Luis Barragán: Un deber impostergable

Luis Barragán: Un deber impostergable

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Desde mucho antes de la pandemia, se evidenció una continua y masiva deserción escolar y magisterial. Todavía es demasiado temprano para sentir en toda su extensión y profundidad, el golpe propinado por el régimen socialista a distintas generaciones condenadas a una trágica desigualdad de rápido y dramático contraste con el tan denostado siglo XX.

Abandonando el cargo, maestros y profesores ni siquiera se toman la molestia de renunciar, porque sencillamente no les alcanza el dinero para hacerlo, transportándose y apersonándose a objeto de tramitar unas prestaciones sociales de ridículos montos que nunca cancelarán. Extraordinariamente competidas, procuran una plaza en el sector privado de la enseñanza, o en otro ámbito laboral, por lo menos, para pagar la educación de la prole.

Sobre todo en los sectores populosos y populares, es casi imposible enviar a la escuela a los muchachos absolutamente desequipados (útiles, vestimenta, calzados, alimentación), y en caso de lograrlo, tropezarán con el ausentismo profesoral en materias decisivas, siéndoles francamente prohibitivos el acceso a equipos y servicios digitales, por modestos que fueran. En otros estratos sociales, luchan incansablemente por mantener a la muchachada en el aula, resignados a la cada vez más relativa calidad de la educación que tampoco constituye un factor legítimo de movilidad, acaso, a la espera de una mayoría de edad para emprender la huida del país.





En diferentes barriadas y urbanizaciones, surgen alternativas privadas, ora para reforzarla como complemento de la escuela, ora para reemplazarla así no se obtenga un reconocimiento y una certificación oficial de los estudios realizados, siendo importante y crucial que alcanzar los conocimientos indispensables, como el de las operaciones aritméticas básicas. Del precursor esfuerzo de las llamadas tareas dirigidas que, además, de cumplir con las encomendadas, incluyó el cuidado de los niños, se pasa a la sustitución del aula oficial gracias al empeño de docentes desempleados que cubren – precisamente – una tarea que el exhausto Estado no puede ya afrontar, por cierto, anuncio seguro de lo que será la sociedad educativa en tiempos del post-socialismo.

Ya no es una la generación, sino varias las golpeadas y, cuando alcancen la mayoría de edad, acusarán la ausencia no sólo de un vaso diario de leche, como gratuitamente se distribuía antes de aparecer Chávez Frías aireándose en las terrazas hedonistas del poder, sino de los conocimiento fundamentales y necesarios, añadidos principios y valores que precariamente se aprenden en casa. Y serán tiempos extremadamente difíciles los que vendrán para atajar y revertir las consecuencia, un deber impostergable que involucra y ha de involucrar a todo el país después de defenestrar al régimen excesivamente culpable del crimen.