La historia negra de los asesinos en serie de España: filias sexuales, represión, venganza y psicopatía

La historia negra de los asesinos en serie de España: filias sexuales, represión, venganza y psicopatía

De izq. a der.: Manuel Delgado, Joan Vilas, Gilbert Chamba, Francisco García y Remedios Sánchez – ABC

 

La Policía vasca atribuye cuatro crímenes a un joven colombiano de 25 años, que podría ser culpable de al menos otros cuatro. Todos los casos conocidos hasta ahora se han producido en Bilbao, y las víctimas eran hombres homosexuales. El sospechoso, Nelson David M. B., contactaba con otros usuarios a través de Grindr, una aplicación para encuentros sexuales habitualmente anónimos y esporádicos.

Por abc.es





Si se confirma que es responsable de los ocho homicidios, se convertiría en uno de los asesinos en serie que más casos acumulan en España, superando los seis del ‘Asesino del naipe’ o los cinco de Joaquín Ferrándiz, que acabó con la vida de varias prostitutas en los años 90.

A lo largo de la Historia, los asesinos en serie en España han sido muy diferentes a los de otros países, como Estados Unidos, donde el móvil solía tener relación con el estatus económico o social.

En España los crímenes han estado relacionados con cuestiones más pasionales, como filias sexuales, represión, venganzas y psicopatías.

Breve historia de los asesinos en serie de España

Uno de los primeros casos de este tipo al que se le dio eco la prensa fue el de Juan Díaz de Garayo, conocido como ‘El sacamantecas’, que mató a seis personas entre 1870 y 1879, aunque las autoridades de la época sospechaban que eran bastantes más. Su ‘modus operandi’ consistía en estrangularlas, abusar sexualmente de ellas y abrirles el vientre. La España de la época, en la que no existía aún el debate sobre la prisión permanente revisable, decidió ahorcarle en 1881.

Los datos indican que, en lo que llevamos de siglo XXI, ha habido muchos más asesinos en serie que a lo largo del XX. Uno de los criminales más conocidos del siglo anterior fue ‘El arropiero’, Manuel Delgado Villegas. Este era un preadolescente sevillano que se prostituía y que mató a varios de sus clientes entre 1964 y 1971, para después mantener relaciones necrófilas con sus cadáveres. Sus víctimas fueron también personas con las que no tenía ninguna relación, como una turista francesa o un poeta de Chinchón al que asesinó a las orillas del río Tajuña. Se desconoce el número exacto de víctimas, pero se calcula que oscilan entre siete y medio centenar, y se sabe el método que utilizaba: un golpe mortal en la laringe.

En 1978 y 1979, José Ignacio Orduña, un vecino de Barcelona, mató a tres ancianas, lo que le llevó a ser condenado a 87 años de cárcel. Sin embargo, no cumplió ni un tercio de la pena, y en 1997, estando en libertad, asesinó de nuevo a otra mujer de la tercera edad, por lo que se le sentenció a otros 15 años. José Antonio Rodríguez Vega, apodado ‘El mataviejas’, violó y acabó con la vida de 16 ancianas en Cantabria entre 1987 y 1988. Fue condenado a 440 años de prisión, pero en octubre de 2002 fue asesinado por otro de los presos de la cárcel de Topas.

En aquella misma época también se hizo famoso el caso de ‘El mendigo asesino’, Francisco García Escalero, que degolló a 13 personas sin hogar entre 1987 y 1993. Este madrileño, enfermo de esquizofrenia y con tendencia paranoide, fue acusado además de profanar tumbas. Según explicó él mismo, cometió esos crímenes porque así se lo pedían las voces que escuchaba en su cabeza. Su condena fue de 30 años y falleció en 2014 en un centro psiquiátrico.

En los 90 hubo otro caso que conmocionó a la sociedad, esta vez en Castellón. Su nombre era Joaquín Ferrándiz, un hombre que llevaba una doble vida y que ya había pasado por prisión tras violar a un mujer. Al ser puesto en libertad, abusó de otras cinco -tres de ellas prostitutas-, y luego las mató para que no pudieran contarlo, buscando evitar los errores de su primer paso por la cárcel. Sin embargo, fue detenido en 1998, y desde entonces cumple una pena de 69 años. Sin embargo, saldrá de prisión en 2023.

El siglo XXI, el más sanguinario

Con el cambio de milenio llegaron más y peores casos. Uno de los primeros y más conocidos fue el ‘Asesino del naipe’, el exmilitar con rango de cabo Alfredo Galán Sotillos, de 27 años, con un trastorno neurótico. El 24 de enero de 2003, mató al portero delante de su hijo porque tenía «ganas» de hacerlo, según explicó en el juicio. En la madrugada del 7 de febrero, de nuevo sin ningún motivo, disparó y dio muerte a un chico de 18 años en una parada de autobús en Madrid.

Al día siguiente hizo lo mismo con otro adolescente y una mujer en un bar de Alcalá de Henares. A estas se sumaron, en los días siguientes, otras tres víctimas y tres intentos más. La Policía, dada la naturaleza aleatoria de los casos, no lograba encontrar ningún patrón que pudiera conducir a un culpable, expecto dos coincidencias: junto a los cadáveres, el asesino dejaba una carta de la baraja española; y todos ellos fallecieron tras ser disparados en la nuca con una pistola Tokarev TT-33 del calibre 7,62 que Sotillos había robado siendo militar, durante una misión en Bosnia. Fue condenado a 140 años y tres meses de prisión, tras entregarse el 3 de julio de aquel mismo año.

También estremeció a toda la sociedad la historia de Gilbert Chamba Jaramillo, ‘El monstruo de Machala’, un ecuatoriano que cumple una condena de 45 años de prisión por violar y matar en noviembre de 2004 de una mujer en Lérida. Esta era su novena víctima, mientras que las ocho anteriores fueron en su país de origen entre 1988 y 1993.

Jaramillo no fue el único extranjero que cometió crímenes en España tras haberlo hecho antes en otro país. En noviembre de 2006, el alemán Volker Eckert acabó con la vida de cinco prostitutas, tres de ellas en España y dos en Francia. Además, confesó haber estrangulado en 1974 a una niña en su país natal. Tras ser sentenciado como culpable, se suicidó en su celda en 2007.

Otro caso mediático fue el de Joan Vilas, apodado ‘El celador de Olot’ y ‘El ángel de la muerte de Olot’. Según las conclusiones de este caso, Vilas estaba «atormentado» por su condición de transexual, lo que hizo que terminase por tener tendencias vengativas y homicidas. Reconoció haber matado a 11 ancianos entre 2009 y 2010 en una residencia de Gerona en la que trabajaba. Los mataba suministrándoles lejía, con sobredosis de insulina o con un cóctel de medicamentos. Según lo que él mismo explicó, lo hacía en un momento de euforia, porque se «sentía» Dios y quería «liberar a los ancianos de su sufrimiento».

Ellas también matan

En la gran mayoría de casos, el culpable detrás de la ola de crímenes era un hombre, pero no siempre. A finales de los 90 fue detenida Margarita Sánchez Gutiérrez, apodada ‘La viuda negra’, que entre 1992 y 1995 envenenó a cuatro hombres y lo intentó con tres más. Curiosamente, no fue condenada por asesinato, sino por lesiones, estafa y robo, pues, según la sentencia, «su ánimo nunca fue el de matar».

En 2003, Encarnación Jiménez desvalijó a veinte ancianas y las mató entre los meses de abril y julio. En un caso parecido, Remedios Sánchez fue condenada en 2006 a 144 años por la Audiencia de Barcelona por asesinar a tres ancianas e intentarlo con otras cinco. Primero se hacía amiga de ellas, y después las mataba y robaba.