Alfredo Maldonado: Las primarias de los secundarios

Alfredo Maldonado: Las primarias de los secundarios

En líneas generales debo señalar que soy católico, nacido y residente por un par de días en La Candelaria, formado en La Pastora, consolidado en La Castellana, rearmado en el Colegio San Ignacio (el de mis tiempos, el de estos años chavistas es otra cosa), irreverente, lector empecinado, buen escritor de pendejadas.

Fui exitoso en creación publicitaria, no así en mi percepción de la vida, ya soy anciano y estoy listo para morir –no se tomen esto por el lado dramático, a mi edad es lógico estar preparado para morir. He sido de tendencia copeyana en tiempos ya olvidados, influencia de amigos en el San Ignacio, pero debo mucho a los adecos y a los copeyanos no calderistas, y no lo olvido.

Pero ni con todo eso creo que las primarias masivas propuestas por la oposición sean solución de nada porque van a participar los mismos que llevan veintitrés años dejándose controlar y burlar por el castrismo cubano en sus sucesivas versiones chavista y madurista –con las diversas injerencias rusas, chinas e iraníes, principalmente.





De gustarme dos me gustan, aunque no haya podido alimentar demasiado mi fe en ellos. Me gusta María Corina Machado porque es mujer –lo cual ya es un cambio importante en la política venezolana- y me gusta Juan Guaidó justamente porque no tiene nada, y éste es ya un país en el cual habrá que resetearlo todo.

De la señora Machado me disgusta que a lo largo del tiempo ha estado clarísima en los problemas pero jamás ha dicho -o siquiera asomado- cómo los solucionará. De Guaidó me molesta la pegadera con Leopoldo López, por quien jamás votaría yo y que hasta el momento más allá de aquello que le inventaron de gobierno de transición y demás desgastes, no ha aportado nada nuevo. Pero al menos tiene –o parece tener, con Joe Biden nunca se sabe- el respaldo pleno de lo más representativo del oficialismo republicano y demócrata de Estados Unidos. Y yo no soy ni prorruso, ni prochino ni mucho menos procubano ni proiraní, sino pitiyanky.

Entre los que me caen mal en la región, Andrés Manuel López Obrador por anticuado, Díaz-Canel por estirado, rígido (mas almidonado que su eterna guayabera) y pacato, Daniel y Rosa Ortega por despiadados y amorales, Pedro Castillo por mentiroso y bobo, Gabriel Boric por querer cambiar a Chile al estilo de clubes políticos universitarios, Alberto Fernández por inútil, Cristina Kirchner por retorcida y ladrona.

Tengo mis dudas con Jair Bolsonaro, hasta Lula Da Silva parece mejor que él, espero con nerviosismo el populismo erróneo de Gustavo Petro, y me estremece como náufrago perdido en el Pacífico rodeado de tiburones el vacío venezolano. No tengo opciones. ¿Qué quieren que haga? ¿Que vaya a las primarias a votar por Henrique Capriles otra vez, o por Julio Borges estancado en el exilio o por cualquiera de los innumerables precandidatos opositores que me piden el voto para salvarme del pasado extendido en este presente de corruptos e incompetentes?

Yo sólo tengo algo de fe en esas nuevas generaciones que han venido naciendo en los años finales del siglo XX, que no son chavistas ni antichavistas, que se están enfrentando solos y por sí mismos a los problemas y descuidos de los cuales nos quejamos, que están levantando por su cuenta un país dolarizado, sin guías ideológica ni económica, para quienes los militares son ausencias o sujetos a ser comprados en las carreteras, los que están haciendo, aunque no tengan plena conciencia de ello, un país nuevo, sin socialismo, sin socialcristianismo, sin socialdemocracia, sin presos políticos, para quienes el comunismo y todas esas acepciones no son más que una sucesión de fracasos, constructores de sus propios caminos, que no creen en la política sino en ellos mismos.

La nueva Venezuela tardará décadas en reconstruirse, y si los reconstructores son los mismos de ahora, la reconstrucción será aún posterior y más compleja. Una Venezuela que he soñado pero que no veré, en ninguno de los dos casos.

Quienes nos piden votos para 2024 son los mismos que han fracasado estrepitosamente, tanto chavistas como antichavistas. Por ninguno de ellos sacaré el bastón para ir a votar. Moriré esperando y confiando en que las nuevas generaciones se encarguen del país.