“Ayudé a atrapar a un depredador escondido en Internet”: La caída de un sextorsionador en serie de EEUU

“Ayudé a atrapar a un depredador escondido en Internet”: La caída de un sextorsionador en serie de EEUU

Una mujer mira su teléfono en un parque de Estados Unidos. CHARLIE RIEDEL (AP)

 

Jane esperaba con ansias el inicio de la secundaria. Con 14 años, se abría todo un mundo de gente nueva y un montón de experiencias que tenía ganas de vivir. Había perdido a uno de sus padres hacía poco y quería dejar atrás el duelo y la tristeza. Estaba tan emocionada que su tía le insistió en tomarse varias fotografías para recordar el primer día de clases. “No sabía que no iba a ser la última fotografía que me obligarían a tomarme durante ese año”, recuerda la chica. “No fue hasta finales de ese primer año que me sucedió algo que ninguna persona desearía que le pasara a sus hijos”, cuenta. “Ayudé a atrapar a un depredador escondido en internet”.

Por El País





Una noche de aquel año, Jane Doe, el nombre ficticio que se da a las denunciantes en Estados Unidos para proteger su identidad, estaba en Snapchat y un tipo que no conocía empezó a escribirle. “Esa noche en particular me sentía… ¿Cuál es la palabra? ¿Confiada? ¿Atrevida?”, relata en una carta enviada al juzgado la joven, que entonces ya tenía 15 años. Finalmente, se tumbó sobre la cama y se tomó una foto en brasier. Pensaba que ahí terminaría todo, sobre todo porque se trataba de un desconocido. A la noche siguiente, la misma persona le volvió a escribir: “Me vas a mandar más, ¿verdad?”. Jane le dijo que no, que era cosa de una sola vez. “No es una pregunta”, respondió él, cambiando el tono.

Ella dejó de contestar los mensajes, pero al cabo de una hora, el tipo le mandó exactamente la misma foto que ella le había enviado la noche anterior. Snapchat se hizo popular justo por lo contrario, porque las imágenes y las publicaciones que compartían los usuarios desaparecían al poco tiempo y avisaba cuando otras personas hacían capturas de pantalla para guardar esas fotos. El corazón de Jane empezó a latir muy fuerte. “Manda más o todo el mundo verá esto”, le dijo. Ella cuenta que se sintió como si hubiera pisado arenas movedizas, como el principio de un lento descenso hacia una situación cada vez más angustiante. “En los meses que siguieron me convertí en su propiedad y hacía todo lo que me pedía por miedo”, afirma Jane, “cada día implicaba una larga lista de fotos e, incluso, videos que me pedía”.

Lea más en El País