Madres venezolanas, ejemplo de resistencia y compromiso

Madres venezolanas, ejemplo de resistencia y compromiso

 

 





 

En sus vientres nació la flor de la maternidad, sus ovarios se llenaron de la estirpe guerrera y sus manos se comparten entre la delicadeza de ser mujer y la rudeza de codearse en oficios comúnmente ocupados por los hombres.

Por laprensalara.com

Ellas se abren un espacio con respeto y admiración en trabajos que hasta demandan fuerza varonil, pero conservan la feminidad y un corazón lleno de amor para el afecto, protección y guía de sus hijos.

El mayor tributo a este tipo de madre todoterreno es el reconocimiento de su esfuerzo, guáramo para enfrentar condiciones comprometedoras y superar críticas con etiquetas de usurpadoras de oficios. El compromiso diario las lleva a imprimir fuerzas para llevar el sustento a su familia y ser responsables en esas tareas que las han hecho inmune al cansancio, siempre guardando un cálido abrazo para sus hijos, dejando su entrega al trabajo como la mejor referencia para que sean hombres de bien.

Van más allá de sólo tener un hijo, implica un proceso de aprendizaje y aceptación que finalmente se condensa en un amor profundo e indescriptible, pues como dice Andreína Valdez, “sólo otra madre puede entenderlo, porque hay que vivirlo para saber” lo que implica ser mamá y como dicen las abuelas, “nadie nace aprendido”, pero se da lo mejor de sí.

Determinación

María Márquez, mecánica de un taller en La Concordia de Táchira, dice que “ser madre es dar todo por tu hijo, es sobrepasar los límites del cuerpo, estar cansado y continuar; es una responsabilidad que nunca se deja a un lado, nunca se renuncia, al contrario, se lucha con valor y esfuerzo“, sin importar nada más y sin esperar nada a cambio. Comenta que aunque en el hogar también se necesitan los padres, una madre es capaz de dar hasta lo imposible por su hijo, porque “desde el momento en que el niño comienza a llorar, te das cuenta que no hay nada que no puedas hacer por ellos”.

Con sus tres hijos ha tenido muchos momentos “difíciles, pero nada es imposible”. Comenta que desde los 23 años tuvo que aprender a resolver para sacar adelante a sus hijos, aunque contaba con el apoyo de su esposo, enviudó y tuvo que continuar sola.

 

 “Cuando te conviertes en madre dejas de pensar en ti para pensar en ellos, pero eso no implica que la madre queda a un segundo plano, más bien te lleva a superarte“, admite al tener dos trabajos. Intenta resolver vendiendo postres de vez en cuando y se desempeña como mecánico, actualmente aún está preparándose mediante cursos en el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces), para seguir desarrollando sus habilidades en el campo laboral, ya que su meta es desempeñarse en el sector automotriz. “Hay que ser fuertes, hay que seguir y luchar, pero no descuidar las metas propias”, dice sonriendo.

Puede con todo 

Lo cuenta con orgullo, que siendo mujer ha socorrido a varios hombres en el cambio de un caucho. Así de aguerrida es Elaine Méndez, la reconocida mujer cauchera de Yaritagua y que identificó su establecimiento como “La Ktira”, donde trabaja junto a su hija Eilimar, porque los otros dos hermanos no se han dedicado a este oficio. Ella hasta estudió una carrera en agronomía que no pudo ejercer, para demostrarles la importancia de la superación en la vida.

Inicialmente sólo alquilaba lavadoras, lo cual conserva durante las mañanas y lleva más de 10 años con sus manos llenas de grasa, imprimiendo fuerza en las llaves para desajustar tuercas, la precisión para el levante con el gato hidráulico y mantener la paciencia del trabajo manual en las motos que suele maltratar las uñas. No tiene límites y pueden cambiar o reparar cauchos de camión. Ni siquiera se paraliza ante la lluvia y no mide horas para cubrir alguna emergencia.

 

Nada me parece difícil, debe ser por tanto gusto“, exclama esta mujer que consigue la comodidad trabajando en licra, porque siente calor con bragas. Desmonta, repara y vulcaniza, sólo le falta la alineación por no contar con la máquina. Se llena de orgullo al recordar halagos de hombres, al decirle: “Me quito el sombreo ante ti”. Un trabajo que cumple con responsabilidad soportando ciertos percances, sin descuidar el tinte y planchado en su cabellera, además de mantener esas ansias por cerrar la cauchera y correr al hogar con sus tres hijos.

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