Toma nota: la hora de la cena puede ser la clave para vivir 100 años… ¡y hasta más!

Toma nota: la hora de la cena puede ser la clave para vivir 100 años… ¡y hasta más!

 

 





La hora de la cena puede ser un factor fundamental cuando queremos conseguir una vida larga y próspera. Esto se une a otros factores, por supuesto, y algunos de ellos pueden controlarse y otros no. De esta forma, cualquier cosa que esté en nuestras manos para vivir más y mejores años es algo que debemos tener en cuenta.

Por Tododisca

Dicho esto, la hora de la cena es un elemento que varía mucho dependiendo del país en el que vivimos, ya que el ritmo de vida es muy diferente. Este ritmo de vida y esta variación puede cambiar incluso sin salir de un mismo país. La gente del norte de un país y del sur pueden diferir mucho en lo que a la hora de cenar se refiere.

Por lo tanto, no estamos hablando de que esto sea la fórmula de la eterna juventud, ni mucho menos. Pero sí que estamos hablando de que nos encontramos con algo que, según un estudio realizado, puede esclarecer muchos detalles y dar pinceladas de lo que puede afectar la hora de la cena para tener un organismo fuerte y saludable.

Cena temprano para vivir más

La clave de todo esto parece estar en tener la hora de la cena muy temprano, a eso de las 7 de la noche. Este estudio ha demostrado que no cenar muy tarde ayuda a tener una esperanza de vida mayor. La mayoría de las personas con mayor edad del estudio tenían como costumbre cenar sobre esa hora.

Este estudio centró la atención en una población italiana con una gran cantidad de personas que sobrepasan los 90 años. La investigación demostró que entre sus hábitos lo más destacado era cenar temprano. El resto de hábitos eran mucho más comunes que este en concreto, pero también aportaban, en cierta manera, algo a esta esperanza de vida tan alta.

Además de cenar temprano, otro elemento importante resultó ser retrasar el almuerzo, algo a lo que estaban más que acostumbrados. En total siempre dejaban alrededor de 17 horas entre la cena y el almuerzo del día siguiente, de forma que el organismo se veía reforzado con esta suerte de ayuno intermitente. Muy controlado, eso sí, pero casi podríamos tacharlo de eso.

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