“Perversa obsesión”: el caso de la “dominatrix” que apuñaló a su ex hasta la muerte para bañarse en su sangre

“Perversa obsesión”: el caso de la “dominatrix” que apuñaló a su ex hasta la muerte para bañarse en su sangre

La historia de la dominatrix que apuñaló a su ex hasta la muerte para bañarse en su sangre. Foto ilustración: Shutterstock

 

 

Siempre le gustó la sangre. Desde pequeña sentía una fascinación especial por ese líquido rojo que, de manera constante, recorre nuestras venas. Tanto, que cuando consiguió trabajo como flebotomista en un laboratorio sintió que tocaba el cielo con las manos.





Por: Clarín

Pero este perverso embrujo también se impuso en su vida personal: para Julia Enright la sangre era -es y será- una obsesión.

El secreto de Mistress Jasmine

Año 2018. Julia, por entonces una joven de 21 años, tenía una doble vida. De día, cumplía con seriedad su rol de laboratorista; de noche, trabajaba de como dominatriz. Su nombre era Mistress Jasmine.

De día era flebotomista en un laboratorio; de noche Julia Enright era dominatrix. Foto: Facebook
De día era flebotomista en un laboratorio; de noche Julia Enright era dominatrix. Foto: Facebook

 

 

A Enright le gustaba el BDSM y siempre admitió abiertamente que disfrutaba de los “juegos de sangre” en su intimidad sexual.

Su casa en Ashburnham, en Massachusetts, Estados Unidos, era un verdadero museo del espanto. Había adornos realizados con huesos de animales, animales en frascos -algo que se conoce como “especímenes húmedos”-, y viales de sangre, describe The Mirror.

El amor con Brandon

Año 2016. Julia cursaba su último nivel de secundaria. En ese momento conoció a Brandon Chicklis: habitualmente compartían el viaje en el mismo ómnibus.

Eran agua y aceite, pero como los opuestos se atraen -y mucho- comenzaron a salir.El joven había sido boy scout, era amable y atento. También era conocido por ser “un tanto peculiar” y tener una “risa tonta”, cuenta el medio.

Y ahí parece estar la clave de esta vínculo tan desparejo como intenso: los dos eran extraños. Los unía más el espanto que el amor.

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