El técnico de la nevera, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Quién sabe si por apagones socialistas, interrupciones de la revolución bolivariana, cuestión de aburrimiento y tiempo, cosas de la misteriosa tecnología o mala suerte, se estropeó la veterana, fiel y querida nevera. Amaneció un charco en la cocina, se había derretido media bolsa de hielo guardada en el congelador. Con el chillido mañanero, obligatorio y la mala palabra que le sigue: ¿coño que paso?, podría presentir cuantiosas y costosas dificultades que estaba a punto de enfrentar al desconocer quien pudiera arreglarla. Nunca falta quien sabe más, aparece recomendando con elogio y enaltecimiento, un técnico “muy bueno”. Que dejo la de mi tía Maria como nueva.

La llamada telefónica de rigor, atención cordial y dispuesta, se oyó “no hay problema jefe, deme la dirección” Por supuesto, resultaría complicado ir ese mismo día, pero “mañana temprano sin falta, quédese tranquilo, todo tiene solución”. Y, claro, en este país que según habladores de pendejadas, oficialistas privilegiados, enchufados y bolichicos está mejorando, vino la advertencia siempre amable de que cobraba 10 dólares por la revisión. No importa, véngase, manifieste desesperado. Después que examine la nevera, da un presupuesto. Ya habían pasado a mejor vida, un kilo de carne con bofe, alitas e hígados de pollo viejo, semblante y orejas de cerdo con una garrafa de leche.

Con dos días después de lo previsto, llegó el ansiado caballero con un pesado estuche repleto de herramientas, cables con medidores y lo que parecía una bombona pequeña de gas pero delgada, manuable, hasta bonita.





¿Dónde está la nevera?, ordenó con imponente voz, sin explicar porque había venido después de lo ofrecido. Se le había complicado la vida buscando un repuesto original para otro cliente. Usted sabe cómo son las cosas, además no uso copias chinas, son malosas y se echan a perder rápido. Soy un profesional serio, responsable, lo mío son repuestos originales.

Lo llevé al refrigerador donde quedaban, desconsoladas y en deprimente oscuridad, un par de paquetes de espaguetis, huevos malolientes, medio paquete de Harina Pan, un kilo de arroz y otras menudencias que no necesitan de mucha refrigeración. ¿Desea un  cafecito? no gracias, contestó con desgano esperando algo más fuerte y de mejor calidad. Hacendoso, dejó su perolero regado, no aceptó que lo ayudara a mover la pesada nevera, “quédese quieto, patrón, lo vamos a arreglar”.

Fui a comentarle a mi mujer -la dueña de casa- que el técnico había llegado, y detalles que ya estaba revisando. Ella, que lleva años entrenándose en paciencia conmigo, miró, refunfuño pero no dijo nada de la suciedad que sabía quedaría después, al terminar el técnico. Tuve discreción y prudencia, no quería molestar, dicen: a los técnicos hay que dejarlos tranquilos, si uno se pone a mirarlos ellos se molestan,

Mi esposa se fue murmurando, y dejó la defensa del hogar y de la propiedad en manos mías alegando: es cosa de hombres. Baje a la cocina y encontré al veterano de cuclillas rodeado de cosas que había sacado del motor y alrededores. Al verme expresó sin vacilar: el compresor tartamudea, está cojeando, no anda bien, asegurando: quien lo había arreglado antes, lo hizo mal, para luego acusarlo de estafador y bandido, mostrando un aparato que, según explicó, debió haber sido cambiado y no hizo. 

Sin argumento para contrariar y cara de pendejo, recordé que otro técnico recomendado había estado componiendo otro fallo de ruido escandaloso. Tras un rato, se retiró, necesitaba comprar un repuesto e iría a la tienda que tenía los originales. Por desgracia, no podía estimar; desconocía el costo del misterioso sustituto. Y, a quien solicito información, no tenía idea y su dueño el señor Hilario no estaba. 

No se preocupe, investigo y lo llamo para que autorice, de nuevo, quédese tranquilo, la nevera quedara como nueva. Llamó dos días después, anduve dando vueltas y por fin conseguí, aquí lo tengo, cuesta 25 dólares, la palabra empeñada y viene en su caja original, ¿Lo compró? Sí, claro, ¿qué iba a decir?

Reapareció al día siguiente entrada la noche, y explicaciones sobre complicaciones, volviendo a lo mismo; mover la nevera, aparatos, cables por todas partes, encendió y me alegré pero se apagó y entristecí. Más revisiones, encendidas y apagadas, casi a las 8 de la noche dijo: coño se fregó el compresor, se fundió, tengo que buscarlo, no se preocupe jefe, esta nevera es buena, créame.

En eso seguimos, voy para dos semanas sin nevera y si no fuera porque le debo un montón de dólares entre visitas y repuestos que va exigiendo, sin contar los honorarios por su trabajo experto, le habría pedido prestados unos dólares al pariente chavista, para comprarme una nevera nueva. Lo que creo debí hacer desde un principio. 

Con el técnico estamos como con Venezuela, mejorando mejorando pero sin mejoría.

@ArmandoMartini