Alfredo Maldonado: Ha muerto una amiga

Alfredo Maldonado: Ha muerto una amiga

Fue este viernes, tras un muy largo sufrir, cuando finalmente murió. Con su familia y su esposo al lado. Hace más de cuarenta años, el tiempo pasa, las fechas también mueren, algunos de los amigos de él le insistieron para que se apartara de ella, “no te conviene”, o algo así le dijeron. Pero él no hizo caso a los amigos sino a su amor y siguió con ella y se casaron. Ella hizo de la vida de ambos una primavera de cuatro décadas, año más, año menos, hasta que Dios decidió que ya estaba bien, había llegado la hora del invierno.

Les cayó encima el sufrimiento, ella enferma y con dolores, agredida la belleza física, él viéndola sufrir y sin poder hacer más nada que llevarla a los tratamientos físicos. Ella tenía dolores indescriptibles, él sufría con ella porque el amor también es sufrir juntos. Ella se dolía también porque percibía la angustia y la frustración de él pero no tenía cómo consolarlo, él se retorcía por impotencia, por el dolor de la mujer de su vida, por la desesperación del tanto tiempo que ahora se hacía corto, porque nada podía hacer para que ella pudiera regresar a los tiempos buenos.

Ella con él, él con ella, la amarás y la respetarás en lo bueno y en lo malo y así fue. Ella le dio hogar y familia en cuatro décadas, año más, año menos, de intensa felicidad, de risas, de comprenderse mutuamente, de apoyarse, de acompañarse, de mantenerse bella y cordial para él, de caminar juntos por la vida, de hacer vital y brillante esa vida de dos que son uno. Ninguno de sus amigos de entonces, de la larga pertenencia, de ahora, pudo jamás imaginar a un él sin ella, a una ella sin él, más que una pareja eran una unidad, el imán poderoso del amor sin vacilaciones.





Pero este viernes ella murió, descansó es el consuelo de poner fin al sufrimiento tras un largo y cruel padecer, ahora viene el infierno de la soledad atiborrada de recuerdos, cuando nada malo florece, cuando el pasado se nos convierte en un jardín que mantiene sus flores frescas y hermosas, coloridas pero los aromas se nos van escapando.

Poco podemos hacer los de alrededor. Podemos acompañarlo pero nuestra compañía no tiene la frescura de sus risas y sonrisas, y por las noches nos vamos cada uno con sus problemas a otra parte y él se queda a ponerle cara a su vacío.

Fue este viernes, tras un muy largo sufrir, cuando finalmente murió. Y nadie pudo hacer nada, la muerte nunca perdona y cuando llega es para siempre. Pero hay algo que nunca se lleva, la certeza de que algo maravilloso ya no estará con nosotros, ni cuando fue una primavera esplendorosa ni cuando llegó el otoño frío. Dios la recibirá con los brazos abiertos, toda falta ha sido bien pagada con dolor y sólo queda la luz de los buenos recuerdos.