jugadores, la mayoría quedó en el olvido. Algunos como el portero Kazadi murieron en la pobreza, mientras que otros como el goleador Mulamba Ndaye terminaron viviendo como indigentes en otros países del continente.

Ilunga, en tanto, falleció el 8 de mayo del 2015 a los 66 años en la República Democrática del Congo como consecuencia de una larga enfermedad hepática. El recordado lateral derecho había iniciado su carrera a los 17 años en el Mazembe. Con el club, el futbolista cosechó dos Champions Africanas (1967-68) y cuatro finales continentales africanas, mientras que en la selección salió campeón por partida doble de la Copa Africana de Naciones.