Emilio Campmany: El dique colombiano

Emilio Campmany: El dique colombiano

Hubo un tiempo, durante la presidencia de José María Aznar, en el que España respaldaba la democracia en América Latina. Luego, atentado mediante, llegó Zapatero y todo se fue al garete. En diciembre de 2005, Evo Morales arrastró a Bolivia al chavismo. En 2006 Rafael Correa hizo lo propio con Ecuador y Daniel Ortega volvió a Nicaragua a terminar allí con la democracia.

Años más tarde, en 2019, se inició en los dos países más demócratas y estables de América Latina un huracán de violentos desórdenes ciudadanos con el fin de que pudieran vencer en ellos candidatos comunistas disfrazados de nueva izquierda identitaria. En Chile, Sebastián Piñera no supo resistir la presión, como tampoco ha sabido hacerlo Iván Duque en Colombia. La estrategia ha sido en los dos países muy parecida. En Chile ya gobierna Gabriel Boric, una especie de joven podemita andino que controla un proceso constituyente que con toda probabilidad limitará las libertades ciudadanas.

En Colombia, el candidato de la izquierda Gustavo Petro no puede ocultar haber sido un terrorista del M-19, la organización que por encargo de Pablo Escobar asaltó el Palacio de Justicia de Bogotá en 1985. El objetivo no fue revolucionario, sino hacer desaparecer las pruebas que el Gobierno tenía contra el narcotraficante. De paso el movimiento asesinó a varias decenas de personas, entre ellas once magistrados.





El discurso de Petro nos es familiar, una mezcla de populismo de izquierdas con soflamas regeneracionistas, compromiso identitario y un programa comunista en el cajón a la espera de ser aplicado al día siguiente de ganar las elecciones. Las cosas pintaban en Colombia tan mal como en Chile. Pero hete aquí que quien ha quedado segundo y disputará la segunda vuelta al comunista no será el sucesor de Duque al frente de la derecha tradicional, sino un outsider de 77 años que se llama Rodolfo Hernández, que perdió una hija tras haber sido secuestrada por un grupo guerrillero de izquierdas distinto del de Petro. Es verdad que en la primera vuelta éste venció con el 40 por ciento de los votos y Hernández apenas obtuvo el 28. Pero, con el apoyo de toda la derecha, Hernández podría vencer el próximo 19 de junio en la segunda. Parece difícil, pero hay que contar con el gran pueblo colombiano, puro granito frente a la demagogia de la izquierda. Baste recordar que, cuando Juan Manuel Santos firmó el supuesto acuerdo de paz con las FARC, con el impulso de Obama y la bendición del Nobel de la Paz con el que premiaron al entonces presidente del país sudamericano, esa gente impresionante que son los colombianos se opuso en referéndum al humillante pacto que todo el mundo, incluida España, le presentó como la gran bicoca. Al final, un acuerdo levemente modificado entró en vigor, pero ya no se atrevió Santos a someterlo a la consideración de sus compatriotas.

Este gran pueblo, del que los españoles deberíamos tomar ejemplo, no se dejará arrastrar por un comunista de historial tan criminal hacia el barranco por el que se despeñaron Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y ahora Chile. Dios y los colombianos no lo permitirán.